Capitulo 1 Un día muy extraño me topé con esos ojos dorados.

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Que pereza.

Maldito trabajo de química molecular, si no fuese por él no se me hubiese hecho tan tarde.

Caminaba por el parque Quincy, la residencia donde vivía estaba cruzando este parque, la brisa chocaba con mi cara, era fría y solitaria, era una hermosa sensación.

Siempre me ha gustado la soledad, no me avergüenzo de ello, jamás necesite de alguien, me enorgullezco de ello, pero había veces en las que sentía que algo faltaba, algo de emoción ya que mi vida en la realidad era un aburrimiento total, como deseaba llegar ya a casa para conectarme y jugar toda la noche.

Me encendí un cigarrillo, cuando me estresaba acudía a ese vicio que había adoptado hace tantos años, bueno no tanto, solo tengo veintiuno y comenzó a los dieciséis, los humanos tenemos una vida tan corta y aun así nos parece una eternidad, aunque claro, la eternidad era relativa para cada ser, suspire, odio cuando me pongo filosófica.

Veo mi teléfono apenas son las once menos quince, tenía sueño y un hambre atroz, y pensar que no había hecho la compra, espero que aun haya un restaurante que haga entregas a domicilio a estas horas.

Caminando siento tres pares de pies que me siguen, el parque Quincy es conocido por ser un lugar de descanso de los universitarios, pero también porque en la noche se dice que suelen secuestrar a muchachas lindas para hacerle toda clase de barbaridades, no hay razón en preocuparme, no soy una chica linda, al contrario, con mis grandes ojeras, ojos hundidos y cabello hecho un desastre me sorprende que alguien se haya fijado en mí, deben de estar desesperados realmente, no me malentiendan, no es que tenga el autoestima bajo, al contrario, pero soy realista y sé que alguien como yo jamás se ganaría que la miraran dos veces y me gustaría que siguiera siendo asi.

En un punto soy rodeada por los tres que me seguían, uno era alto, otro de estatura media y uno era casi de mi tamaño, todos eran caucásicos, no debían de tener más de veinticinco y estaban drogados hasta la madre.

- Hola preciosa, ¿Qué hace una chica como tú caminando sola?- Dice el más grande con una estúpida sonrisa en su rostro, levanto una ceja, estos tipos eran un cliché andante.

Decido ignorarlos y seguir mi camino pero uno me toma del hombro y me gira hacia ellos, un dato importante que deben saber sobre mí, es que odio que las personas me toquen, no importa si es intencional o no, pero odio cualquier clase de contacto, clavo mi vista en los tres chicos.

- ¿Qué sucede? ¿Eres muda? Yo puedo arreglar eso y hacer que grites como nunca antes lo has hecho- me dijo el de estatura pequeña, dudo mucho que ellos hagan algo que me provoque gritar ya que lo único que me están causando es risa.

- Oye niña, di algo, no nos mires así de insolente- Dice el mediano, quien me quita el cigarrillo de la boca y se lo fuma el, a veces me pregunto qué pasa por la cabeza de las personas, si en mi lugar estuviese una de las chicas de la universidad seguro ya estarían gritando, llorando y rogando que las dejasen ir, pero yo no conocía esos sentimientos, en realidad no conocía ninguno, por eso el que toda mi familia me execrase de sus vidas, para ellos yo era menos que un engendro.

- ¿Y como esperas que te mire, niño?- le digo, realmente quiero llegar ya a casa, tengo hambre y cuando tengo hambre mi humor se pone más negro de lo normal.

- Ala pero si habla, ahora, ¿Por qué no nos dejas que te acompañemos? nos puedes agradecer luego- dijo el alto haciendo una mueca que puede que el creyese que era un guiño.

- No gracias- Me di la vuelta para seguir mi camino, esperaba que esos chicos realmente me dejasen en paz.

- ¡No te resistas!- el alto me tomo de los hombros y se acercó a mí, esto ya ha ido demasiado lejos.

La obscuridad que un dia nacio en mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora