Cap9

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"—Ekko? —la pequeña Powder llamó al chico, quien estaba sumergido en su trabajo. Había encontrado una máquina corta leña y estaba decidido a cambiarle el motor para que funcionara de nuevo.

El moreno levantó la cabeza de entre las piezas al escucharla, viendo su suave cabello azulado. De inmediato apartó todo lo que estaba haciendo.

—Pow Pow... —susurró con una sonrisa, invitándola a tomar asiento a su lado.

—Vi me dijo que me quedara contigo... —explicó la pequeña con cierto desánimo, bajando la mirada. No era que no le gustara pasar tiempo con su amigo, pero sentía cómo la relegaban en las misiones por ser la más pequeña del grupo.

Ekko la observó por unos segundos. La forma en que ella se apoyaba en la mesa, desganada, hacía evidente que algo no estaba bien. Se rascó la nuca, incómodo por no saber cómo ayudar. Entonces, como si una idea iluminara su mente, saltó de su asiento y comenzó a buscar algo en una de las cajas repletas de piezas.

Powder lo miraba curiosa, ladeando la cabeza mientras él revolvía con entusiasmo.

—¡Tadaaa! —exclamó Ekko al encontrar lo que buscaba. Levantó un objeto que ella no supo identificar al principio.

—¿Qué es? —preguntó con una mezcla de intriga y confusión.

—Se lo trajeron a Benzo como pago. Mira esto, es muy lindo — dijo mientras presionaba el centro de la pequeña cajita. Con un suave clic, esta se abrió, revelando una delicada muñeca. La figura sostenía su vestido con una mano y en la otra observaba un pajarito con una ternura que no encajaba con los ásperos paisajes de Zaun.

Powder se acercó, fascinada por los detalles. Una sonrisa iluminó su rostro.

—Y lo mejor de todo... — continuó Ekko, girando la cajita para buscar una llave en su base—. ¡Es esto! —Dio cuerda al mecanismo y, de repente, la muñeca comenzó a girar mientras una melodía suave de cuna llenaba el aire.

Los ojos de Powder brillaron con asombro. No era común que un niño zaunita viera juguetes como ese, mucho menos uno con un diseño tan elaborado.

—¿Quién lo trajo? —preguntó, examinando los detalles con cuidado.

—Un señor viejo — explicó Ekko, entregándole también la llave cuando la música terminó—. Dijo que su amo ya no soportaba escuchar esa melodía.

—¿Cómo es posible? Si es tan linda... —respondió ella, admirando la muñeca. La suciedad acumulada no lograba opacar su encanto—. Es muy bonita... como tú.

Powder lo miró sorprendida. Ekko levantó las cejas, sonriendo con un gesto exageradamente coqueto.

Ella soltó una carcajada, empujándolo suavemente en el hombro.

—Bobo... —susurró entre risas, sosteniendo la muñeca con cuidado, mientras la dulzura del momento les hacía olvidar, aunque fuera por un instante, las sombras de Zaun.

Ekko ríe apoyándose contra la mesa de trabajo—puedes venir a tomarla cuando quieras—"

—Tienes que comer.

Jinx levantó la vista, desganada. Revolvía la comida en su plato con el tenedor, moviéndola de un lado a otro sin interés. No había probado un solo bocado. Sentía que, si intentaba comer, lo vomitaría de inmediato. Suspirando, empujó el plato lejos y dejó caer su cabeza sobre la mesa con un golpe seco.

¿Cómo podía comer eso? ¿Cómo podía siquiera intentarlo sabiendo lo que les daban a los prisioneros? Sabiendo que Ekko era uno de ellos. La culpa era un nudo constante en su estómago, apretando cada vez más fuerte.

El ritmo Cambiante de JinxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora