capitulo 8: el juicio

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Estamos a punto de iniciar el juicio, gracias al Barón, que logró que el proceso se desarrolle de manera más tradicional, al menos en esta primera fase, con un juez y argumentos formales. A pesar de esto, no se descarta que eventualmente tenga que usar a mi campeón, seleccionado y preparado por Viktor, para enfrentarme al temido espectro del consejo en combate. Sin embargo, hay un problema considerable: nadie ha visto a Viktor desde ayer. Ni siquiera Nix, que suele estar al tanto de todos sus movimientos, sabe de su paradero. La última noticia que tuvimos fue que se quedaría en Las Vegas, pero desde entonces no hemos tenido noticias suyas.

La situación es crítica. Viktor, con su excentricidad habitual, siempre ha sido una figura poco predecible, pero su ausencia en este momento es más que inoportuna; es preocupante. Me invade una sensación de intranquilidad. Si no aparece a tiempo, mi única opción será enfrentarme al juicio y sus consecuencias, tal vez incluso al duelo, sola. La incertidumbre sobre si podré contar con mi campeón o no añade una presión extra a la carga que ya llevo. Por más que intente mantener la compostura, el peso de las expectativas y la posibilidad de perderlo todo —mi posición, mi honor, mi seguridad— no deja de amenazar con aplastarme.

Mientras me llevaban al interior del juzgado, mis ojos se posaron en el juez: un vampiro de más de mil años que lucía un atuendo clásico de magistrado, con la autoridad y gravedad que solo un milenio puede conferir. A su lado estaba el abogado de la corte, otro vampiro de gran renombre, conocido por su habilidad para presentar pruebas contundentes y por ser un maestro en el arte de aplastar cualquier defensa. Todo esto estaba montado en mi contra; el panorama era sombrío.

Al mirar a mi "abogado" designado, un fantasma que había pasado a ser el hazmerreír del sistema judicial, no pude evitar sentir una mezcla de resignación y amargura. Este espectro, tristemente célebre por perder cada caso que asumía, había sido elegido para defenderme. Era evidente que el consejo quería dejar claro su intención: no habría un juicio justo para mí, solo un teatro cuyo desenlace ya estaba escrito. La sentencia que pendía sobre mi cabeza era la más cruel de todas: la muerte por exposición al sol, un castigo reservado para aquellos que transgredían las normas de nuestra sociedad de forma "imperdonable".

Sentí el peso de las miradas y el aroma denso de la sala del juzgado, cada paso resonando con el eco de mi posible destino. Estaba allí para luchar, no solo con palabras, sino quizás más adelante con mi vida misma. Sabía que, para el consejo, esto no era solo un juicio: era un espectáculo, un mensaje para cualquier otro que osara desafiar sus reglas.

 fantasma abogado, conocido como Fenris, me miró con una mezcla de seriedad y una pizca de confianza que nunca había visto en él. Con voz casi susurrante, me dijo:

Abogado Fenris: "No te preocupes, hay algo que ellos no pueden prever."

Lady Selene: "¿Y qué sería exactamente?"

Abogado Fenris: "Una evidencia que podría cambiarlo todo... no puedo revelar mucho, pero digamos que un amigo tuyo me la pasó."

Por un instante, el aire se volvió más denso. Su afirmación despertó mi curiosidad y una chispa de esperanza, aunque no lograba deshacerme de mi escepticismo. ¿Quién podría haber intervenido? ¿Y cómo algo así habría llegado a Fenris? De todas las posibilidades, lo único seguro era que tendría que confiar, aunque fuera un poco, en este espectro que parecía haber sido mi peor carta de defensa.

El juicio comenzó con una celeridad casi aterradora. Cuando entré en el juzgado, pude observar a una audiencia compuesta por todo tipo de no-muertos: fantasmas flotando en silencio con miradas espectrales, esqueletos con vestimentas solemnes y momias envueltas en telas antiguas que crujían con cada movimiento. La única notable ausencia era la de los zombies; probablemente considerados demasiado impredecibles o carentes de juicio para una audiencia de este tipo.

VitalLata y SparkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora