VitalLata y Spark

capitulo 7: dilemas mentales y no muerto

Quedaba solo un día para el juicio que decidiría mi destino. El peso de esa realidad se cernía sobre mí, pero aquí estaba yo, en medio de estas extrañas vacaciones impuestas. Ayer... sí, ayer fue interesante. La salida a Hooters, la distracción inesperada, el pollo frito y, bueno, la 'vista' también. Jamás pensé que acabaría en un lugar así, rodeada de risas y miradas curiosas. No puedo creer que esté admitiendo que disfruté parte de esa experiencia.

Esperen... ¿qué estoy diciendo? ¿Desde cuándo me permito divagar de esta manera? Tal vez estas vacaciones realmente están logrando su propósito. Pero detrás de todo, la sombra del juicio me persigue, recordándome que nada de esto es más que una breve tregua antes de enfrentarme a la incertidumbre.

No puedo dejar de pensar en lo que le dije a Alastar: '¿Qué tiene de malo ser gay?'. La pregunta sigue dando vueltas en mi cabeza, como una melodía que se niega a apagarse. No importa cuántas veces trate de acallarla, siempre regresa, resonando en mis pensamientos. Y peor aún, el recuerdo del cuerpo de las camareras en Hooters sigue apareciendo en mi mente, deslizándose con una insistencia que no puedo ignorar. Es como si cada capa de negación que construí a lo largo de los siglos se estuviera desmoronando.

¿Acaso siempre me han gustado las mujeres y simplemente lo he ocultado, envolviéndolo todo en capas y capas de muros de lógica, tradición y deber? La lógica siempre fue mi refugio, mi fortaleza, pero ahora esa misma lógica me obliga a enfrentarme a preguntas que preferiría evitar. Es aterrador admitirlo, pero hay algo aquí que nunca podré olvidar. Algo que me está cambiando.

En mis siglos de existencia, jamás he permitido que nadie vea una sola grieta en mi fachada, ni un atisbo de debilidad. Y, sin embargo, ayer, Vesperio logró hacerme sentir... débil. No una debilidad física, sino algo mucho más profundo y difícil de aceptar. Aún puedo escuchar las risas, ver las miradas de las personas en el restaurante y, sobre todo, recordar el rostro de esa camarera, Alex.

Algo en su mirada me hizo estremecerme. No era el tipo de atención que suelo recibir, y aún así, me caló hondo, traspasando mis defensas. Era como si pudiera ver algo de mí que ni yo misma había querido ver. Y eso me enfurece. Me hace sentir expuesta, como si mi control estuviera escapándose entre mis dedos.

Mi mente sigue trayendo de vuelta esos recuerdos, las miradas curiosas y el peso de las expectativas. ¿Acaso he construido mi imagen solo para que un momento como este pueda derribarla con facilidad? Me niego a ser alguien que pierde el control... pero ¿qué si esa debilidad que tanto temo no es más que la verdad que siempre he ocultado?

Debo hacer algo más para distraerme. No puedo permitirme seguir sumida en estos pensamientos, y lo bueno es que esta empresa está llena de no muertos que, sin proponérselo, pueden ofrecer distracción con su humor involuntario. Especialmente en los pisos inferiores, donde se lleva a cabo el trabajo menos glamoroso, pero a menudo el más interesante.

Mientras camino hacia el ascensor que me llevará a los niveles más profundos, siento una mezcla de alivio y anticipación. Sé que ahí encontraré a los esqueléticos oficinistas discutiendo por cosas triviales o a los zombies que intentan cumplir con tareas simples con un toque torpe, que siempre resulta cómico. Puede que incluso me cruce con Nix, la supervisora vampírica, que, con su seriedad y su sarcasmo, siempre encuentra la manera de hacerme levantar una ceja o, si tengo suerte, esbozar una sonrisa.

Necesito este escape, al menos por un rato. Necesito reírme, aunque sea solo para recordarme que la eternidad no tiene por qué ser tan pesada.

Cuando entré al ascensor, me encontré con el fantasma operador, que llevaba un traje distinto al habitual. Era curioso cómo incluso los no muertos buscaban innovar en su apariencia.