•Epilogo•

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Desde aquella altura, por un instante, sintió paz. La muerte ya no era su deseo y, sin embargo, ahí estaba, a un paso de abrazarla. Quizás se lo debía en parte a Vi. Los pensamientos llegaban como destellos, pequeños parpadeos que le mostraban todos los momentos: los buenos, los malos, los insoportables.

Cerró los ojos, esperando que el final fuera rápido. Una lágrima resbaló por su mejilla mientras abrazaba al monstruo, antes humano, con fuerza. Había vivido más de lo que esperaba. Había hecho el bien y el mal; había construido y destruido sin medida.

El miedo al impacto contra el suelo le erizó la piel, pero intentó no pensar en ello. Intentó no mirar hacia arriba, no buscar la figura de su hermana, pues sabía que ese último vistazo haría más difícil su decisión. Una decisión que había tomado hace tanto tiempo que, por una vez, parecía correcta: hacer algo bueno.

Sin embargo, el suelo nunca llegó.

En su lugar, unos brazos la sostuvieron con firmeza, rompiendo su caída. Por un momento, creyó que era Vander, que en una especie de alegoría había muerto y que él venía a buscarla. Pero al parpadear, sus ojos se encontraron con un rostro familiar, uno que había sido un refugio en otro tiempo.

Esos ojos marrones la observaban con una mezcla de dulzura y miedo, miedo a perderla de nuevo.

Se agarró de su camisa, seria, expectante, sin saber qué decir ni sentir. Esperaba el final, y ahora que no había llegado, todo se desmoronaba dentro de ella.

-No puedes pasar tu vida asustándome así... -susurró Ekko, su voz rota mientras la abrazaba con fuerza, como si soltarla fuera una sentencia. La patineta se detuvo sobre una montaña de escombros, temblorosa como sus manos.

Ekko sollozaba, aferrándose a ella. La necesitaba. Ese aroma, tan cambiado pero aún dulce y familiar, le llenaba el pecho de un calor que no había sentido en años.

-De verdad no puedes seguir intentando salvarme -murmuró Jinx, aceptando el abrazo, sintiendo una calidez que le era ajena desde hacía tanto tiempo. El amor, ese amor que creyó perdido, invadió su sistema como una droga que la hacía tambalear,la había cargado del mismo modo cuando ella salto para llamar su atención.

-Lo haré cuando dejes de ponerte en peligro -respondió Ekko, acariciando sus mejillas con una suavidad extrema, sus pulgares trazando círculos en su piel marcada por el caos.

-¿Por qué me buscaste? Después de todo... supuse que... -preguntó ella, aunque la respuesta ya no importaba. Aquella pregunta había sido suya en el pasado, y ahora volvía a él, como una herida que nunca dejó de sangrar.

-Solo... supe que nunca te superé -susurró Ekko, interrumpiéndola. Sus palabras, aunque no completamente claras, contenían un millón de recuerdos. Recordaba aquel espacio fuera del tiempo, ese lugar donde comprendió que nunca dejó de quererla. Y en ese momento, ella supo que, en algún rincón de su alma, él siempre había estado esperando.

-Y... no es tu culpa lo que pasó, Jinx, Powder... nunca lo será. Estabas confundida, y si aún te sientes así... puedes apoyarte en mí. Porque... -ella lo calló con un beso suave, cálido, casi necesitado. No fueron palabras lo que necesitaban, sino algo más profundo, algo que solo ellos podían entender.

—Cursi —ella sonrió suavemente, pero en sus ojos brillaba una ternura que no había mostrado en mucho tiempo. Ekko había pasado por tanto, odiarla, amarla, era un vaivén terrible, una lucha constante contra sí mismo.

Después de todo lo sucedido, él se había convencido a sí mismo de que Powder había muerto. Su corazón roto sufrió tantas noches en solitario, sin poder encontrar la paz. Era más sensible de lo que parecía. Y lo más doloroso había sido pelear en bandos diferentes, enfrentados por una causa en la que ambos ya no creían.

Era más fácil odiarla que admitir el dolor que sentía al verla del otro lado. Y ahora, aquí estaban, en el mismo bando, buscando un futuro que nunca creyeron posible.

-Lo siento —dijeron ambos al mismo tiempo, dejando salir la disculpa que había estado atrapada en sus gargantas durante años. Esa palabra, que había sido su muro durante tanto tiempo, finalmente salió.

Sus frentes chocaron suavemente, compartiendo un momento donde todo se detenía. Ya no había guerra, ni caos, ni rencor. Solo dos jóvenes rotos, cuyas piezas aún encajaban perfectamente, como los engranajes de un viejo reloj atado a una bomba. El tiempo, ese enemigo invisible, ya no existía.

Vi no sabe que te salve...vamos —susurró el moreno, mirando hacia la profundidad de la estructura, bajo el polvo y la ceniza que los rodeaba. La ciudad, un reflejo de lo que había sido, no ofrecía mucho que ver. Pero ahí, en ese abrazo, ella encontró lo que había perdido: la esperanza.

—Y no sé si quiero que lo sepa. —Jinx respondió con una mirada decidida, como si la pregunta ya no importara. Lo que sí importaba era lo que venía después, lo que ellos elegían ser, juntos,quizás era lo mejor después de todo el dolor que causó a su hermana.
—Escapar? —Ekko repitió en un susurro, la palabra resonando en su mente, como si estuviera sellando su destino. Miró al suelo, donde los escombros cubrían todo, vestigios de una ciudad que nunca volvería a ser la misma. No había escape, al menos no de la forma en que lo imaginaba. Siempre habían tenido que ocultarse, siempre habían corrido, y no importaba lo lejos que llegaran, parecía que la huella de su pasado los perseguiría.

—Siempre tuvimos que ocultarnos... No sería diferente. —Ekko dejó caer la cabeza y apoyó su frente en su hombro, como si la cercanía de Jinx pudiera calmar la tormenta que sentía dentro.

Jinx lo miró en silencio por un momento. Luego, con una suave sonrisa que ocultaba una leve tristeza, levantó su mano y acarició su mejilla con ternura, como hacía tanto tiempo que no se permitía hacer.

—Que esta vez no haya nada de qué ocultar. —Su voz sonaba suave, pero en sus ojos había una determinación que no se había visto antes. Había sido un camino largo, lleno de caos, pero algo había cambiado en ella, algo que la empujaba a buscar un futuro diferente.

Ekko la observó por un momento, como si dudara de sus palabras, pero luego su rostro se suavizó. La verdad era que había algo en su forma de hablar, en la forma en que la tocaba, que le hacía sentir que quizás, solo quizás, había un atisbo de esperanza en lo que proponía.

—Eres aburrido. —Jinx sonrió de manera juguetona, una sonrisa que lo hacía sentir a el una mezcla de alivio y preocupación, como si fuera imposible no amar esa parte de ella.

—vamos,se una buena chica—tomo delicadamente la cintura de Jinx para estabilizarla,subiendo para volver con VI, aunque sabía que no sería buena,ella era todo un ritmo cambiante.

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El ritmo Cambiante de JinxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora