Cap7

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Jinx daba vueltas en la cama, atrapada en un laberinto de pensamientos que no la dejaban cerrar los ojos. Después de la celebración, Ekko la había llevado con él a su habitación. Habían hablado largo rato, echados sobre las suaves sábanas, susurrándose cosas que parecían insignificantes pero que llenaban el silencio. Finalmente, Ekko se había quedado dormido. Ella, sin embargo, permanecía despierta, alerta, con la ansiedad carcomiéndola desde dentro.

Cada vez que cerraba los ojos, su mente se llenaba con la dualidad que la atormentaba: los dos hombres más importantes en su vida, Silco y Ekko, representaban mundos opuestos, y parecía que debía elegir entre ellos. Le parecía una broma cruel del destino.

Se acurrucó en el pecho del moreno, buscando consuelo en su calor, pero su corazón no encontraba descanso. Mordió su labio inferior con fuerza, tratando de sofocar la tristeza que amenazaba con brotar. ¿Cómo había llegado a esto? Si había algo que la unía a Silco era el odio hacia la traición. Y sin embargo, aquí estaba ella, traicionándolo. La posibilidad de que él lo descubriera le causaba un miedo visceral. ¿Qué haría Silco? ¿La odiaría? Esa idea le revolvía el estómago aún más.

Alzó la mirada, observando las facciones relajadas de Ekko mientras dormía. Parecía tan tranquilo, tan inocente. No el luchador incansable que lideraba a los Firelights, sino el niño que recordaba, el que siempre buscaba ayudar incluso cuando él mismo estaba peor que quienes lo rodeaban.

Un pensamiento amargo cruzó su mente: Milo tenía razón. Ella no lo merecía. Ekko era todo lo que ella no podía ser: amable, generoso, esperanzado. Era un rayo de luz en un mundo plagado de sombras, y ella... ella era el desastre que podía apagar esa luz.

A pesar de todo, no podía renunciar a él. Era egoísta, lo sabía, pero no le importaba. Lo quería para ella, solo para ella. Era su chico. Y aunque su mente estuviera llena de dudas y culpas, el corazón le decía que él la quería también, a pesar de todo.

Se acercó con cuidado, besando sus labios suavemente, apenas rozándolos. Era un gesto pequeño, casi insignificante, pero para ella significaba todo. Lo abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en su pecho. ¿Cómo podría decidir entre él y Silco? Sería más fácil arrancarse el corazón que escoger un camino sin destruir el otro.

Y aún así, sabía que el tiempo se agotaba. Si los Firelights atacaban el nuevo punto de entrega de Silco, lo retrasarían al menos un año. Pero después de eso, ¿qué pasaría? ¿Silco le pediría más información? ¿Esperaría que ella actuara como una espía? La sola idea la hacía sentir como una extraña, como una traidora.

Apretó los ojos, tratando de ahogar los pensamientos. Pero uno en particular seguía rondando su mente, golpeándola con fuerza: no estaba tan lejos de Vi como creía. Y eso la aterraba.

"El pequeño intentaba calmarla mientras ella se alejaba abrazando con fuerza al feo muñeco de un mono.

—Pow, vamos, solo será un momento —le decía Ekko con voz tranquila, tratando de persuadirla. Pero Powder, testaruda como siempre, negaba con la cabeza y se arrastraba por el suelo para evitarlo.

—No quiero, arde —murmuró, deteniéndose al sentir el ardor de un raspón en su rodilla que la obligó a frenar.

Ekko suspiró, acercándose con un algodón empapado en alcohol. Se agachó a su lado y trató de sonar lo más paciente posible.

—Si no te curo, te dolerá más después —le explicó. Powder se cubrió el rostro con el muñeco como si este fuera un escudo, pero él no desistió.

—Mira, si te concentras en eso, dolerá más —le dijo mientras apartaba el juguete con cuidado—. ¿Por qué tienes esa cosa tan fea, Pow?

La pregunta la distrajo lo suficiente para que él comenzara a trabajar en su herida. Ella miró el muñeco y presionó sus brazos, haciendo que los platillos en sus manos sonaran débilmente.

El ritmo Cambiante de JinxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora