Capítulo 2: Compartiendo Espacio

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La mañana comenzó con el bullicio y las voces emocionadas de los nuevos compañeros del campamento. Gabriel, que todavía estaba algo aturdido por la energía contagiosa de Dani del día anterior, escuchó su nombre en la lista de asignación de habitaciones mientras terminaba de amarrarse las botas de los patines. Pensaba que el campamento había sido más tranquilo en años anteriores, pero esta vez, parecía que todo estaba lleno de movimiento y vida.

"Gabriel Vega y Daniel Solís, habitación 203," dijo la voz en el altavoz.

Gabriel parpadeó, sorprendido. Justo cuando se estaba acostumbrando a la energía incansable de Dani en la pista, ahora tendría que convivir con él también en la habitación. No estaba seguro de qué sentir: una parte de él estaba incómoda por la idea de tener que compartir su espacio personal con alguien tan distinto, pero otra, más pequeña, se sintió extrañamente aliviada. Dani era sociable y alegre; estar rodeado de su calidez no parecía tan mala idea.

Al poco rato, Dani apareció a su lado, con una sonrisa amplia y la mirada brillante de emoción.

—¡Gabriel! ¿Ya escuchaste? ¡Somos compañeros de habitación! —dijo Dani, entusiasmado, dándole un ligero codazo en el brazo.

Gabriel soltó un suspiro, sin poder evitar sonreír un poco.

—Sí, lo escuché —respondió con un tono de calma, como si no fuera un gran acontecimiento. Sin embargo, Dani parecía totalmente entusiasmado.

—Va a ser genial. ¡Voy a enseñarte mis trucos secretos de patinaje y todo! —dijo Dani con una risa contagiosa.

Gabriel, aunque divertido, decidió mantener su postura seria. Prefería no mostrar demasiado lo mucho que el entusiasmo de Dani lo hacía sentir cómodo.

Cuando ambos llegaron a la habitación 203, abrieron la puerta para descubrir un espacio sencillo y funcional, con dos camas individuales separadas por una mesita de noche, un par de escritorios al fondo, y un gran ventanal que dejaba entrar la luz de la tarde. Gabriel se dirigió a la cama junto a la ventana y colocó su mochila con calma, mientras Dani casi daba saltitos de emoción al elegir la cama más cercana a la puerta.

—Mira, aquí hay suficiente espacio para practicar algunas piruetas —dijo Dani, deslizando sus patines sobre el piso de madera. Se detuvo, lanzando una sonrisa juguetona hacia Gabriel, quien lo observaba con los brazos cruzados y una ceja levantada.

—¿Ya estamos haciendo trucos aquí? —bromeó Gabriel, intentando no parecer demasiado intrigado. Dani le devolvió la mirada, lleno de entusiasmo.

—¡Por supuesto! Este espacio es perfecto. Deberías intentarlo, así vas a mejorar tu "estilo" —replicó, haciendo el gesto de las comillas con los dedos y provocando que Gabriel riera brevemente.

Ambos comenzaron a desempacar, aunque el silencio no duró mucho. Dani, al darse cuenta de que Gabriel era algo reservado, decidió llenar el ambiente con pequeñas charlas.

—Entonces, Gabriel, cuéntame... ¿Qué te trajo al campamento este año? —preguntó Dani mientras doblaba sus camisetas y las guardaba en su maleta abierta. —Sé que dijiste que querías mejorar tu técnica, pero... ¿no tienes amigos aquí?

Gabriel se encogió de hombros, continuando con sus cosas. Aunque normalmente evitaba responder a preguntas personales, Dani tenía algo que lo hacía abrirse un poco, quizás porque no lo juzgaba y parecía realmente interesado.

—Vine porque quiero prepararme para las competiciones nacionales el próximo año. Quiero dedicarme al patinaje en serio, y este campamento es el mejor para entrenar —explicó, de forma directa y sin rodeos.

Dani asintió, apoyando sus codos en las rodillas y sonriendo con admiración.

—¡Wow! Eso suena increíble. Nunca he tenido una meta tan grande —admitió Dani, dejando su ropa a un lado—. Bueno, sí quiero mejorar, pero yo vengo porque me gusta patinar, no sé si me veo compitiendo tan en serio.

Gabriel lo observó por un momento, notando la sinceridad en su voz. Había algo refrescante en la manera en la que Dani veía el patinaje, sin tantas expectativas y presiones.

—Quizás... por eso eres tan bueno —dijo Gabriel casi en un murmullo, y luego carraspeó, incómodo por haber dicho algo tan personal en voz alta.

Dani levantó la vista, sorprendido y divertido.

—¿Eso es un cumplido? Porque suena a cumplido, ¿sabes? —dijo, guiñándole un ojo de forma juguetona.

Gabriel, para su sorpresa, sintió que sus mejillas se calentaban. Giró hacia la ventana, fingiendo mirar hacia afuera para no mostrar su reacción.

—Lo que sea... —respondió, restándole importancia.

El tiempo pasó mientras terminaban de organizar la habitación y, para sorpresa de Gabriel, cada segundo parecía más agradable que el anterior. Dani lo hacía reír, contándole historias absurdas y anécdotas que parecían sacadas de una comedia. En algún punto, ya entrada la noche, ambos se encontraban sentados en el piso, charlando sobre patinaje, música y sus experiencias en la escuela.

—¿Sabes? No pensé que fueras tan agradable —confesó Dani, mirándolo con una expresión de genuino aprecio—. Al principio parecías... no sé, como alguien que no quiere hablar con nadie. Pero creo que estaba equivocado.

Gabriel lo miró en silencio, sorprendido por la sinceridad de Dani. Se sentía extraño, expuesto, pero de una forma reconfortante.

—Sí, normalmente no hablo mucho con la gente —admitió finalmente—. No soy muy bueno en eso.

Dani sonrió, dándole una palmada amistosa en el hombro.

—¡Pues eso tiene arreglo! —dijo, guiñándole un ojo—. A mí me encanta hablar, así que seguro puedo equilibrarlo.

Ambos rieron, y por primera vez en mucho tiempo, Gabriel se sintió libre de las expectativas y de la seriedad con la que solía cargar. Dani era alguien con quien podía ser él mismo, alguien que veía más allá de su reserva y que parecía disfrutar estar a su lado, sin pedirle que cambiara.

Después de unos momentos de silencio cómodo, Dani se levantó de un salto.

—Bueno, ¿te parece si hacemos una promesa? —dijo, extendiendo su mano hacia Gabriel—. Una promesa de que este campamento va a ser el mejor de nuestras vidas.

Gabriel lo miró, divertido, y después de un breve segundo de duda, le estrechó la mano.

—Prometido —respondió, esbozando una sonrisa sincera.

Cuando finalmente se retiraron a sus camas, el ambiente entre ellos ya era diferente, como si una conexión genuina hubiera surgido de esas horas compartidas. Al apagar las luces, Gabriel escuchó la voz de Dani en la oscuridad.

—Hey, Gabriel... gracias por no ser tan serio conmigo. Eres un buen tipo.

Gabriel, en la penumbra, sonrió, aunque Dani no pudiera verlo.

—Buenas noches, Dani.

Con esa última despedida, ambos se durmieron.

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