Descubriendo más de ti
Después del paseo con Lamine, sentí que algo había cambiado. Hablar con él había sido diferente, fácil. Había algo en su forma de ser que me hacía sentir cómoda, como si no tuviera que pretender nada. Sin embargo, no podía ignorar la pequeña voz en mi cabeza que me recordaba lo complicado que sería involucrarme con alguien de su mundo.
La comida continuó, pero todo parecía un poco más ligero después de nuestra charla. Lamine y yo intercambiábamos miradas de vez en cuando, aunque tratábamos de no llamar demasiado la atención.
—¿Te encuentras bien? —me preguntó Sira mientras las chicas y yo estábamos en nuestra mesa.
—Sí, ¿por qué lo preguntas? —respondí, intentando sonar despreocupada.
—No sé, te ves… diferente. Como si estuvieras pensando en alguien —dijo con una sonrisa traviesa.
—Por favor, no empieces —murmuré, tratando de desviar la conversación.
—Bueno, bueno. Solo digo que se nota la química entre tú y Lamine —intervino Ana, mientras las demás reían.
Negué con la cabeza, pero no pude evitar sentirme un poco feliz por sus comentarios.
---
Un momento inesperado
Cuando la reunión estaba por terminar, Lamine se acercó nuevamente a mí.
—Sara, ¿puedo llevarte a casa? —preguntó, dejando a todos en silencio por un momento.
—Eh… bueno, vine con mi papá —dije, mirando a mi padre, que ya estaba al tanto de todo.
—No hay problema. Si quieres, ve con él —intervino mi padre, sonriendo de forma cómplice.
"Gracias por el apoyo, papá", pensé sarcásticamente mientras asentía.
—Está bien, vamos —respondí, tratando de no mostrar lo nerviosa que estaba.
Subimos al coche de Lamine, y aunque al principio el silencio reinaba, poco a poco comenzamos a hablar.
—Gracias por aceptar venir conmigo —dijo, rompiendo el hielo.
—Gracias por ofrecerte. Aunque no entiendo por qué lo hiciste.
—Quizás porque quería pasar un poco más de tiempo contigo —respondió con sinceridad, y sentí cómo mi corazón se aceleraba.
Me quedé en silencio por un momento, sin saber cómo responder a eso.
—¿Siempre eres tan directo? —pregunté, intentando suavizar el ambiente.
—Solo cuando creo que vale la pena —dijo, con una sonrisa que logró derretir cualquier rastro de incomodidad que quedaba entre nosotros.
---
Un pequeño desvío
En lugar de llevarme directamente a casa, Lamine hizo un desvío inesperado.
—¿A dónde vamos? —pregunté, intrigada.
—Quiero mostrarte algo —respondió, sin apartar la vista del camino.
Llegamos a un parque tranquilo, con una vista impresionante de la ciudad. Nos bajamos del coche y comenzamos a caminar por un sendero iluminado por faroles.
—Este lugar es uno de mis favoritos. Vengo aquí cuando necesito despejarme —dijo, mientras miraba hacia el horizonte.
—Es hermoso —respondí, sintiéndome extrañamente en paz.
Nos sentamos en un banco, y por un momento, ninguno de los dos dijo nada. Solo mirábamos las luces de la ciudad, disfrutando del silencio.
—Sara, ¿te puedo preguntar algo? —dijo de repente.
—Claro.
—¿Por qué te cuesta tanto estar cerca de este mundo? El fútbol, tu papá… incluso nosotros.
Me quedé pensando por un momento. Nadie me había hecho esa pregunta de forma tan directa.
—Supongo que siempre sentí que el fútbol era más importante que yo. Mi papá vive para este deporte, y a veces me sentí como una segunda opción. Así que me alejé, pensando que era la única forma de destacar.
Lamine asintió, como si entendiera perfectamente.
—Tiene sentido. Pero creo que eres más importante para tu papá de lo que piensas. Y para ser honesto… también has destacado para mí, y eso que apenas te conozco.
Su comentario me tomó por sorpresa. Lo miré, tratando de descifrar si estaba siendo sincero, y todo en su expresión decía que lo era.
—Gracias —murmuré, sintiendo un calor extraño en el pecho.
—No tienes que agradecerme. Solo digo lo que pienso —respondió con una sonrisa suave.
---
Un nuevo comienzo
Después de un rato, Lamine me llevó de vuelta a casa. Antes de bajar del coche, me detuvo por un momento.
—Sara, me alegra mucho haberte conocido. Espero que esto no sea lo último —dijo, mirándome con esa intensidad que parecía penetrar mis barreras.
—No lo será —respondí, sin saber de dónde había salido tanta confianza.
Sonrió, y en ese momento supe que algo estaba cambiando. Algo nuevo estaba comenzando, y aunque me aterraba, también me emocionaba.

ESTÁS LEYENDO
La hija del mister
RandomPara Sara Hernández, ser la hija del entrenador de un club de elite significa vivir en las sombras de los reflectores, en un mundo donde cada paso que da puede convertirse en noticia. Cuando su padre firma con el FC Barcelona, Sofía intenta pasar de...