Siendo un fantasma, Daniel tenía la ventaja de ser más veloz, más sigiloso. Lo que le habría llevado horas explorar como humano, le tomó apenas minutos como fantasma.
Se cuidó muy bien de no penetrar a través de las puertas, en caso de que estuvieran protegidas, y en cambio, se deslizaba silencioso por el suelo, traspasando de piso en piso.
La sala de estar era tan grande que, las paredes más alejadas, parecían disolverse en sombras.
Movió cuadros en busca de interruptores, buscó detrás de los libreros, recorrió dos veces las escalinatas de mármol a la espera de encontrar algún pasadizo secreto.
Nada.
El amplio recibidor estaba a oscuras, pero no había nada sospechoso en el. Así como tampoco lo hubo en el cuarto de estar adyacente, cuya iluminación era una fina lámpara de araña que pendía del techo, refractando haces de luz en la amueblada estancia.
La cuarta puerta del último piso era la del laboratorio. Daniel agudizó el oído antes de decidirse a abrir la puerta. No tenía llave, pero tampoco halló gran cosa al entrar y encender el interruptor de la luz.
De todas las habitaciones que había recorrido, esta sin lugar a dudas era la que transmitía un aire de completo abandono.
Había dos libreros empolvados. Asimismo había motas de tierra y pelusa en el piso. Una mesa de madera fisurada y el portal fantasma tan idéntico al de sus padres.
En silencio, Daniel revisó el cableado. A simple vista el portal aparentaba no haber sido utilizado en mucho tiempo.
Ni siquiera había una fuente de electricidad cercana para enchufarlo.
¿Se habría equivocado respecto a Vlad?
Ansioso, Daniel tamborileó los dedos contra sus muslos. Su reloj de pulsera marcaba las ocho y tres cuartos. Se estaba haciendo tarde. Demoraría más de media hora en volver a casa. Ya tendría que haber salido de allí.
Su sentido común parecía haberse atrofiado, pero así y todo Daniel quiso hacer caso a su instinto para buscar en otra de las habitaciones con objetos apostados en columnas de granito. Semejaba la exposición de un museo.
Daniel inspeccionó una afilada estaca que luego devolvió a su sitio. Había un bello jarrón de cerámica con un extraño tallado en relieves. Daniel lo giró despacio en sus manos. Estaba por quitarle la tapa cuando la puerta se abrió súbitamente.
La sorpresa de ver a Vlad Masters perfilado en el umbral fue tal, que Daniel dejó caer el jarrón, que terminó rompiéndose en decenas de diminutos trozos a la par que una nubecilla de polvo se elevaba del suelo.
Los ojos de Vlad se abrieron en mudo asombro. La perplejidad que denotó su rostro sumió a Daniel en la confusión.
—Yo, eh...solo estaba. Estaba...— jugueteó ansioso con sus manos, sin saber a ciencia cierta qué hacer a continuación.
Acababa de allanar en su casa, husmeado en los rincones y roto un jarrón aparentemente invaluable, y todo para nada.
—Las cenizas de mi madre— musitó Vlad, sombrío, impecable e inquisitorial, poniéndose de rodillas, tratando de reunir un montoncito de aquel polvo con las manos.
Daniel miró atónito el estropicio. De pronto era como si tuviera las piernas de plomo.
—¿Dijiste tu madre?...¿Cenizas?— preguntó con el gesto helado y horrorizado.Por alguna razón su cerebro no terminaba de enlazar ni procesar aquello. Haber roto una vacija invaluable ya era lo suficientemente malo, pero romper una urna con cenizas familiares era imperdonable.
—Lo siento mucho. Yo no...no lo sabía.
"Fue un accidente" deseó haber dicho, pero para entonces Vlad ya lo miraba con notoria desaprobación y rabia contenida.
—Sal ahora, Daniel. Es mejor que te vayas.
Estupefacto, Daniel obedeció. Tropezó varias veces al dirigirse a la salida, seguro de que Vlad lo perseguiría y lo destruiría, o enviaría a uno de sus aliados para hacer el trabajo. Sin embargo no hubo mayores obstáculos en su retirada, y eso solo acrecentó el malestar interno de Danny Fenton.
ESTÁS LEYENDO
Experimento fantasma.
FanfictionVlad se hace amigo de Danny y pretende ayudarle a mejorar sus habilidades. VladxDanny.