Cap2

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Ekko fue despertado por la luz del sol que entró de golpe en la habitación al abrirse las cortinas. Parpadeó, aturdido, mientras la claridad lo obligaba a cubrirse los ojos con el brazo.

—¿A qué hora dormiste, Ekko? Ya va a ser mediodía y tú sigues en la cama.—
Scar, apoyado en la pared, lo observaba con los brazos cruzados. No era normal que Ekko faltara al desayuno común o que no estuviera en pie temprano, como siempre, preparando las actividades del día.

Él soltó un bostezo mientras apartaba las sábanas de encima. Sus pies descalzos tocaron el suelo de madera con un leve crujido. "Ya bajo," murmuró, sobándose el cuello. Todavía llevaba puesta la ropa de la noche anterior.

Scar suspiró y avanzó hacia la cama, deteniéndose al notar una sustancia grisácea en las sábanas. Frunció el ceño y frotó un poco entre sus dedos. —¿Esto es… pólvora?—

Ekko se tensó al instante.—Sí, me quedé hasta tarde con un proyecto—respondió rápidamente, forzando una tranquilidad que no sentía. Scar lo miró con desconfianza, pero no insistió.

—Quería mejorar los insectos,—agregó Ekko mientras tomaba un prototipo que descansaba en su mesa de trabajo. Scar lo observó un momento, asintió, y salió de la habitación.

Ekko suspiró profundamente cuando estuvo solo. Eso de llevar una doble vida definitivamente no era lo suyo.

Entró a la regadera, dejando que el agua fría recorriera su espalda y aliviara el cansancio de la noche. Observó las marcas en su piel: pequeños moretones en los hombros. Jinx siempre se dejaba llevar, y aunque parecía salvaje, había algo que lo mantenía atado a esos encuentros en la penumbra de Zaun. Mentiría si dijera que no lo disfrutaba.

Llevaba unos días desvelándose solo para encontrarse en el mismo lugar,sentía que destrozaba su moral al hacerlo pero que más daba si entre la noche podía dislumbrar a Powder en esos ojos azules en los cuales no dejaba de pensar.

Desde que era pequeño, Ekko había sentido algo especial, una chispa que lo conectaba a ciertos momentos y personas. Todavía podía recordar con nitidez la primera vez que vio a aquella niña entrar a la Última Gota, con su mono desgastado y feo, pero con la mirada llena de una curiosidad inocente. Venía de la mano de su hermana, caminando con pasos pequeños pero decididos.

—Qué linda—había sido su primer pensamiento, uno que no logró quedarse en su cabeza. Lo dijo en voz alta, sin siquiera notarlo, lo suficiente para que Benzo, que estaba a su lado, le diera una palmadita en el hombro. Como si con ese gesto quisiera decir: "Tú vas a conquistarla, te apoyo".

Ese recuerdo lo atormentaba ahora. Sabía, con una certeza dolorosa, que Jinx no era esa niña. Powder había desaparecido hacía tiempo, tragada por la oscuridad y los estragos de un mundo que no les daba respiro. No era la mujer en la que Powder habría querido convertirse, esa versión de sí misma que tal vez soñaba en un rincón profundo de su corazón.

Y por eso Ekko se había alejado tanto tiempo. Había intentado cortar ese hilo que los conectaba, mantenerse firme en su decisión de no acercarse más. Pero por más que se esforzaba, no podía negar que era débil frente a los encantos de esa otra personalidad, esa fuerza caótica que Jinx llevaba como una segunda piel.

Era un dilema que lo consumía. Jinx no era quien había querido amar, pero tampoco podía odiarla. Había algo en su risa desenfrenada, en sus movimientos que desbordaban energía y peligro, que seguía atrapándolo, recordándole que, por más que intentara olvidarlo, aún tenía atado el corazón al pasado...

El ritmo Cambiante de JinxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora