Cap5

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Su mano temblaba ligeramente cuando se paró frente al edificio viejo, el aire pesado de la noche colándose entre los pasillos oscuros. Cada paso hacia allí parecía más pesado que el anterior, una mezcla de ansiedad y duda llenando su pecho. La pregunta que le rondaba la cabeza era simple, pero cargada de temor: ¿habría escalado tanto la situación como temía, o Ekko aún vendría a verla esa noche?

Subió las escaleras con la vista fija en el siguiente peldaño, el tic nervioso en su ojo izquierdo haciéndole recordar lo que había dejado atrás. Con cada movimiento, su ansiedad crecía, y al llegar a la puerta, le costó encontrar el valor para abrirla. Cuando lo hizo, lo primero que vio fue la mancha mohosa de jugo en el suelo, el recuerdo de aquella noche caótica en la que tuvieron que huir sin sus padres, el sabor a desesperación aún fresco en su memoria.

El apartamento, tan familiar y al mismo tiempo distante, no mostraba señales de vida. No había rastros de nadie, ni del moreno, ni de los viejos ecos de su risa. Avanzó lentamente hacia la sala, donde la pequeña ventana aún guardaba la imagen de Ekko la última vez que estuvo allí. Al mirar por ella, el frío la recorrió de pies a cabeza. Sin Ekko, el apartamento parecía vacío, una cáscara de lo que había sido su refugio.

El dolor punzante en su pecho aumentó al caminar hacia la habitación. La cama pequeña, en la que compartía espacio con Vi y, en ocasiones, con él, ahora se sentía extraña, solitaria. Esa sensación de abandono, ese agujero en su pecho, era tan profundo que la hacía cuestionarse si algún día podría encontrar consuelo. Milo, su constante voz en la cabeza, retumbaba como una serpiente venenosa. Sus palabras, aunque ignoradas una y otra vez, siempre lograban dar en el blanco, dolorosas y punzantes.

Jinx se sentó en el colchón, mirando fijamente la puerta, esperando con una mezcla de esperanza y temor que Ekko apareciera. Sus pensamientos la perseguían, más rápidos y más oscuros que nunca. Su mano viajó al estuche de su arma, jugando con el mango mientras su cuerpo temblaba. No era miedo lo que sentía, sino esa pesada sensación de desamor, el mismo que había arrastrado durante meses.

"Aparece, por favor..." Pensaba, luchando contra las voces que intentaban romper su calma.

Con el pulso acelerado, apretó el mango del arma con más fuerza, su mirada fija en la puerta con tal intensidad que podría haberla destrozado. Pasaron los minutos, que para ella se sintieron como horas. ¿Y si no llegaba? La posibilidad de que Ekko no apareciera la mantenía inmóvil, luchando contra el tic nervioso en su pierna, que golpeaba el suelo con impaciencia.

El sonido de las oxidadas bisagras de la puerta la sacó de sus pensamientos. La compleja figura de Ekko apareció por la rendija, y su corazón se detuvo por un segundo. Sin pensarlo, se levantó rápidamente y, como un instinto primario, apuntó el arma hacia él. Ambos se miraron, pero no era la mirada de un enemigo. Era la mirada de dos almas perdidas, que se entendían sin palabras, preocupadas por el otro, por lo que habían atravesado y por lo que aún no entendían del todo.

Jinx dejó caer el arma sobre el colchón, su cuerpo caminando hacia él como si algo la arrastrara. Con la rapidez de un impulso, se aferró a su ropa y lo abrazó, sintiendo la calidez de su cuerpo envolverla. Ekko, como siempre, la acogió en sus brazos, sus manos tocando su rostro con suavidad, como un gesto de disculpa por la abrupta forma en que había terminado su encuentro la noche anterior. Jinx alzó la vista, sus ojos buscando respuestas que no encontraba, y él, al ver esa mirada perdida, solo podía enternecerse aún más.

-Guardará el secreto-informó Ekko, sus palabras como una promesa. Jinx sintió cómo el peso de sus temores se disipaba poco a poco. Dejó escapar un suspiro profundo, uno que ni siquiera sabía que había estado conteniendo.

-¿A cambio de qué?- Preguntó, su cabeza descansando en su pecho, una pequeña mueca en sus labios al recordar la cara de ese Vantaya.

-Nada-respondió Ekko con suavidad, alzando su rostro para mirarla. Tomó su barbilla con una delicadeza que la sorprendió, acariciando la piel suave de su rostro-Scar es de confianza. Él es un buen amigo-

El ritmo Cambiante de JinxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora