Al despertar por la mañana, él ya se había ido a trabajar. Entonces me di cuenta de que me había dormido. Me levanté cansada por el desvelo y fui directamente al sobre. Entonces, recordé que debía quemar la carta que había escondido en el bolsillo del delantal. Después de releerla, lo hice sin dudar.
Mientras me vestía ensayaba mentalmente los argumentos que le diría mi esposo para justificar mi decisión de viajar: "sólo sería por unos meses"... "era importante para mi currículum".... "el sueldo era más que tentador"... además, trabajaría con su hermana.... No podía decirme que no.
Cuando volvió al mediodía, le mostré la nota del gerente y la otra carta de su hermana en la que justificaba la necesidad de que sea yo quien trabajara con ella. Él me miró pensativo y permaneció callado. Tanto silencio estaba comenzando a incomodarme.
-¿Qué pasa?- pregunté, un poco nerviosa.
Esperó unos minutos y, mirándome a los ojos, contestó: -La carta. En el bolsillo del delantal. La encontré temprano, al hacerme el desayuno.
De pronto sentí cómo las piernas se me aflojaban y un sudor helado comenzó a invadirme bruscamente. Me senté. El corazón quería salírseme del pecho. Tardé un poco en recuperarme, pero antes de que yo pudiera articular palabra, prosiguió: -No te preocupes, al fin y al cabo, siempre lo supe, sólo me faltaba una confirmación.-
Sin entender por qué se había dado cuenta, pregunté:-Pero.....cómo...
-Sólo bastaba verlas juntas-interrumpió él.- A pesar de que se esmeraban en disimularlo, hay cosas que no se pueden ocultar. Y podría darles un consejo para el futuro: no se saquen la ropa interior debajo de las sábanas, siempre se escurren para los pies de la cama y quedan olvidadas.
Ahora entendía todo: su discreción en nuestras charlas, su alejamiento, la ironía en el aeropuerto, su silencio.
Yo no tenía palabras. Lloré. Por miedo y por vergüenza. Por él, pero también por mí. No hubiera querido defraudarlo. Si no la hubiese conocido....
Lo abracé, pedí disculpas. Nada era suficiente para reparar el daño que le había hecho.
-Mi hermana no lo sabe, pero yo sabía de sus preferencias.-me dijo para tranquilizarme.- Aunque nunca la hubiera imaginado contigo. Pero no hay reproches, la vida nos impulsa a ser lo que debemos y a estar con quien tenemos que estar, verdaderamente.
Terminamos la conversación como adultos, sin rencores y aceptando la realidad. Yo, en el fondo, sentía un gran alivio. Al fin podría dejar de fingir ante él.
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Mi Cuñada Becky
FanficSin pensarlo como me fue atrayendo más y más la hermana de mi esposo y...