Historias

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Dice la leyenda que miles de años atrás, los dragones y los sacerdotes demoniacos invadieron la tierra, trayendo consigo un tiempo de oscuridad y terror en las personas. Pero después de que el mundo cayera más y más en las sombras, el dios Néstalkor despertó y bajó de lo más profundo, eterno y etéreo del universo a brindar paz en el reino. Dicen que Néstalkor dominaba el poder de la voz y el Phérithon de una manera increíble. La tierra lo obedecía, el mar lo manipulaba y el viento los destruía. Se dice que su poder era tan majestuoso, que cuándo peleó contra uno de los dragones más poderosos, Néstalkor llamó desde la eternidad del universo a su primer y único dragón llamado Zintacour, el dragón de la luz y lo etéreo. Se dice que las primeras peleas eran cercanas al reino. Pero su última pelea que fue contra el sacerdote demoniaco llamado Werslao y a su poder, el dragón Vhalkizhor, fue en el reino de Álystor.
Pero cuando toda esperanza se iba, fue él quien se dio la tarea de liberar al reino, y todo el mal que conllevaba. Para así, poder regresar a lo profundo del universo. Según la leyenda, los restos de las últimas peleas, son ahora el castillo del rey, y dentro del mismo, se construyó la estatua del dios Néstalkor.
—Interesante—dijo Brian—no recordaba semejante leyenda, pero sabes, yo no pienso creer hasta ver.
—Querrás decir ver para creer—lo contradijo su maestro—.
—Me da igual cómo se diga, siempre y cuando me entiendas tú, y los demás, no tengo por qué preocuparme—dijo el aprendiz sonriendo—. ¿Tú puedes creer que aquí estén semejantes restos?
—No lo sé—Eric dudó—no creo que unas simples cenizas construyan algo tan magnífico como este castillo.
—Y no te olvides de la estatua también.
—Cierto, serán enigmas que tendremos al menos tú y yo.
En lo que seguían caminando por la metrópoli, uno podía percatarse del olor a pasto, en cada casa había un magnífico césped junto 2 árboles. Había casas que tenían hasta 5 árboles, pero ni se diga de los edificios, en ellos había plantas grandes de puras flores. Es un lugar hermoso. Un lugar dónde cualquier persona deseara vivir. En lo que llegan a un puesto de despensa, Eric pareció haber visto a una mujer que le era muy familiar, parecía ser alguna clase de escritora o recolectora de historias reconocida por la ciudad. Pero no estaba seguro de quién era. Era una estatura común. Aquella se veía de 1.64 metros, con un pelo hasta los hombros de color castaño y una esbelta figura. En eso, pareció haber sorprendido a Eric mirándola furtivamente tratando de reconocerla. La mujer ignoró la mirada, y el maestro se fue junto con el aprendiz.
—Me lleva—dijo Eric con enojo—.
— ¿Qué pasa Maestro?
—Parece ser que la mujer que vi es Alexandra, la recolectora de historias. Siempre anda en busca de historias sorprendentes, por eso es tan famosa.
—Ah—dijo el aprendiz sonriendo pícaramente—al parecer Eric se interesó en una bella dama
—No embrolles las cosas Brian—volteó para ver si estaba Alexandra—será mejor que busquemos rápido las cosas que necesitamos, para irnos inmediatamente.
—Cálmate Eric. ¿Por qué siempre tienes que andar con miedo a todo?—empezó a escoger unas frutas—
—No es miedo, simplemente que nunca estaremos seguros con personas como ella—agarró una bolsa para guardar la fruta que escogió Brian—
—Bah—dijo Brian con sorna—ándale, escojamos todo lo necesario para irnos al infierno llamada casa.
—Vale—farfullo Eric—.
Pasearon por todo el puesto, llevaban vino dulce, carnes frías, abundante pan, fruta, verdura, leche, especias y condimentos.
— ¿Cuánto le debo señor?—preguntó Eric nervioso por qué lo viera Alexandra—.
—Van a ser 21 urios.
—Increíble que siempre aumenten los precios—dijo con hastío—el rey se ha de estar bañando ahorita con todo nuestro dinero.
—El señor asintió con la cabeza afirmando y riéndose.
—Gracias señor—ambos dijeron—.
—Que Néstalkor los asista.
En lo que salieron del puesto, a Brian se le podía apreciar una duda en su rostro.
— ¿Qué pasa Brian?—preguntó Eric—.
—Es que no recuerdo como se le llamaban las monedas en el reino. Hace mucho que yo no compro. Y con eso de que el rey siempre les da un nuevo nombre—dijo mirando a su alrededor—.
—Es fácil—dijo el maestro sonriendo—antes había 2 nombres. Los dares, que eran las unidades más pequeñas, y los urios que es la clásica y tradicional.
—Pues entonces no sé por qué te quejas del precio, si lo que compraste, es suficiente para 1 mes.
—Precisamente por eso—dijo Eric apesadumbrado—no quiero verme con Alexandra, no quiero tener contacto visual ni nada por el estilo, por eso esperaremos 1 mes a que se vaya, si es que tenemos suerte.
—Brian estaba consternado.
Llegando a casa y guardando toda la despensa, en la casa había un gran silencio por ambos, como si se incomodarán de ambas presencias.
— ¿Entonces qué has aprendido hoy Brian?
—Que el reino siempre está modernizándose, y uno, ni cuenta se da.
—Así pasa—dijo Eric guardando las carnes frías—pero recuerda que cuando las arañas unen sus telas, pueden matar a un león.
—Brian estaba pensativo.
—Además—dijo Eric observándolo con una sonrisa forzosa—en un reino de hipócritas, los sinceros somos los malos. Tristemente, naces, eres analfabeta, si nuestros padres tienen la posibilidad de sustentar gastos, nos enseñan a comunicarnos y a ser alfabetizados. Después, uno se preocupa por su aspecto físico, cuando debería ser el emocional. Te das cuenta que eres un tontorrón y bueno para nada y te mandan a la universidad. Terminando universidad, necesitas conseguirte trabajo, si no, seguirás sin dinero para estar en el reino y podrías serle una molestia a los demás. Ves que tiene alguien una pareja, nosotros buscamos una pareja. Lamentablemente somos personas que ocupamos anhelar algo para impulsarnos—guardo el vino dulce y volteo a mirarlo—aunque hay gente que prefiere la soledad, los admiro. Te das cuenta que no tienes herederos, formas una familia. Teniendo hijos te das cuenta que tienes que trabajar mucho más y que no tendrías descanso hasta ser mayor de edad. Siendo mayor de edad, o tienes suerte y sigues con salud, o estas maldito teniendo todo tipo de malestar. Finalmente, mueres—dijo con seriedad—te das cuenta que pasaste la vida entera intentando dejar de ser quien eras, y acabas no siendo nada. Todas las personas dicen que todo es cuestión de trabajo duro y talento, pero no es cierto Brian—dijo mirándolo sosegado—el trabajo duro vence al talento, si el talento no trabaja duro. Tan simple como eso.
—Brian no tenía palabras.
—Pero anda—dijo sonriendo— haz lo que mejor sabes hacer, ve y busca a unas mujeres, esa es tu especialidad.
—No es cierto—dijo el aprendiz con bochorno en su rostro—mejor me iré a mi cuarto por qué ya es tarde y no he preparado la cama.
— ¿Para las mujeres, verdad?—bromeó—.
—Brian subió las escaleras dando fuertes pisotones y mascullando.
Eric, se quedó abajo, pensativo, meditando todo lo que realizo ese día. Cerró todas las ventanas, aseguro de haber guardado todo en su lugar. Y encendió unas cuantas velas para disminuir la obscuridad en la cocina. Terminando, subió a las escaleras y se dirigió hacia su cuarto. Estando ahí, empezó a ver sus cosas, admirándolas, como si cada objeto que poseía le daba un vago recuerdo, unas alegrías, otras tristezas. Se dirigió al baño de su cuarto, se lavó la cara, y se miró en el espejo. En su reflejo vio a alguien que no le agradaba, estaba viendo a un monstruo que él mismo construyó. Uno que la vida le hizo crear, se quedó observando fijamente sus ojos verdes distantes. Pero después, se retiró violentamente y se dirigió hacia su cama. Estando en la cama, Eric, se quedó viendo hacia el techo. Recordando cosas lindas, cosas agradables, pero su rostro no reflejaba ningún gesto. Lo que reflejaba su alegría eran sus ojos cuando cambiaban a un verde fuerte como la esmeralda, pero inmediatamente cambió a los de siempre. Pero era por qué recordó un miedo profundo a algo, a algo que sabe que hizo hacía mucho tiempo atrás. Un enigma que no sabrá si podrá avasallar. En lo que el maestro empezaba a conseguir el sueño, un extraño ruido lo despertó.
— ¡Toc, toc, toc!—sonaba desde abajo—.
—Brian bajó las escaleras como siempre con su sutileza natural. Llegando al primer piso, se dirigió a la puerta, y mientras la abría preguntaba— ¿Quién es?—.
— ¡Tas!—cerró la puerta inmediatamente al ver el rostro de Alexandra—.
—Se espalda se pego en la puerta y con las manos en su cabeza representando desesperación.
— ¡Maestro!—gritó en bajo y con consternación— y en lo que volteó, estaba el maestro bajando.
—Quítate—dijo Eric con un tono acre—.
Brian asintió y dió unos pasos para dejar libre la puerta para su maestro. Abrió la puerta de un fuerte tirón y se detuvo un segundo a mirar a la muchacha que se paraba frente a él sujetando un bolso bajo el brazo, era aquella que había querido evitar en el mercado.
— ¿Qué quieres?—preguntó Eric con molestia—-
— ¿Es un mal momento?—Alexandra parecía confundida—.
—Eric suspiró —Solo dime qué quieres y vete.
—Claro, claro. No quisiera molestar, pero sucede que estoy varada aquí y esta es la única casa cercana que parece estar habitada— dijo ella, apretando su mano alrededor del tirante que sostenía el bolso bajo su hombro. —He caminado una eternidad y un poco de agua no me vendría nada mal.
—Aquí no damos caridad, lo siento— Eric declaró con un aire de frialdad, habiendo empujado ya la puerta hasta casi cerrarla por completo.
Estaba determinado a pretender que la jamás había visto a la muchacha, no importaba que le costara. Pero su aprendiz parecía tener otros planes, pues justo antes de que la puerta se cerrara por completo intervino, manteniéndola abierta apenas unos centímetros.
—Vamos, maestro. Es solo un poco de agua.
Eric le lanzó una mirada fulminante, más el joven no se inmutó. Brian comprendía que su maestro no quería ver a la chica por alguna razón u otra, más no veía el daño que ofrecerle un poco de agua pudiera causar. Dejarla morir deshidratada por algún capricho por parte de Eric parecía un poco ridículo.
Alexandra sonrió. Eric alteró su vista entre ella y Brian y decidió que solo sería algo rápido; la chica pasaría por algo de beber y nada más. Entraría y saldría antes de que pudiera hacer algo más que beber agua.
—De acuerdo.
— ¡Muchas gracias!—exclamó la chica, abriéndose paso hacia la casa. Eric la guío hacia la cocina y le ofreció asiento en la mesa mientras Brian cerraba la puerta. Apenas se incorporó en la habitación, Eric le ordeno atendiera a Alexandra.
—Entonces, ¿qué hace por aquí? —Brian preguntó mientras le entregaba un vaso. Alexandra lo tomó sin decir palabra, pues Eric comenzó a hablar antes de que ella pudiera hacerlo.
—No la molestes, Brian. Seguramente viene muy cansada.
—No, está bien—, contestó Alexandra después de tomar un sorbo, mirando a Eric brevemente antes de voltear con Brian. —Pues verás, mi trabajo implica que recorra diferentes reinos de punta en punta en busca de gente que me pueda contar historias. Dio la coincidencia de que terminé aquí, es todo.
Eric sabía perfectamente que no era, de ninguna manera, una coincidencia. Pero decidió permanecer en silencio.
Brian tomó asiento en la mesa, también. — ¿Historias? ¿Cómo cuáles?
—Oh, casi cualquier cosa. El rey considera que toda historia merece ser contada, que por más pequeños que hayan sido los acontecimientos, merecen ser recordados—respondió tranquilamente, regresando su mirada a Eric, como si esperara que el interviniera de algún modo. Temía que fuera a preguntarle respecto a su historia.
— ¿El rey? —Brian preguntó, un tanto sorprendido. — ¡Vaya! Lástima que no tenemos nada que contar por aquí. Sería todo un honor que Su Majestad escuchará algo que viniera de nosotros, pero no pasa mucho por aquí. El comentario de Brianhizo que Alexandra volviera su atención hacia él. — ¿En serio?Por qué me parece el tipo de lugar donde uno encuentra historias únicas.Álystor es indudablemente un reino mágico y llena de leyendas, ¿sabes?
—Ah,¡claro! —Brianaceptó inmediatamente. —Pero las leyendas sólo son leyendas. Nadie sabesi en realidad sucedió.
—Alguiendebe saberlo, ¿no crees? —dijo en casi un susurro, adoptando una especiede sonrisa traviesa, como si le estuviera contando un secreto que el mismísimorey había prohibido de ser difundido.
Eric sentía que su corazón saltaría de su pecho con todo el temor que tenía. Noera que Alexandra tuviera pinta de alguien amenazador, pero estaba demasiadocerca de todo lo que Eric trataba desesperadamente de ocultar y olvidar, y senegaba rotundamente a que esta mujer lo arruinara todo haciéndolo contar suhistoria.
—No—repuso Eric— son sólo supersticiones tuyas, aquí nadie viene, y dudo queaquí exista una.
—Alexandra se ruborizó y continuó bebiendo la poca agua que le quedaba al vaso.
—Es linda nuestra casa, ¿o no la es?—se notaba como Brian dudaba de sí mismo enrespecto a su pregunta— es que siento que mi maestro le da un tono tétrico conlas pocas cosas materiales que hay.
—Sí, es linda—contestó Alexandra jubilosa— sabes, creo que ya es muy noche, yme aterra salir a esta horas—le dio el último sorbo al vaso—. Por cierto, ¿porqué le dices maestro a Eric?
—Errr...—empezó a tartamudear—.
—Me temo que ya terminaste de beber tu agua, y lo acordado era un vaso y temarchabas—dijo Eric mientras se dirigía hacia la puerta con un tonobeligerante—. Te pido por favor que te retires, mi hospitalidad contigo haterminado.
Alexandra estaba perpleja, se paró y dejo el vaso en la mesa, y en lo que sedirigió a la puerta le agradeció a Brian y a Eric por haberla recibido. Volteóhacia la puerta que daba a la calle y lasúnicas luces que se reflejaban eran la de las constelaciones y aurorasboreales. Alexandra volteó a verlos de soslayo una vez más y empezó a caminar.
— ¡Espera!—gritó Brian antes de que su maestro cerrara la puerta y agitandobruscamente los brazos— ¡Alexandra!
—Alexandra escuchó y volteó.
— ¿Por qué no te quedas esta noche con nosotros? Ya es muy noche y puede quesea peligroso que una dama ande sola a estas horas.
— ¿En verdad?—preguntó emocionada—
— ¡Sí!—le dijo alegremente sonriendo—.
—Alexandra parecía venir corriendo a ver a su amado-
—Eres un tonto y un bueno para nada Brian—lo dijo con odio— no permitiré queduerma en la casa.
—Yo vivo aquí también, así que también es mía como tuya. —Además no temolestaremos—sonrió de oreja a oreja—. Y ya basta Eric, hace mucho tiempo que no vieneuna mujer a la casa.
—Aquí no es una casa para que entre cualquier pro...—se detuvo y vio que estabaAlexandra su lado, se rascó la cabeza y hizo un desdén de desprecio—. Pasa,Brian te atenderá en todo lo que se te ofrezca, hay pan, mantequilla, vinodulce, todo lo que necesites. En cambio yo ya me iré a acostar. A esta hora los neurotransmisores inhibidorespredominan en mi sustancia activadora reticular ascendente.
— ¿Qué? —preguntaronambos atónitos y con la boca abierta—.
—Que tengo mucho sueño —dijo Eric riéndosesarcásticamente—.
—Ignóralo por favor Alexandra, suele decir cosas que parecen que están dichasen un idioma extraño. —Volteó a ver a Alexandra y vio como se reía y Ericmarchándose a su cuarto—. ¿Quieres algo de cenar? Hace rato sólo te ofrecí unmiserable vaso de agua. Al menos déjame ofrecerte un rico plato que yo preparo.Lo llamo Briannini.
—Alexandra se sintió algo incómoda por el término que le había puesto Brian—.
—Vale, está bien—dijo sonriendo forzosamente— suena rico.
— ¡Claro que sabe rico!— exclamó Brian—permíteme un momento en lo que preparola mezcla, mientras, cuéntame sobre una de tus mejores historias. ¿Qué teparece?—Volteó a verla con mirada de complicidad—.
—Pues mira—empezó a reírse y a su vez ruborizarse—la última historia queescribí fue sobre el rey de Álystor. Sobre su forma de manejar el reino y comoafecta en su vida personal, pero al parecer al rey le da mucho orgullo podermanejar ambas cosas personales y grandes como un reino. Pero te seré sincera,su forma de ver las cosas es completa basura. Por eso esto se está haciendopedazos.
—Interesante—dijo Brian mientras batía 2 huevos con verduras—.
—Pero hay algo que mencionó y me llamó mucho la atención—dijo mirando haciaarriba intentando recordar—me comentó que tiempo atrás hubo una hermandad que sehacían llamar "Luz eterna" o "Luz etérea", o una combinación de ambos, sinembargo no se sabe con precisión cuál era de esos dos, en fin. Poderosaspersonas con conocimientos de todo tipo, conocían el poder de la voz eincreíblemente el Phérithon, justo como las leyendas de Néstalkor. Mequería reír cuando escuche menuda basura—rio sarcásticamente—.
—Yo también he odio hablar de ellos—repuso Brian mientras comía el queso queestaba a punto de poner a los huevos—eran personas muy sabias, inteligentes,incluso muchos creen que están ligados con los sacerdotes demoniacos. Pero nitú ni yo sabemos.
— ¡Exacto!—exclamó poniéndose de pie—pero se me olvidaba decirte una cosa. Sedicen que ellos fueron los que despertaron las tumbas de almas poderosas, siniestrasy malditas. ¡Inclusive de dragones! Y no sé por qué se me dio la idea que tumaestro pueda saber algo.
—Brian volteó a verla con profunda seriedad y un poco de desprecio—. No creoque sepa nada sobre eso, pero si tanto insistes, pregúntale. A ver si no tehecha.
— ¡Deberías ayudarme!—golpeo la mesa con poca fuerza—. Ambos podríamos sabersobre verdades.
En lo que estaban discutiendo Brian y Alexandra. Eric desde la mitad de lasescaleras escuchaba todo lo que ellos decían. Cada palabra, cada tono de voz,el ambiente que se sentía. Su rostro era inescrutable, no demostraba ningúntipo de sentimiento. Como si lo que estaba escuchando, lo hiciera viajar a unpasado no muy lejano. Empezó a subir las escaleras y cada paso que hacía lorealizaba con un silencio inquietante. Como si hubiera asesinado a alguien muycercano y caminaba con suma tranquilidad parecida a la de un psicópata. Llegó asu cuarto y se asomó por su ventana, admirando las grandes auroras boreales yse quedó callado un largo rato.
— ¿Entonces quedó el plan?—preguntó Alexandra—.
—Vale, está bien y anda, come mi majestuoso Briannini—se acercó con un plato elcual llevaba encima un huevo bañado en queso, verduras, pimientos, trozos depanes y vino dulce—te encantará. Estaréarriba, tu cuarto estará listo y mañana platicaremos—dijo sonriente—.

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