Agonizando se encontraba el actual rey Aegon II Targaryen, envenenado por su propia gente, lo mas curioso que en su agonía no tenia deseos de vivir, a estas alturas para que pensaba el joven rey, no tenía a nadie, sus hermanos, sus hijos, su madre...
Desde que Aegon y Lucerys habían vuelto, tanto Rhaenyra como Daemon habían notado que Lucerys parecía más preocupado y distraído de lo habitual. La preocupación de ambos era palpable, y decidieron llevarlo a su habitación para hablar sobre lo que le estaba afectando. Jacaerys, al ver el estado de su hermano, se unió a la conversación, con la esperanza de ofrecerle apoyo como hermano mayor.
—¿Qué pasa, hijo? ¿Te fue mal en el entrenamiento? —preguntó Rhaenyra, con una mezcla de preocupación y ternura en su voz.
Lucerys, sentado en la cama, se mostró reacio a hablar. La presión de la situación y el reciente encuentro con Aegon pesaban en su mente, pero sabía que no podía seguir ocultando su malestar. Su mirada evasiva y su silencio solo aumentaban la inquietud de su familia.
—Es el tío Aegon —murmuró Lucerys, su voz apenas audible.
Rhaenyra frunció el ceño, preocupada. —¿Te regañó?
Jacaerys, tratando de aliviar la tensión con una sonrisa, añadió en tono juguetón: —¿Quizás te regañó por no seguir sus enseñanzas al pie de la letra?
Lucerys negó con la cabeza, su mirada fija en el suelo. La respuesta que buscaba no estaba en un simple regaño.
—Entonces, ¿Qué ocurrió? —preguntó Daemon, con un tono más calmado, tratando de obtener una respuesta clara.
—Dijo algo raro... algo sobre visitar a Davos... —terminó diciendo Lucerys, con la voz quebrada por la preocupación.
El silencio se hizo pesado en la habitación. Rhaenyra y Daemon se miraron con una mezcla de alarma y confusión, intentando descifrar el enigma que acababa de ser revelado.
—¿Davos? —repitió Daemon, su tono cargado de inquietud—. ¿Qué tiene que ver Davos con esto?
Lucerys, temblando ligeramente, bajó la mirada. —No lo sé. El tío Aegon... estaba hablando como si... como si tuviera la intención de ir a visitarlo, como si fuera algo inminente. Y... no sé qué hacer, pero me asustó.
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Rhaenyra sintió un escalofrío recorrer su espalda. La mención de Davos evocaba recuerdos dolorosos y sombríos, y la posibilidad de que Aegon pudiera estar planeando algo peligroso era alarmante. —No puede estar pensando en eso. Davos... Davos murió hace meses. No podemos permitir que Aegon se ponga en peligro.
La tensión creció mientras se dirigían a buscar a Aegon, sabiendo que estaban al borde de una crisis que podría tener consecuencias devastadoras.
