La mañana comenzó de forma abrupta para la pareja asiática. Priya, su anfitriona, entró en la habitación con entusiasmo, aunque no sin antes tocar la puerta. Era el primer día de trabajo de las dos en la frutería, y Priya llevaba en sus manos los uniformes recién preparados. Con una sonrisa de orgullo, los desplegó frente a ellas.
Priya: ¿Qué os parecen, muchachas? —preguntó con su rostro iluminado de emoción -.
Yanin: ¡Son increíbles! Es la primera vez que tengo un uniforme que no sea escolar.
Nomi: —sonríe tímidamente— A mí me recuerda a mi primer trabajo en un maid café.
Priya: ¿ Maid qué? —frunce el ceño, intrigada.
Nomi: Es un tipo de cafetería que hay en mi país donde las empleadas se visten como criadas y adoptan un rol específico. Yo, por ejemplo, debía actuar con ternura. Todo el local tenía una decoración "kawaii", es decir, adorable.
Priya: Vaya, vaya, ¡qué curiosos sois los japoneses! —ríe con complicidad—. Entonces, Nomi, ya tienes experiencia con clientes.
Yanin: Yo era su clienta VIP —añade con picardía, mirando a Nomi—. Se veía tan hermosa con ese uniforme... ¡Todavía me acelera el corazón!
Priya: —sonríe, divertida— Qué alegría me da tener a esta parejita en mi tienda. Bueno, chicas, desayunen rápido. Voy a buscar algo de efectivo. Seremos cuatro, así que hoy toca ir en autobús.
Durante el desayuno, una preocupación inquietaba a Nomi. Cerca de la mesa debería estar Hogosha, su gatito, disfrutando de su pienso, pero no había dado señales de vida desde la noche anterior.
Poco después, Amandla, se unió a la comida matutina. Su rostro reflejaba días de tormenta emocional, pero aún así se esforzó por ser amable con las huéspedes. Conversar con ellas parecía ser un pequeño refugio para su mente.
A las ocho de la mañana, con el sol recién salido, las cuatro emprendieron el camino hacia la frutería en autobús. Yanin y Nomi compartían un sentimiento de gratitud hacia Priya, deseando aportar lo mejor al negocio de aquella mujer que, sin pedir nada a cambio y de forma altruista , les había dado un hogar.Al llegar, justo antes de abrir la tienda, Priya se detuvo con el ceño fruncido, sosteniendo la llave en la cerradura.
Priya:—suspira, fastidiada— No puede ser... Al final, parece que tendremos vecinos.
Amandla: ¿A qué te refieres?
Priya: Hace unos días vi a una señora hablando con el dueño del local de al lado. Por lo que escuché, quiere abrir un negocio. Tendremos competencia directa y probablemente agresiva.
Amandla: —mira a Priya con desaprobación— Ay Priya, deberías dejar de escuchar conversaciones ajenas...
Priya: Es necesario, cariño. En este mundo empresarial, tienes que conocer mejor a tus competidores que a tus socios. Pero bueno, eso es un problema para el futuro. ¡ Ahora pongamos en marcha la frutería !
Al entrar, Yanin y Nomi se miraron con complicidad, recordando el día que llegaron a ese lugar. Desde entonces, sus vidas habían tomado un nuevo rumbo. Gracias a Priya, habían encontrado privacidad, descanso y tiempo para reflexionar sobre el impacto emocional de haber dejado atrás su país natal y a su gente.
Ya dentro de la tienda, Priya comenzó a dar indicaciones, mientras Amandla les mostraba cómo mantener todo en orden y atender a los clientes. A pesar de los desafíos, tanto Yanin como Nomi se sentían listas para comenzar esta nueva etapa de sus vidas. Yanin intentaba aprender, con la torpeza característica torpeza de novata. Nomi, por el contrario, se movía con agilidad, incluso pudiendo permitirse ayudar a su novia. Ya estando a suerte, jugaban mientras reponían varias cajas de fruta. De repente, la tailandesa tenía una caja de fresas entre sus manos. Casi instintivamente se lamió sus propios labios.
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La media naranja de la esperanza
Ficción históricaEn el contexto histórico del Apartheid nos adentraremos en la historia de dos interesantes mujeres , una excéntrica frutera hindú y una joven trabajadora africana . Las artificiales diferencias creadas por los artífices de dicho sistema de segregaci...