ʚɞ DR3 ʚɞ
El sol brillaba en el cielo de Mónaco, yo me encontraba en el sofá, medio hundido entre los cojines, mirando al vacío, aunque mi mente estaba muy lejos de allí. El silencio era ensordecedor, podía escuchar el leve tic-tac del reloj en la cocina y el sonido distante de las olas rompiendo en el puerto, pero no me ofrecían consuelo. Era como si todo alrededor quisiera recordarme que el mundo seguía adelante, mientras yo estaba estancado.
Mi teléfono estaba sobre la mesa de centro apagado. Ni siquiera tenía fuerzas para encenderlo y enfrentar todos los mensajes de apoyo. Sabía lo que dirían: que mantenga la cabeza en alto, no me desanime, palabras de ánimo de personas que creían que era fácil superar esto. Por parte agradecía esos mensajes, pero por otra pensaba que los que lo decían aún tenían su lugar en ese mundo y no sabían ni de lejos como se sentía. Para ellos, yo era Daniel Ricciardo, el piloto que siempre había tenido todo bajo control. Para mí... yo no sabía quién era ahora.
Mis ojos se desviaron, casi sin querer, hacia la estantería frente a mí. Ahí estaban todos mis recuerdos, perfectamente alineados como trofeos en un museo. Mi casco de mi primera temporada en la F1, me devolvía la mirada, justo al lado, había una miniatura de mi primer Fórmula 1. Lo que ya no era.
Intenté ignorarlos, pero no pude. Me levanté, caminando sin rumbo por la casa, aunque cada rincón estaba impregnado de recuerdos. En la sala, las fotos de viejas celebraciones con el equipo. En la cocina, la taza con el logo del equipo que todavía usaba cada mañana, como si aferrarme a esos pequeños detalles pudiera cambiar algo. Incluso había una chaqueta del equipo ahí colgada.
De repente, sentí que no podía respirar. Como si las paredes se cerraran a mi alrededor. Necesitaba salir de ahí, agarré las llaves del coche y salí sin siquiera pensarlo hacia el aeropuerto y desde ahí viaje hasta Faenza en un vuelo de última hora.
Mi casa ahí era más pequeña que mi residencia en Mónaco, pero mucho más cálida, más tranquila. El olor de la madera vieja, las fotografías en las paredes, incluso el sonido del piso bajo mis pies, todo era un recordatorio de quién había sido.
Me dirigí al salón casi por instinto. Encendí la televisión y busqué lo único que podía ofrecerme algo parecido a consuelo: mis carreras. Encontré un viejo DVD que me regalaron con una compilación de mis mejores momentos. Me senté en el sofá y empecé a recordar esos momentos de gloria que sentí como si hubieran pasado el día anterior. Cada adelantamiento, cada giro perfecto, cada celebración... todo me parecía tan lejano ahora, como si le perteneciera a otra persona.
El tiempo pasó, pero yo apenas lo noté. Estaba atrapado en un bucle de autocompasión y nostalgia, hasta que un golpe en la puerta me sacó de mi ensimismamiento. Al principio lo ignoré. No esperaba a nadie, y no tenía ganas de hablar con nadie. Pero el golpe volvió, esta vez más insistente. Suspiré, levantándome del sofá con una pereza infinita, cuando abrí la puerta, lo último que esperaba era verla a ella.
Hannah estaba allí, con el cabello recogido en una coleta y una expresión de preocupación. No dijo nada al principio, y yo tampoco. Nos quedamos mirándonos durante unos segundos que se sintieron eternos, hasta que ella rompió el silencio.
—Sabía que te encontraría aquí.
Antes de que pudiera responder, ella dio un paso adelante y me envolvió en un abrazo. Era de esos abrazos que te sostiene cuando sientes que todo se derrumba. Cerré los ojos, dejando que esa sensación me inundara, parecía que no me había dado cuenta de cuánto necesitaba esto hasta que lo tuve.
—No tienes que explicarme nada —murmuró, sin soltarme.
Nos quedamos así por lo que pareció una eternidad. Cuando finalmente nos separamos, ella me miró directamente a los ojos.
—Sé qué estás pasando por un mal momento —dijo—Pero no voy a dejar que te hundas solo, Danny.
Quise decir algo, pero las palabras se me atoraron en la garganta. Entonces ella simplemente caminó hacia el salón y se sentó en el sofá y al ver lo que estaba viendo, negó con la cabeza.
—¿Por qué te haces esto?
No respondí. Me senté a su lado, dejando que el silencio hablara por mí. Ella apagó la televisión y se giró hacia mí.
—Danny, tienes que dejar de castigarte. Sí, cometiste errores. Todos lo hacemos. No eres el piloto perfecto, y eso está bien.
—No lo entiendes —dije finalmente, mi voz apenas un susurro—Lo arruiné todo, Hannah. Todo.
—No, no lo arruinaste todo. ¿Sabes qué arruina todo? Quedarte aquí, encerrado, viendo tus viejas carreras como si eso pudiera cambiar algo.
Sus palabras eran duras, pero tenía razón. Lo sabía, aunque me costara admitirlo. Ella siempre había sido mi mejor amiga, siempre a mi lado en los momentos difíciles. Y ahora, en el peor de todos, estaba allí. Quizá no tenía todas las respuestas, pero su abrazo, su simple compañía, el hecho de que ella me vino a buscar porque estaba preocupada, ella me conocía más que yo a mí mismo y agradecía eso, porque si me llegaba a perder más a mí mismo, la tenía a ella para recordarme quien soy.
Holaaa, antes que nada, gracias por el apoyo que le están dando a la historia, me alegro mucho de que os esté gustando, y bueno, se vienen cositas, así que atentos jsjs (spoiler para quien quiera saber: reencuentro, ya no digo más) Por cierto, os gustaría una historia con Hannah? Lo dejo en el aire y ya me dirán que opinan jsjs. Byee <3
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the last lap. || Daniel Ricciardo
RomanceDaniel Ricciardo es el piloto de RB en su camino para volver donde empezó, Red Bull, pero el equipo tiene otros planes. Tras una temporada sin llegar a los puntos deciden reemplazarlo por un rookie de la F2 que parece que promete, esto lo lleva a en...