el capitulo 5: mexico

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Habían pasado tres noches en que finalmente pude dormir con cierta paz en mi ataúd. Pero esa tranquilidad se interrumpió de golpe cuando una luz me deslumbró y me hizo entrecerrar los ojos. Frente a mí, los ojos rojos de Viktor brillaban intensamente, con una mirada que indicaba urgencia.

Viktor Norm se inclinó ligeramente hacia mí, su voz grave y autoritaria. "Tenemos a tu campeón, pero necesitamos reclutarlo. El juicio comenzará en tres días y no podemos perder más tiempo. Despierta, señorita, tenemos un viaje que hacer... al territorio de México."

Me incorporé rápidamente, aún desorientada por la interrupción, pero las palabras de Viktor me sacudieron por completo. Tres días. Un plazo breve para preparar a alguien que representara mi destino en combate. No había tiempo para dudas ni para titubear. Si él decía que el campeón estaba en México, entonces teníamos que ir allí cuanto antes.

Viktor Norm me observó con seriedad, mientras terminaba de preparar un pequeño maletín. "¿Lista? Sabe que no podemos simplemente volar por nuestros propios medios. La gente sospecharía demasiado si aparecemos de la nada, así que viajaremos como los humanos... aunque con un toque de lujo. Vamos en un jet privado."

Hice una mueca, pero asentí. El lujo de los humanos ricos siempre tenía cierto encanto irónico para nosotros. Viktor continuó mientras tomaba un par de documentos que parecían pasaportes falsificados. "En México nos espera un amigo que ha dedicado su vida a estudiar la sociedad azteca. Los aztecas fueron algunos de los nigromantes más poderosos de la historia de este continente. Él me habló de ciertos guerreros que podrían ser justo lo que necesitamos para este combate."

El aire se volvió más denso al escuchar esas palabras. Los guerreros aztecas, conocidos por su destreza y conexión con la magia de la muerte, eran leyenda. Si había alguien capaz de igualar o superar al espectro del Consejo, debía encontrarse entre ellos. Pero también sabía que lidiar con guerreros tan antiguos no sería una tarea sencilla.

Nos subimos al auto de Viktor, y el rugido del motor resonó suavemente mientras el ascensor para autos nos llevaba hacia la superficie. Salimos del edificio justo cuando el reloj marcaba las tres de la madrugada de un viernes. Las calles estaban vacías y bañadas por la tenue luz de las farolas, un contraste absoluto con el bullicio del día.

Observé a Viktor, quien parecía absorto en sus pensamientos. No lo decía en voz alta, pero sabía que la prisa nos devoraba. Nuestro viaje apenas estaba comenzando y, como de costumbre, Viktor había previsto todos los detalles. No esperaba encontrar a un piloto humano a estas horas, ni mucho menos uno dispuesto a volar tan temprano para dos pasajeros "especiales". Probablemente, nos esperara otro de sus esqueletos piloto, como solía hacer.

Era algo a lo que ya me había acostumbrado. Viktor tenía un peculiar aprecio por sus no-muertos, y debo admitir que, aunque a veces resultara inquietante, también era tranquilizador. Los esqueletos nunca fallaban, nunca se quejaban y, desde luego, no hacían preguntas incómodas. Tal vez un poco de humor oscuro sería lo que necesitábamos para aligerar la tensión del viaje.

cuando llegamos al aeropuerto, esperaba encontrar a uno de los esqueletos de Viktor listo para pilotar. Pero para mi sorpresa, no había ningún huesudo a la vista. En su lugar, nos recibieron vampiros, discretos y profesionales. Claro, ¿quién más podría manejar un vuelo internacional a estas horas sin levantar sospechas ni hacer preguntas? Solo vampiros.

Mientras caminábamos hacia el jet privado, una idea no tan lejana me hizo sonreír con ironía. Volar al extranjero en plena madrugada, sin notificar a las autoridades, con un destino claro pero poco "turístico" y un propósito que podría levantar demasiadas cejas... No íbamos a México a descansar bajo el sol (no que eso fuera posible para nosotros). Íbamos a buscar algo valioso y peligroso en catacumbas antiguas. Técnicamente, si alguien preguntaba, sería más fácil admitir que íbamos a saquear tumbas que explicar la verdad.

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