capitulo #6

32 2 0
                                    

Invitación especial

El resto de la semana pasó sin grandes novedades, o al menos eso creí. Mi rutina volvía a ser la misma de siempre: clases, tareas, y evitar cualquier conversación sobre fútbol en casa. Sin embargo, algo en el aire había cambiado desde aquel día en el café. Las chicas no paraban de enviarme mensajes, y más de una vez vi el nombre de Lamine aparecer en nuestras conversaciones.

Una tarde, mientras estaba en mi habitación, mi padre golpeó la puerta antes de entrar.

—Sara, ¿puedo hablar contigo?

—Claro, papá. ¿Qué pasa? —pregunté, dejando mi libro a un lado.

—Los chicos del equipo organizaron una comida este fin de semana, y quieren que vengas.

—¿Qué? ¿Por qué querrían que yo vaya? —pregunté, confundida.

—Bueno, parece que les caíste bien, y las chicas también estarán ahí. Creo que sería bueno que socialices un poco más —dijo, sonriendo de manera cómplice.

—No sé… —respondí, dudosa. La idea de pasar una tarde entera con el equipo me ponía nerviosa.

—Vamos, cariño. Será divertido. Además, así entenderás un poco más mi mundo —insistió, antes de salir de la habitación.

Sus palabras quedaron resonando en mi cabeza. ¿De verdad quería ir? Parte de mí decía que no, pero otra parte, una más pequeña pero cada vez más insistente, decía que sí.

---

El día de la comida

El sábado llegó, y con él los nervios. Me puse algo sencillo pero bonito, intentando no llamar demasiado la atención, aunque las chicas insistieron en que debía "impactar".

Cuando llegamos al lugar, una terraza amplia con vistas espectaculares, ya estaban casi todos allí. Los chicos charlaban animadamente mientras las chicas ocupaban una mesa aparte.

—¡Sarita, ven! —gritó Sira desde la mesa, agitando la mano.

Me acerqué rápidamente, agradeciendo no tener que enfrentarme al grupo masculino tan pronto.

—¡Te ves increíble! —exclamó Ana, evaluando mi ropa con una sonrisa de aprobación.

—Gracias… aunque me siento un poco fuera de lugar —admití.

—No digas eso. Además, mira quién no te quita los ojos de encima —dijo Berta, inclinándose ligeramente para señalar a Lamine, que estaba hablando con Pedri pero claramente mirándome de reojo.

—¡Ya basta con eso! —susurré, sintiendo cómo mis mejillas se encendían.

—Es verdad, Sara. Está interesado en ti. Y no lo culpo, porque haces que todas parezcamos aburridas a tu lado —dijo Sira, riendo.

Intenté ignorarlas, pero cuando Lamine comenzó a acercarse a nuestra mesa, sentí cómo mi corazón empezaba a latir con fuerza.

---

Una invitación inesperada

—Hola, chicas. ¿Qué tal? —saludó Lamine, con esa sonrisa que parecía iluminar todo a su alrededor.

—Hola, Lamine —respondieron todas al unísono, aunque yo me quedé callada, tratando de no parecer nerviosa.

—Sara, ¿puedo hablar contigo un momento? —preguntó, sorprendiéndome a mí y a las demás.

—Eh… claro —respondí, levantándome lentamente mientras sentía las miradas curiosas de mis amigas.

Nos alejamos un poco, hasta llegar a un rincón más tranquilo.

—¿Te estás divirtiendo? —preguntó, rompiendo el hielo.

—Un poco… aunque no estoy muy acostumbrada a estas cosas —admití.

—Eso pensé. Pero me alegra que hayas venido. No me esperaba verte aquí.

—Bueno, mi papá insistió bastante —dije con una pequeña sonrisa.

Lamine se rió suavemente, y por un momento, el silencio entre nosotros no se sintió incómodo.

—¿Te gustaría dar un paseo? —preguntó de repente.

—¿Un paseo? —repetí, sorprendida.

—Sí, solo para hablar. Prometo no aburrirte —dijo, alzando las manos como si se rindiera.

—Está bien —respondí, sintiendo cómo mi corazón latía más rápido con cada palabra.

---

Una conexión diferente

Nos alejamos del grupo y comenzamos a caminar por los alrededores. El lugar era hermoso, con un sendero bordeado de árboles y un ligero viento que hacía que todo se sintiera más tranquilo.

—Así que… no te gusta el fútbol —dijo, rompiendo el silencio.

—No es que no me guste, es que no lo entiendo. Además, siempre ha sido el centro de todo en mi casa. Supongo que solo quería algo diferente.

—Eso tiene sentido. Pero creo que si le dieras una oportunidad, podrías descubrir que tiene algo especial.

Lo miré, sorprendida por su sinceridad. Había algo en su tono, en su manera de hablar, que hacía que todo pareciera más simple.

—Tal vez… pero no prometo nada —respondí con una pequeña sonrisa.

—Eso es suficiente para mí —dijo, devolviéndome la sonrisa.

Caminamos un poco más, hablando de cosas triviales, pero cada palabra, cada gesto, me hacía sentir más cómoda. Por primera vez, me di cuenta de que no me importaba estar en este mundo que tanto había evitado.

Y todo era por él.

La hija del mister Donde viven las historias. Descúbrelo ahora