Cap10

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Tras el tercer día de encierro, la tensión empezaba a notarse con una intensidad insoportable. Ekko podía jurar que había memorizado cada esquina y cada irregularidad de aquella mancha moosa en la pared. El lugar era un caos contenido, pero más desordenado aún era su mente. El silencio que compartía con Scar era más opresivo que cualquier pared o reja; el único momento en que rompían esa quietud era para lanzarse reproches. Y ni siquiera aquellas discusiones ofrecían verdadero consuelo, solo una furia momentánea que se apagaba rápido, dejándolo con un peso más grande en el pecho.

Scar apenas le dirigía la palabra, salvo para remarcar una y otra vez quién tenía la culpa de su situación. Según él, todo apuntaba a Jinx. Y aunque en algún rincón oscuro de su mente asomaba esa misma duda, una parte de él se negaba a aceptarlo. La idea de que ella, su Powder, pudiera haber tendido una trampa para ellos era como un veneno lento que amenazaba con destruir lo poco que quedaba de su fe.

Pero su lealtad era una barrera que, aunque desgastada, seguía resistiendo. Ella no era solo Jinx, no para él. Ella también era Powder, la niña que había conocido antes de que el caos se apoderara de su vida. Esa dualidad era lo que lo mantenía aferrado a su esperanza. Había visto destellos de humanidad en ella, destellos de la chica que amaba. Incluso si ahora parecía enterrada bajo capas de dolor y confusión, Ekko estaba decidido a encontrarla.

El hambre comenzaba a hacer mella en su cuerpo, pero más pesado que eso era el cansancio emocional. Había rechazado la comida que les habían ofrecido, un acto de orgullo y desconfianza que ahora empezaba a parecerle una mala decisión. Su estómago rugía con un recordatorio constante de la terquedad,de el y del equipo pero el sabor de la derrota era aún más amargo que la falta de alimento.

Esperaría a que todos durmieran, como había hecho las noches anteriores. Solo entonces se permitiría bajar la guardia, lamentarse en silencio y enfrentarse al dolor que lo consumía. Su corazón seguía dividido entre su amor por Powder y el eco constante de las palabras de Scar, que le susurraban que tal vez, solo tal vez, ella había sido quien los había llevado a esa situación.

El pensamiento lo atormentaba, como un parásito instalado en su mente, alimentándose de cada duda y cada inseguridad. Pero incluso así, no podía dejar de amarla. Su amor por ella era una fuerza imparable, pero una que empezaba a resquebrajarlo por dentro.

Mientras cerraba los ojos, fingiendo dormir para evitar más discusiones, una única frase resonaba en su cabeza: “Ella también es humana. Ella es mi chica.” Y con eso, trató de convencer a su corazón de que seguir luchando valía la pena, aunque el peso de la incertidumbre lo dejara sin aliento.

Como siempre, a la misma hora, llegaba la comida. Los platos se acumulaban en el estrecho espacio como un recordatorio silencioso de su cautiverio. El hombre que las traía apenas se molestaba en entregarlas con cuidado, simplemente los arrojaba al suelo con un gesto descuidado, sin importarle si el contenido se derramaba o no. Su risa cínica resonaba en el espacio reducido, un eco que a Ekko le hervía la sangre.

Había algo en su actitud, en la manera despreocupada en que los trataba, que lo hacía apretar los puños con fuerza. Más de una vez había considerado lanzarse contra la reja, golpearla hasta que su frustración se materializara en un escape o al menos en un enfrentamiento. Pero siempre terminaba soltando un largo suspiro y dejando que la impotencia se asentara en su pecho.

Esta vez no fue diferente. Miró el tazón de comida volcado a sus pies, la especie de lo que esperaba que fuera avena derramándose lentamente sobre el suelo sucio. No les importaba. Solo cumplían con mantenerlos vivos, pero apenas. Era casi peor que el abandono; era la indiferencia total.

Ekko se quedó observando el plato por unos segundos, su mente llena de pensamientos oscuros. Entendió, casi con resignación, que cada vez que rechazaba aquella comida, cada vez que dejaba que el hambre lo dominara, estaba haciendo exactamente lo que ellos querían. “¿Por qué sobrevivir?” pensó amargamente.

El ritmo Cambiante de JinxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora