──𝐂𝐎𝐌𝐎 𝐋𝐋𝐎𝐑𝐀𝐍 𝐋𝐀𝐒 𝐀𝐕𝐄𝐒:
Jungwon es un omega que
vende su cuerpo por dinero y
trata de sobrevivir por su bebé,
una noche desafortunada es
mordido en el cuello por un Alfa
desconocido, desesperado,
...
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—¿Qué será tu bebé?
—Un alfa —sonríe con el aura benigna que se le ha concedido a un ser tan bello.
—Qué bien, cariño, porque nadie quiere a los omegas —la mujer se cubre la boca para agregar—. No es nada en tu contra, mi hermana es omega, pero ¿lo sabes, no? El destino de los omegas es cruel.
—Lo sé, señora Sun —el nudo de su garganta le hace morderse los labios con fuerza.
—Bien, de todas formas, si nace omega, llámame. Conozco a alguien que puede solucionarlo —y con una sonrisa amable como si su sugerencia no fuese el asesinato, se marcha dejando un poco de comida sobre su humilde mesa.
—¿Matarás a éste bebé? —Sunghoon le mira preocupado.
—No puedes, ¿verdad? —Heeseung está a su costado y detrás de ellos una luz que los cobija.
—Claro que no, no importa que digan, es mío y solo mío —sonríe y ambos le regresan el gesto.
—Won, ¿lo sabes, verdad? —Heeseung le mira fijo y su corazón golpea con fuerza.
—Perdón.
—No... perdóname a mí.
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No espera que lo primero que vea al despertar sea su rostro, no quería volverlo a ver. Así que pensó que si ese era el infierno, lo estaban haciendo muy bien.
Seguía tan guapo como la primera vez, su cuerpo delgado vestido de color blanco, sus labios finos y el lunar bajo ellos así como su cabello algo largo. Abrió los ojos buscando su estómago con desesperación.
—Él está bien —Jungwon lo miró y asintió lentamente pues no tenía fuerzas en su cuerpo. Heeseung se acercó para tomar la temperatura pero una mano lo quitó de encima.
—Perdón —dijo el omega respirando agitadamente—. Pero mi omega no quiere que estés cerca, me duele —murmuró con la voz ronca, miró a todos lados de la habitación de paredes blancas y su corazón se agitó de nuevo mirando a Heeseung—. ¿Dónde? Mi bebé, ¿Dónde está Lee? —lloró desesperado intentando ponerse de pie, sin embargo cayó sobre los brazos del médico viendo todo de color negro.
—Won, tienes que tranquilizarte, si no lo haces, afectarás al que tienes en el vientre —le dijo sereno, pero el omega comenzó a respirar con dificultad.
Su pecho dolió al ver aquellos hermosos ojos marrones desgastados sin luz, aún estaba sufriendo por el estado en el que lo encontraron. La rabia salía de su pecho, molesto consigo mismo por no buscarlo, frenarlo, decirle que podía ayudarlo.
