Vanya
Estaba cansada de estar encerrada en el hospital. Quería salir y hacer mi vida de antes, si es que eso se podía porque estaba segura de que nada iba a ser lo mismo que antes. Noah me destruyó de una manera en la que nadie lo había hecho jamás. Nunca pensé que alguien pudiera hacerlo, que fuera precisamente él quien me jodiera de esa manera.
—Necesitas desintoxicarse de todos los calmantes que te suministraron por semanas —habló el médico que se encontraba junto con mis padres en la habitación. Mientras yo miraba a través de la ventana hacia el patio del hospital donde se reunían más médicos y enfermeras o enfermeros y bebían algo o solo platicaban.
—¿Puede llevar ese tratamiento en casa? Nos gustaría tenerla en nuestra casa para poder cuidarla —preguntó mi padre. Observaba a las personas ir y venir, se saludaban y se reían.
—Preferiría que lo lleve aquí, pero si ustedes quieren que esté en su casa está bien mientras cumplan al pie de la letra cada una de mis indicaciones.
—¿Tú que quieres, hija? —me tomé unos segundos para responder y giré para mirar a mis padres. Los tres me observaban como si algo no estuviera bien conmigo.
—Quiero ir a casa —les dije y miré de nuevo a través de la ventana.
—No la podemos tener aquí en contra de su voluntad, así que voy a firmar el alta y se pueden llevar a su hija hoy mismo a casa.
—¿Dónde paso a pagar? —indagó papá.
—Venga conmigo —le indicó el médico. La puerta se cerró y mi madre se acercó poniendo sus manos en mis hombros.
—¿Cómo te sientes? —apoyó la barbilla en mi hombro.
—Mejor que los días pasados.
Tenía que fingir que estaba bien cuando realmente no era así. Me encontraba ansiosa y desesperada por salir y ver a los hermanos. No los había visto desde que me sacaron de ese lugar y de eso ya habían pasado algunas semanas. Mi padre me quería tener presa en este lugar para no verlos. Si salía de aquí y me llevaban a casa sería más difícil verlos hasta que estuviera recuperada y para eso podían pasar meses.
—Hoy nos vamos a casa —puse la mano sobre la suya —. Todo va a estar bien —asentí.
Nada estaba bien en mi cabeza. Estaba fragmentada y no quería olvidar lo que me hizo porque quería tener todo bien claro por si había sobrevivido recordar cada insulto y golpe para poder vengarme de él y hacerle pagar cada lágrima derramada por su maldita culpa. Pagaría con sangre la muerte de mi hijo.
—¿Vino Cami contigo?
—Sí, está en la sala junto con Billy y tu primo.
—¿Le puedes pedir que venga?
—Claro que sí, hija —quitó sus manos de mis hombros y salió de la habitación.
A los pocos minutos Cami apareció entró y cerró la puerta.
—Me dijo Vera que me mandaste llamar —miré fuera de la habitación asegurándome que mis padres no estuvieran por ahí.
—Tienes que ayudarme —cerré la puerta, pero me quedé ahí.
—¿Ayudarte? —indagó —. ¿En qué?
—Hoy salgo del hospital —sus ojos se iluminaron —. Pero ese no es el problema —la sonrisa que dibujó se le borró de golpe —. Sé que mi padre hará lo que sea con tal de que no los vea —asintió —. Y si no los veo no sé cuando podré salir de casa.
—Víctor no haría eso, ¿o sí?
—Es capaz de hacerlo con tal de que me aleje de ellos —le dije.
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Letal. +21. (EN PROCESO)
RomanceNueva versión del libro Bendito Infierno. "Todos llevamos un infierno dentro"