¿Quién era yo? XXVI

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El suelo se encontraba frío, todo su cuerpo se estremeció cuando la camiseta subió una pulgadas y su estomago probó la temperatura de la alfombra. Los pasos arremetieron hacia su dirección tan rápido como había perdido el equilibrio, unas manos la tomaron por la espina dorsal y las piernas, luego ya no sintió el suelo, sin embargo, podía sentir el calor corporal emanando de un chico. Aún sintiéndose un poco mareada por el impacto, su cuerpo fue llevado hacia un suave conjunto de almohadas y bajo un colchón. Isabelle, nunca había pedido ayuda para nada, ella podía hacerlo todo y sentía que esto era totalmente innecesario pero secretamente le gustaba que la atención sea puesta en ella por lo que no dijo nada. De pequeña, Isabelle, caía dormida en cualquier lugar que podía encontrar pero cuando despertaba, mágicamente lo hacía en su habitación. Alec siempre se reía de su desorientación matutina.

- Isabelle..¿Estás bien?-

Su voz. Se había vuelto tan cercana una vez, luego había estado a kilometros de distancia de ella. Ahora la llamaba. La nephilim se sentó de golpe causando que Maia y Simon se echaran hacia atrás.

-¿Iz?- Maia preguntó en un tono preocupante.

- Estoy bien - Dijo sin rodeos, miró hacia Simon -¿Funcionó?-

Simon asintió.

- Bien - Se limitó a decir mientras se abría camino para salir de la cama.

-¿Y que fue todo eso?- Preguntó Simon mirando de Maia a Isabelle.

Maia miró a Simon - Nada.

-¿Nada?-

Isabelle se cruzó de brazos - Solo hablábamos ¿Clary ya sabe que estás aquí?-

Él hizo una mueca - La encontré en la sala de armas...no quiero hablar de eso -

Ella arqueó sus labios en una media sonrisa.

Maia rió y se levantó de la cama despidiendose de ambos sabiendo que hacía mal trio, era bueno ver a Simon feliz con Isabelle. Cuando Simon iba a la estación junto con Luke, le llevaba sus dulces favoritos y jugaban Halo horas de horas y sabiendo que era un clásico y jamás pasaba de moda, dedicaban su tiempo a pasar todo el mundo de Mario Bross. Cuando Simon le preguntaba a Maia sobre Isabelle, ésta le decía "No puedo decirlo, código de chicas" y el no podía insistir tanto ya que no era una persona acosadora.

Ahora todo lo que Simon podía apreciar, era una muchacha con largas piernas y una palida piel grabada con runas, cabello hasta la cintura que baila cuando ella camina, sus perfectos labios rojos que se abren para pronunciar cada palabra con delicadeza, las miradas de todas las personas cuando ella entra a la habitación y se quedan como espectadores en un desfile de moda. Pero eso solo era algo físico, y aunque el solo apreciaba la profundidad de sus ojos y la intensidad con la lo miraba, podía ver cuanto ella lo quería, cuanto esperaba poder estar a solar con él y decirselo, hacerle saber que ellos era lo único que importaba.

-¿Has tomado las píldoras?- Preguntó Isabelle mientras recogía la media del suelo.

- Solo cuando no me he sentido muy bien -

-¿Cuando fue eso?-

- Hace dos días -

Ella lo miró alarmada pero él se limitó a encogerse de hombros - Magnus leyó acerca de un hechizo que contraresta el efecto de esas "cosas"-

¿Quién era yo? [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora