IX

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Después de que Richie se fuera a la oficina, me quedé recostada en mi cama acompañada de mis pensamientos. Era muy temprano y ella todavía dormía en su habitación.

Yo recordaba el día que la vi bajar del auto, cansada del viaje; las mañanas, aquella charla en el bar el día de la entrega del proyecto... Y pensar que habíamos convenido jugar un poco... sólo por placer y sin compromisos.

Cansada ya de evadirme en mis recuerdos, me levanté pesadamente para refrescarme un poco la cara. Y no pude evitar mirar hacia su alcoba. La vi allí, dándome la espalda, durmiendo plácidamente recostada sobre el lado izquierdo de la cama. Y decidí contarle mi verdad.

Sin importarme ya las apariencias, me metí con prisa entre sus sábanas. La abracé fuertemente por la espalda, y bebí desesperada de la droga tentadora de sus cabellos.

-Te amo- le dije mientras mis manos recorrían sedientas sus caderas, tratando de recuperar tantos días de deseo contenido.

Sin decir nada, giró hacia mí y me respondió con un mojado beso de pasión. Mi piel recuperaba estremecedoramente esas inquietas caricias femeninas, que me envolvían en un sopor tranquilo y profundo.

Nos hicimos el amor como la primera vez. Y no hubo palabras. Nuestros cuerpos habían aprendido el lenguaje del amor.

Desde ese día habíamos decidido aprovechar todo el tiempo que nos quedaba por compartir, porque pensar en lo descabellado de nuestra relación sólo nos haría sufrir y formular preguntas imposibles de resolver.

Yo tenía una vida con mi esposo, una profesión, amigos, parientes, y no podría soportar el juicio y la censura de la gente. Además, él era un excelente esposo.

Mi Cuñada BeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora