Cap4

1.2K 129 12
                                    

Las calles de Zaun eran un entramado oscuro y peligroso, y moverse sin llamar la atención era casi un arte. Ekko, siempre precavido, le colocó su abrigo a Jinx, cubriendo su largo cabello con la capucha. Su aspecto era inconfundible, incluso bajo las sombras. Caminaron lentamente por el callejón, pasando junto a dos hombres que jugaban cartas en un pórtico y un borracho que dormía en medio de la calle, murmurando incoherencias.

Al avanzar, Ekko señaló una escalera de incendios. La subieron con rapidez, sus pasos silenciosos resonando apenas en el metal oxidado. Cuando llegaron a los tejados, Jinx se quitó la capucha, dejando que sus largas trenzas se liberaran al viento.

La luna brillaba en lo alto, blanca y etérea, proyectándose sobre el edificio más alto de la ciudad. Su luz tocaba las trenzas de Jinx, haciéndolas parecer un azul aún más intenso, y se reflejaba en sus ojos como un recuerdo distante.

Ekko se detuvo a observarla, su pecho lleno de emociones encontradas. Por un instante, aquel reflejo lo llevó atrás en el tiempo,a tiempos más simples que aquellos.

—Sígueme—susurró, acariciando su mejilla.

Ella lo miró, y sus ojos hablaron más de lo que cualquiera de los dos podría expresar en palabras. Sin decir nada, asintió. Ekko tomó su mano y ambos comenzaron a correr por los tejados, sus pisadas ligeras como si compartieran un pacto silencioso con la luna, que los acompañaba como única testigo.

En un salto arriesgado sobre una gran abertura, ambos cayeron rodando por el techo. Sus risas resonaron en el aire contaminado de Zaun, un sonido puro en medio de tanta suciedad. Jinx quedó sobre él y, sin pensarlo, lo besó, su cabello enmarcando el momento como un cuadro imposible de borrar.

Cuando el impulso de su juego los llevó al edificio más alto, ella se sentó en la cornisa, dejando que sus piernas colgaran mientras su mirada recorría la ciudad. Ekko se sentó a su lado, y Jinx apoyó la cabeza en su hombro, dejando escapar una risa traviesa.

—Lo único malo es que aquí no podemos hacer nada...—murmuró Ekko, mirando al cielo, sabiendo que en Zaun las estrellas apenas eran visibles, ocultas tras el espeso humo. Pero, por alguna razón, en ese momento no le importaba.

—¿Quién dice que no?—respondió ella, acercándose para besar su cuello con dulzura, dejando que sus labios dibujaran un rastro cálido sobre su piel.

Ekko rió, besando su frente con ternura.

—¿Sabes algo?—preguntó, su voz más baja, cargada de sinceridad.

Jinx alzó la mirada, arqueando una ceja mientras esperaba que continuara.

—Cuando era niño, me gustaba subir a los tejados. Decía que desde aquí era la mejor vista de Zaun—admitió, dejando escapar una risa tímida mientras se acomodaba sobre el suelo, apoyándose con las manos—. Era algo tonto, lo sé, pero siempre quise mostrártelo... Aunque nunca encontré el momento adecuado.

Los ojos de ambos se encontraron de nuevo, y en los de Jinx, Ekko creyó ver a Powder, la niña que había perdido tanto tiempo atrás.

Sin pensar, la besó, sus dedos enredándose en sus largas trenzas mientras su corazón latía con fuerza. En ese instante, no había Zaun, ni humo, ni caos,no firelight,no bandos contrarios. Solo ellos dos, bajo una luna que  compartia su secreto.

—Cursi —susurró Jinx con una sonrisa torcida, empujándolo suavemente hasta el suelo. Se sentó sobre él, buscando mejor acceso a sus labios. Quizás también lo hacía como una forma de protegerse, pues aquellas palabras habían hecho retumbar su corazón de una manera que no quería admitir.

Ekko soltó una risa suave. Aquella misma palabra se la había dicho Benzo una vez. Se reincorporó un poco, acomodándola en sus piernas y sujetando su rostro con delicadeza para besarla de nuevo. Sus manos descendieron lentamente, explorando su cuerpo con un toque que mezclaba ternura y un deseo latente.

El ritmo Cambiante de JinxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora