Regreso inesperado
Al día siguiente, mientras desayunaba, mi padre dejó caer la noticia.
—Sara, hoy necesito que vengas conmigo al entrenamiento otra vez.
—¿Otra vez? —pregunté, casi ahogándome con mi jugo.
—Sí. Quiero que aproveches para socializar un poco más. Además, las chicas te están esperando, ¿no?
Lo miré, incrédula. ¿Cómo sabía eso? Aunque no lo admitiera, tenía razón. Sira y las demás ya me habían escrito temprano, insistiendo en que fuera.
—Está bien —dije finalmente, tratando de sonar desinteresada, aunque en el fondo sentía una pequeña emoción que no quería aceptar.
---
En la ciudad deportiva
Cuando llegamos, las chicas ya estaban esperándome en las gradas, como si supieran exactamente a qué hora llegaría.
—¡Sarita! —gritó Sira, agitándome la mano.
Subí con ellas y me senté en el mismo lugar de ayer, pero esta vez me sentía un poco más cómoda.
—¿Lista para otro día emocionante? —preguntó Ana, con una sonrisa traviesa.
—No estoy segura de que emocionante sea la palabra —respondí, haciendo que todas se rieran.
El entrenamiento comenzó, y los chicos salieron al campo. Esta vez, noté cómo algunos de ellos me miraban mientras pasaban, aunque intentaban disimular. Entre ellos, Lamine.
—Te lo dije, no deja de mirarte —susurró Berta, señalándolo con sutileza.
—No exageres —dije, tratando de restarle importancia, aunque sentía mis mejillas arder.
—Es obvio que le gustas —añadió Sira, divertida.
Rodé los ojos y traté de concentrarme en otra cosa, pero mis pensamientos seguían volviendo a Lamine.
---
Un encuentro casual
Cuando el entrenamiento terminó, mi padre se acercó a las gradas.
—Sara, ven un momento.
Bajé con algo de duda, mientras Sira y las chicas me observaban con miradas curiosas.
—¿Qué pasa? —pregunté cuando llegué a su lado.
—Quiero que vengas a saludar a los chicos otra vez. No seas tan tímida, son buenos muchachos.
—Papá… —intenté protestar, pero ya me estaba guiando hacia donde estaban los jugadores.
Algunos estaban sentados, tomando agua y charlando. Lamine estaba entre ellos, pero al verme, se levantó casi de inmediato.
—Hola, Sara —dijo con una sonrisa, antes de que mi padre pudiera presentarlo de nuevo.
—Hola… —respondí, intentando no sonar demasiado nerviosa.
—¿Te gusta venir al entrenamiento? —preguntó, tratando de iniciar una conversación.
—No mucho, la verdad. Solo vine porque mi papá insistió —admití, encogiéndome de hombros.
Él se rió suavemente.
—Bueno, al menos no es tan malo, ¿no? Siempre puedes conocer gente interesante.
—Supongo que sí…
El silencio que siguió fue un poco incómodo, pero había algo en su sonrisa que me hizo sentir un poco más tranquila. Antes de que pudiera decir algo más, los demás se acercaron.
—¿Así que otra vez por aquí, Sarita? —bromeó Pedri.
—Déjenla tranquila, apenas se está acostumbrando a nosotros —intervino Ferran, guiñándome un ojo.
Los chicos empezaron a bromear entre ellos, pero Lamine se quedó a mi lado, como si quisiera asegurarse de que me sintiera cómoda.
---
De vuelta a las gradas
Cuando volví con las chicas, no tardaron en lanzarme preguntas.
—¿Qué te dijo Lamine? —preguntó Ana, casi saltando de emoción.
—Nada, solo fue una conversación normal —respondí, intentando sonar despreocupada.
—Ajá, claro —dijo Sira, mirándome con picardía—. No te hagas, se nota que le gustas.
—De verdad, no fue nada especial —insistí, aunque en el fondo sabía que había algo diferente en cómo Lamine me trataba.
El resto del día pasó rápido, pero esa noche, mientras estaba en mi habitación, no podía dejar de pensar en él. Su sonrisa, su forma de mirarme… había algo en Lamine que me intrigaba, y aunque no quería admitirlo, empezaba a interesarme más de lo que debería.
Voten para el siguiente capitulo

ESTÁS LEYENDO
La hija del mister
RandomPara Sara Hernández, ser la hija del entrenador de un club de elite significa vivir en las sombras de los reflectores, en un mundo donde cada paso que da puede convertirse en noticia. Cuando su padre firma con el FC Barcelona, Sofía intenta pasar de...