VII

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Solucionados los conflictos y aclaradas mis dudas, retomé mis actividades con normalidad.

Mi vida con Richie era buena, nuestras relaciones íntimas se daban con la regularidad de siempre, y de vez en vez, con su hermana aprovechábamos las mañanas libres para jugar un poco por la casa: el baño,el living, la cocina.

No olvidaré aquella vez cuando preparaba el postre favorito de mi esposo y terminamos todas pegajosas y relajadas.

En esos días los rayos del sol caían como dagas y habíamos decidido broncearnos un poco antes de que el sol se tornara agresivo. Nos metimos un rato a la pileta y luego nos quedamos en nuestros trajes de baño. A las diez de la mañana, el calor ya comenzaba a hacerse notar.

Ella se puso a trabajar sobre los planos de un subsuelo que debía tener acceso a uno de los subtes de la ciudad y estaba teniendo problemas con la distribución del sistema de ventilación. Eso, en una ciudad tan calurosa como ésta, era sumamente delicado.

Hizo un alto en su tareas y fue a la cocina, donde yo me esmeraba en respetar los pasos de la conocida pero complicada receta; el postre debía salirme perfecto, por dos razones: era el favorito de mi esposo y además, ese día era su cumpleaños.

Después de curiosear en la heladera, Becky se apoyó contra la mesada a mirar lo que cocinaba mientras mordisqueaba distraídamente una manzana.

Para llamar su atención, tal vez llevada por un inconsciente deseo de poseerla otra vez, metí mis dedos en el dulce de leche y los llevé a su boca.

Ella, sin dudar comenzó a lamerlos gustosa. Mirándome provocativamente a los ojos los limpiaba lenta y pausada con su lengua, los aprisionaba con sus labios y los hundía profundamente hasta su garganta.

Sin pensarlo saqué sus pechos y comencé a masajearlos con suavidad cubriéndolos con la crema chantilly que tenía para el relleno.

Los llevé a mi boca para comerlos golosamente frotando sus grandes y duros botones con la punta de mi lengua. Y a las dos nos envolvió la locura: la tiré sobre la mesa y la dejé completamente desnuda al tiempo que ella abría sus piernas entregándose completamente. Tomé la miel y la derramé sobre su vientre y sobre su vulva carnosa y depilada.

Desde allí vi cómo corría por los labios y se agolpaba en su panal. Me convertí entonces en un oso que busca su alimento preferido: lamí su vagina ávidamente y en el intento de extraer la miel producida en sus entrañas, hundía mi lengua y refregaba mi cara con desesperación. Sus contorsiones me avisaban que el clímax había llegado.

Agitada, bajó de la mesa, me puso a cuatro pies en el suelo y abriendo mis nalgas con sus manos, lubricó mi orificio trasero para hacerlo jugar delicadamente con sus dedos. Se quitó el pañuelo con que sujetaba su cabello y me tapó los ojos.

-No te muevas-me dijo al oído-Ya regreso-

Le hice caso y al minuto la oí volver. No podía verla, pero sentía su lengua recorriendo todos los rincones de mi piel. Se arrodilló detrás de mí, y sorpresiva y maravillosamente, sentí que mis carnes se abrían al paso de su inmenso miembro sujeto a unos arneses que rodeaban sus caderas. Y grité. No lo esperaba. Ella se movía rítmicamente, y yo trataba de recuperar la respiración mientras todo mi cuerpo era bombardeado por desconocidos espasmos de placer.

Nos tiramos de espaldas en el piso para recuperar el aliento. Permanecimos unos minutos en silencio. Imprevistamente. giró hacia mí apoyando su cabeza en uno de sus brazos, me miró y corriéndome el cabello del rostro...

-Te amo-me dijo tristemente.-Siempre te amé-

Yo enmudecí por unos instantes, pero cuando adivinó mis intenciones de articular palabra, puso sus dedos sobre mis labios y acotó:

-Shssss. No tienes que explicarme nada. Sabía que el día que te lo confesara, te perdería. Está todo bien, son las reglas del juego.

Mi hermano es un hombre muy afortunado. Dentro de un mes cada cual seguirá su camino. Sólo quería que lo supieras.

Mi Cuñada BeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora