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Los días que sucedieron fueron inolvidables: después de confesarnos nuestro amor, nuestras relaciones dejaron de ser un juego (aunque-hoy me doy cuenta-nunca lo fueron).

Luego de la partida de Richie a su trabajo, ella solía escabullirse hasta mi cama a ver un poco de televisión y a acariciarnos mutuamente. Algunas veces, terminábamos enredadas en nuestros juegos secretos y calientes.

Pero el día de su partida se acercaba.

Habíamos hablado muy poco acerca de ese tema, quizás por no querer enfrentar el paso del tiempo que, tarde o temprano, nos alejaría. Cada una tenía sus obligaciones y, aunque nos angustiaba la idea de separarnos, sabíamos que eso ocurriría irremediablemente.

El día anterior a su partida habíamos decidido tomarnos el día libre para despedirnos y le dijimos a mi marido que teníamos que viajar temprano a otra cuidad por cuestiones de la empresa, y que regresaríamos ya entrado el anochecer.

Ella había reservado una habitación en uno de los mejores hoteles de la ciudad; una ocasión especial, merecía un lugar especial.

Llegamos al hotel cerca del mediodía. La dos estábamos un poco nerviosas, como una pareja de recién casados en su luna de miel, y no sin razón: no era la primera vez, pero seguramente, iba a ser la última, la despedida.

Apenas entramos a la habitación, pedimos el almuerzo y nos alistamos para darnos un largo y reconfortante baño de inmersión.

Ya en el agua tibia y jabonosa, podía disfrutar viendo cómo la espuma resbalaba por su cuello y ocultaba sus sabrosas moras maduras. Ella se refregaba los pechos y ocultaba las manos entre sus piernas, mirándome provocativamente e invitándome a jugar. Y no me hice de rogar. Puse sus pies a ambos lados sobre los bordes de nuestro pequeño mar privado y apoderándome de su ostra sumergida y caliente, fui abriéndola suavemente con mis dedos hasta hacer saltar en su interior la perla negra del placer. El timbre anunció que el almuerzo acababa de llegar.

Comimos en la alfombra envueltas en nuestras toallas de baño, y la veía particularmente empeñada en darme de comer el postre, sin advertir sus intenciones. Cuando llegó el turno de las frutillas con crema, extendió la cuchara ofreciéndome una y pidiéndome que la siguiera lentamente con mi boca. Así lo hice intrigada, hasta que me vi frente a sus pechos descubiertos y erizados. Sin esperar un segundo los lamí...los mordí.....los besé.....mientras ella me arrancaba la toalla y me recostaba en el suelo. Impaciente, le ofrecí la frutilla de mi sexo que saboreó...frotó...succionó...y preparó para la sorpresa final.

Jugó también con mi orificio trasero, que yo sentía dilatarse generosamente con su lubricado y delicado juguete, que luego dejó en su interior y me hacía gozar. Jadeante y desesperada por mi excitación, le imploraba que me penetrara con sus dedos pero ella se rehusaba. Yo no entendía qué pasaba cuando imprevistamente sentí que, quitándose la toalla, se recostaba sobre mí y hundía también en mis entrañas su juguete con arnés, cabalgándome frenéticamente mientras me acariciaba y me besaba con desesperación. –Te amo, te amo-repetía a cada movimiento de su pubis- Y haré lo imposible para que vuelvas a estar conmigo.-

Yo sentía sus juguetes moviéndose entre mis carnes hambrientas y enrojecidas y el éxtasis del placer me quitaba la respiración.

No sé si fue su doble penetración, sus movimientos o sus palabras, pero fue el estremecimiento más intenso que tuve en mi vida. O fue que, quizás, me dijo lo que siempre había querido escuchar.

Después de descansar un rato, nos dimos un baño y salimos a recorrer un poco la ciudad, ya que ella quería llevar algunos regalos para unos amigos.

Las últimas palabras que había pronunciado mientras hacíamos el amor resonaban en mi cabeza y me llenaban de incertidumbre; tal vez avivaban en mí una esperanza que no quería tener; tal vez, me obligaban a reconocer que era éso lo que yo realmente deseaba, pero que no estaba dispuesta a hacer nada para conseguirlo. En el fondo, era una cobarde. Ella era capaz de jugarse todo por mí y eso me daba miedo.

Mi Cuñada BeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora