El despertar

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—Mi señor, hay mucha plaga en este lugar, por favor avísenos en cualquier momento de el trayecto malestar que usted sienta, no vaya a ser que sufra una mordida usted o su familia y se infecten.
—Cuenten con eso caballeros.
Me sorprende que Victoria no haga ningún ruido—decía Athenas—sin duda es una valiente guerrera.
—Nuestra hija será una heredera digna—decía el rey mientras seguía a los guardias—no puedo creer que esta situación este volviendo a suceder, eran tiempos felices, el reino marchaba hacia el camino de la prosperidad, todo iba... perfecto.
—Tranquilízate esposo mío, todo saldrá bien—se le junto hacia su costado—.
— ¡Crash!—una de las paredes se rompió y una gárgola rugiendo y mostrando sus alas negras salió—.
— ¡Protejan al rey!—gritó el capitán y todos sus hombres desenvainaron su espada—.
El rey y su esposa se regresaron hasta encontrar un resguardo, y esperaron a que mataran a aquella criatura mítica. El capitán utilizó su mano izquierda y lanzó ante la gárgola una refulgencia de luz solar. La gárgola perdió parte de su ala izquierda. El resto de los guardias lo golpeaban con brío, pero era inútil puesto que su cuerpo era férreo contra armas humanas. La gárgola lanzó un fuerte rugido, y murciélagos aparecieron impidiendo la visión de los guardianes, estos mordían e intentaban penetrar sus armaduras, pero no les resultaba tan fácil. El capitán obturado, recibió un fuerte impacto en el cráneo por brazos de la gárgola, y este callo en el suelo desplomado. El rey, al percatarse de esa situación a lo lejos, abandonó a su esposa y se puso de frente y fue a pelear, en lo que la gárgola iba a ultimar al capitán apareció el rey.
— ¡Maldita bestia invocada por sacerdotes demoniacos! Ven, porque a el que quieres es a mí.
La gárgola, sin entender, solamente volteo y vio una movilidad que le daba entender a la de un reto, la gárgola rugió y tanto ella como los murciélagos, se acercaron ante el rey.
— ¡SU MAJESTAD CUIDADO!—gritó uno de los guardias—.
Mientras los murciélagos se acercaron ante el rey, uno de los guardias fue a custodiar a su capitán, el resto empezaron a utilizar sus conocimientos arcanos de la luz, pero no era tan eficientes, el rey gritaba, pero no sabían si era de dolor, pasaron segundos que parecían minutos, y ya no se vio nada del rey, salvo una aglomeración de murciélagos encima de el. En eso una centella se asomó y finalmente hubo una explosión de luz matando a más de la mitad de los murciélagos, la gárgola volvió a resultar dañada por aquellas centellas, aprovechando la situación, los guardias empezaron a golpearla, usar magia de luz, haciéndola más débil y susceptible, hasta que finalmente hubo una sensación térmica helada, indicando que esta ya moriría, y finalmente, explotó emanando un humo negro, y finalmente sus cenizas.
— Mi señor Anéstropos V—decía un guardia a lo lejos— ¿se encuentra bien? Le hemos fallado, y fallamos a nuestra organización—se inca—destituirnos del cargo será una razón entendible.
— Déjate de sandeces caballero, han actuado disciplinadamente, estoy agradecido con ustedes, curen a su capitán, que se ve muy mal herido.
— Como ordene mi rey—se paró y se fue junto su compañero que lo custodiaba a dar ayuda—.
El capitán, mal herido, tenía su casco abollado y un poco agujerado, puesto que las garras de la gárgola lo habían penetrado, retirando el casco, el capitán tenía en su lóbulo parietal izquierdo una fuerte contusión, sus ojos carmesíes combinaban con la sangre que le brotaba. Inmediatamente, uno de los guardianes empezó a juntar sus dos manos, las movía suavemente, y al separarlas, pequeños luceros empezaron a brotar. El guardián pasaba lentamente sus manos por las heridas, sin tocarlo, y aquellos luceros se adherían a las lesiones que tenía, cicatrizándolas, y quitándole el dolor, curando poco a poco las heridas del capitán. Pasado unos minutos, el resto de los guardianes aseguraban la zona eliminando cualquier rastro y murciélago, los guardianes tienen altos niveles de espiritualidad, puesto que es parte de su entrenamiento, dando por ende la no infección de alguna enfermedad sombría.
—Athenas, ¿te encuentras bien?—preguntó el rey mientras se acercaba hacia ella—.
¡Slap!—recibió una fuerte cachetada.
— ¡ERES UN IDIOTA!—le gritó— ¿En qué cabeza cabe abandonarme de esa manera ante esa situación tan riesgosa?
—Athenas...yo...
— ¡No quiero escucharte Anéstropos! Estaba a punto de ser viuda y madre soltera, ¿qué hubiera hecho nuestra hija sin su padre?—comenzó a llorar—.
El rey, reticente, no lo pensó y la abrazó en su llanto.
—Tranquila mi reina, no volverá a pasar, tenemos que seguir adelante, acompáñame.
La reina vio a su esposo con ademán de esperanza, y continuaron.
— Su majestad—decía el capitán— dígame, ¿qué clase de magia es la que utilizó para atenuar tanto murciélago? En todos mis años de servicio, no me había tocado ver esa magia única. ¿La podemos aprender?
—Claro que no—manifestó—cuando se te da la bendición de ser rey de Álystor, en tus narcosis, parece ser que viajas a las estrellas, ves lo más hermoso—decía el rey con júbilo—parece ser que estás en el mundo de los etéreos. En uno de los tantos sueños que tuve, recuerdo una luz inmensa, recuerdo que batallaba poder verla directamente, aquella luz emanaba mucha alegría y amor, no importaba en dónde estuvieras, por cualquier lado lo sentías, aquel sueño se veía tan real, tan placentero, que recuerdo que algo ínfimo entro en mi, dándome esperanza y aquello que carecen muchos hombres, la fe. Recuerdo que me hablaba en una voz profunda y en un idioma que no conocía, me transmitía paz, no quería despertar. Recuerdo perfectamente que cuando volví a mirarlo, vi una luz fugaz que pasaba encima de el, y después, desperté. Recuerdo que quería manifestar en pintura todo lo que vi, pero era inane, puros intentos infructuosos, me frustraba, y empezaba a tener pensamientos negativos, y cada vez que me pasaba algún pensamiento tétrico, emanaba luminiscencia blanca, y el día que me pasaba algo como eso, los sueños me transmitían mensajes, pero esos mensajes, son míos, y sólo míos, no deben de ser revelados ante nadie, pues las estrellas me hablaban. Y eso me paso hoy, pensé que moriría y perdería a mi esposa e hija—volteó a mirar a Athenas con tristeza—y fue por eso que esta luz nos salvó.
Los guardianes permanecían callados y Athenas emanaba una sonrisa llena de alegría. Eso fue lo que pasó capitán, y por eso no sé como ayudarlo en esa situación, pero tenemos un camino que recorrer, el terror nos persigue.
—Tiene razón su majestad, seguidme ojos de la luz.
Por otro lado, Eric seguía su camino por aquella alcantarilla, su poder de la voz lo tenía cansado, recorría una parte bastante obscura, mientras se adentraba, empezó a sentir una pesadez. La ignoró pues creyó que podía ser el dragón.
—Con que la Luz Eterenea sigue en pie...—se escuchaba en susurro—.
— ¿Quién eres?—preguntó Eric y se puso en guardia con miedo y furia—.
—Soy aquel, que vive en la sombras—empezaba a sonar una voz plácida—aquel capaz de dibujar el eco de una lágrima cayendo al infinito...—sonaban intento de aleteos—.
— ¡MUÉSTRATE!
—Existen sueños terribles... donde uno quiere despertar, pero no puedes porque ya estas despierto... la inmortalidad debe de ayudar mucho a ejercitar la paciencia.
— ¡Kzroon!—Eric expectoró fuego de su boca y nariz, volteando a todos los lados— ¡Sal maldito vampiro!
— ¡Calma!—empezó a reir—Que modales tan zafíos tienes... ¿Qué acaso no tienes respeto por lo oculto, por lo místico, por los que tuvieron esta desgracia?—preguntaba con una voz encantadora—.
—No soy culpable de tu destino, bestia.
—Somos los abandonados de Néstalkor, desearía poder tener el sol, para esconderlo en lo más profundo del mar, y venderlo al mejor postor. Salir, y no tener miedo a morir ante la primera insinuación de luz en mi piel.
—Empezó a emanarse un aroma de putrefacción.
— ¿Cuántos has matado maldito?
—Lamentablemente así es mi destino—el prolapso de un cadáver se escuchó— matar para sobrevivir—unos ojos anaranjados intensos se empezaron asomar en las sombras— Pero, ¿qué es lo que deseas en verdad?—su voz era bastante apacible— ¿Acaso ser uno de los vampiros más poderosos de Álystor, adueñarte de la obscuridad, y aborrecer el amanecer? ¿O sigues estando con ellos?—el tono sonó más de acosador que de pregunta— Con la Luz Eterenea... pronto se extinguirán todos—aquel vampiro salió de la obscuridad, tenía su forma humana, pero los ojos brillantes delatan su verdad, su iris naranja fosforescente y su retina amarilla demostraba que sí era de aquella secta vampírica más poderosa de Álystor—vente a nuestro mundo, y juntos, acabemos con el reino y con la tiranía del sol.
— ¡JAMÁS!—Eric lanzó unos rayos hacia el vampiro ancestral—.
Este se convirtió en una aglomeración de murciélagos y apareció atrás de él. Aquel que pretendía ser humano, se empezó a transformar en la bestia que es, su cara lucía similar a la de un murciélago, tenía grandes colmillos y afilados, tenía uñas de acero, y unas alas rotas, pues estos, habían sido expulsados, aquella bestia levantó su brazo, y un poder hizo a Eric quedar paralizado y empezó a flotar por el poder del vampiro pues este lo estaba asfixiando.
—Nos veremos muy pronto...—dijo el vampiro, lo soltó y desapareció—.
Eric al caer e intentar recuperarse, inmediatamente se checó el cuello, quería verificar algún rastro de mordida o rasguño, pues corría el riesgo de estar infectado de vampirismo, al percatarse que resultó ileso excepto por la magia, Eric aseguro su camino.
— ¡Kzroon-trans-zul!—escupió fuego de su boca y nariz asegurándose no verlo de nuevo—.
Al notar que no había visto nada, continuó.
Por otro lado Brian y Alexandra se encontraban a salvo, pues los pozos que hicieron eran lo suficientemente anchos para poder estar cómodos, tenían pociones por si faltaba el oxigeno. Se sentían a salvo, puesto que no escuchaban al dragón desde hacía rato.
Eric se sentía agotado, pues usar el poder la voz, lo agobiaba rápidamente, al echar un vistazo y sentirse seguro decidió recostarse y tomar una pequeña siesta.
Pasando una hora, se escuchaban voces.
— ¡Guardianes!—tengan sus armas listas decía el capitán—.
Eric al notar una luz incandescente, movimiento de armaduras, y voces, despertó, y se encontraba rodeado por los Ojos de la luz.
— ¿Quién eres, y qué haces aquí?—preguntó el capitán—.
Eric se paro bruscamente y empezó a tartamudear, no podía creer que ante él estaban aquellos guardianes arcanos, con sus feroces armaduras, llenas de piedras preciosas.
—No intentes usar magia, o te aniquilamos en este momento—decía con firmeza—.
—Respóndeme, ¿Quién eres?—puso la punta de la espada en la garganta—.
Ambos se miraron fijamente a los ojos, el maestro estaba dispuesto no revelar nada de él.
— ¿A qué se debe este alboroto?—gritaba el rey a lo lejos—.
—Tenemos a un sospechoso su majestad, ¿acabamos con su vida ya?
El rey al verlo, se paró en seco, estaba impresionado.
— No puede ser—empezó a caminar hacia él—tú...te he visto, tengo que ver bien tu cara—la examinó con mucho detalle—sí, tú eres aquel de mis sueños, las estrellas tenían la razón, hoy es el día. Que Néstalkor nos asista.
— ¿Qué pasa?—preguntó Eric con miedo—.
—Un dragón llegó a Álystor, y siempre que llega un dragón, el rey fallece. Mis Ojos de la luz intentan protegerme a mí y a mi esposa, tenemos que huir por este lugar y llegaremos a un pasadizo.
—Me tengo que ir por mi camino, estoy huyendo de un vampiro ancestral.
— ¡¿Vampiros?!—preguntaron los guardianes y estos se pusieron en guardia, todos con una mano con fuego lista para atacar—.
—Encontrarás tú propio camino—decía el rey—Tendrás que tener cuidado, derramarán sangre y muerte antes de que todo acabe.
—Tenemos que seguir su majestad, corremos riesgos—dijo el capitán—no intentes seguirnos retrasado—volteó a ver a Eric—o morirás.
Eric sonrió sarcásticamente.
—Si quieres observa como huyo por dónde vinieron, así evitamos líos, ¿no crees?—Eric dejó de mirarlo, y empezó a caminar por dónde llegaron—.
Athenas miraba con ademán de desprecio y escupió en sus zapatos, pues no podía creer que fuera tan demente como para hablarles a los guardianes del rey así. Uno de los guardianes hablaba con el rey diciendo que lo mejor debería ser encontrar un lugar seguro en lo que matan al dragón
— ¡Detente ahí mismo patán!—gritó uno de los guardianes—.
El maestro se detuvo y levantó sus manos.
— ¿A qué se debe este cadáver? —Preguntó alarido—.
—Les comenté que había un vampiro, y huía de él.
—Maldito cabrón, de aseguro tú invocaste a esa gárgola, y ahora el vampiro. ¡Maldita sea! Mátenlo, de aseguro está con ellos, muéstrame tus dientes.
El maestro lo hizo sin problema alguno, le daba hasta felicidad, pues sus dientes brillaban como las perlas.
—Nadie debe de saber esto, acabaremos con tu vida—el guardián lanzó una llamarada de fuego y en eso el rey se interpuso haciendo una barrera de magia—.
— ¡Detente idiota!—le reclamó—él no es uno de ellos, él debe de ayudarnos.
El guardián obedeció y se detuvo al instante.
—Como desee su majestad.
El rey volteo con Eric—Jamás entenderán porqué tengo mi fe en ti, jamás lo comprenderían, y dudo que tú también, pues nadie ha visto lo que yo en mis sueños con los astros. Pero, ¿cómo explicártelo?—el rey se agarro su frente frustrado—escucha, ¿has escuchado sobre Néstalkor? ¿Sobre el mundo de los etéreos?
—Sí, lo he escuchado, pero digamos que no soy mucho de creer.
—No te pregunté sí creías o no, he servido a Álystor y Néstalkor durante todo este tiempo y toda mi vida, y ellos me dijeron que mi fin llegaría cuando el terror llegará.
— ¿Cómo es que yo estoy involucrado en eso?
—Jamás dudes sobre lo que las estrellas y sueños digan. Además, lo que ves en tus estrellas no son las mías—se le acercó al oído— hoy tendrás que demostrar que la Luz Eterenea es fiel en momentos sombríos.
—Eric se separó y dijo en bajo— ¿Cómo es que lo sabe?
—Que Néstalkor nos guie.
— ¿Sabes mi futuro? Dime que es lo que viste, necesito saberlo.
—Mis sueños no me dicen nada sobre tu vida, sólo me dicen como es que entras al libro de mi vida, y como estos me guían a mi final. Pero en tu cara veo la luz de Néstalkor, que los crepúsculos acaben con la oscuridad que se avecina, y que las auroras boreales de la noche sean de admirarse, y que se estudien. Con la esperanza que acabo de poner en ti y con la promesa de tu ayuda, creo que podré morir en paz.
— ¿No temes estar esperando la muerte?—lo preguntó porque le pasaba lo mismo—.
—He tenido una buena vida, descansaré en paz. Recuerda, somos de carne y hueso, sabemos nuestro destino, pero no el momento. Las estrellas me han bendecido por el hecho de que sabré mi momento y hora de muerte, le daré cara y después, sucumbiré.
— ¿Tengo que acompañarlos?
—Yo voy hacia mi tumba, el dragón lo sabía, la gárgola lo sabía, el vampiro ancestral también, quieren mi alma, ellos... me están esperando. Nos seguirás, y después de mi destino, tendrás que huir—le tocó el hombro como gesto de agradecimiento—.
Guardianes, escuchadme—volteó y los miro a todos—este hombre, nos seguirá, y le brindarán protección a él y a sus cercanos, puesto que él es una de las personas que anhelaba ver en todo este tiempo, júrenme que lo protegerán a él y a mi esposa, en estos tiempos sombríos.

Todo miembro de aquel gremio se inca, y gritaron su juramento: Juro que lo que diré es la verdad, y nada más que la verdad, pues la verdad es justa—levantaron sus espadas— Juro ante el cielo de Álystor, que mi espada y escudo protegerán aquellos que me indique el rey, puesto que he tenido la bendición de tener a ellos en mi resguardo como guardián de luz, lo juro por las auroras boreales y los astros que nos observan, que mis palabras son fieles y honestas, yo, miembro del gremio Ojos de la luz, juro usar mis conocimientos arcanos en protección de la obscuridad, pues he sido entrenado para vencerlo, mi espada y magia sólo tocará a aquellos que interpongan su camino, entrego mi luz al rey y a estas personas, hasta el fin de mis días. Por Álystor, y su gente, sin sangre, no hay gloria—los guardianes juntaron todas las puntas de sus espadas, y estas empezaron a proyectar centellas, estas empezaron a vibrar fuertemente, y todas cayeron al suelo, pues el juramento había sido aceptado, el capitán agarro su espada de diamante bañada en oro blanco, y se la acerco a Eric—.
— ¿Ayúdanos un poco no crees? ¿Sabes incitar hechizos de luminiscencia, o de alguna estrella?
—Sí, pero no son tan poderosos como los de ustedes—dijo un poco avergonzado—.
—Hazlo y síguenos, nuestro trabajo consiste en proteger al rey y sacarlo con vida, y pensamos cumplirlo a toda costa. Quédate cerca y estarás a salvo.
—Cuenten con mis apoyos guardianes.
—Rápido—decía el rey—tenemos que salir de aquí, Athenas—la volteó a ver con tristeza y desasosiego—tienes que asegurarme que si no sale como lo esperaba, estarás bien, y protegerás a Victoria.
—Por favor no digas eso Anéstropos—tenía la voz quebrantada y ojos llorosos—.
—Pasará lo que tenga que pasar esposa mía.
Comenzaron a caminar por la lóbrega alcantarilla y dieron hacia una puerta que Eric jamás había visto, el rey sacó una llave, y la abrió. Se adentraron hacia aquel lugar misterioso, esperando a cualquier señal de peligro. Habiendo recorrido el tramo necesario, había unas escaleras que daban hacia las afueras de Álystor, uno de los guardianes de la luz, apagó su estrella, pues no quería llamar la atención con semejante brillo al salir, estando arriba, dio la señal de que era seguro. Todo el grupo comenzó a subir las escaleras, y habiendo salido todos, sellaron con un hechizo de ruina aquella salida. Empezaron a dirigirse hacia el Norte, pues las estrellas señalaban su camino.
— ¡Buaaaa! ¡Buaaaa!—todos miraron con desdén a Victoria, pues lloraba en un momento inapropiado—.
—Ya chiquita—decía Athenas— todo estará bien—la movía entre sus brazos—.
— ¡BUAAA!—lloraba más fuerte—.
— ¡Cállala Athenas!—le exigió—nos está poniendo en peligro.
— ¡Aplácate! No ha comido o tiene sed, no sé porque llora de esa manera, jamás la había visto así.
Habiendo llegado a uno de los cerros, Athenas empezó a alimentar a Victoria, esta ya se había calmado. Athenas con su rostro angelical y sus ojos grises, empezó a admirar el horizonte, veía con mucho júbilo aquella vista que tenía. Se soltó su pelo color oro y empezó a sentir la brisa del aire mientras que las relucientes auroras boreales danzaban para ella, eran colores hermosos, celeste, azul, amarillo, naranja, una infinidad de colores. No podía creer que estuviera pasando tan buen momento a pesar de la crisis que tuvo horas antes. Tanta era su alegría que corrió hacia su esposo, y lo abrazó. El rey, no tuvo empatía, pues estaba temeroso, sin embargo, hizo un esfuerzo para ver sonreír a su esposa que estaba en sus brazos.
—Te amo—dijo Athenas con voz tierna—.
—Yo también te amo Athenas—.
Ambos seguían abrazados, Eric los miraba, con mucha atención, pues parecía que gozaba ver la alegría de aquella mujer, le traía momentos buenos, pero sabe que sus recuerdos sólo están manchados con tristeza. Los guardianes habían improvisado un pequeño campamento, pues pasarían la noche en aquel lugar, la reina y el rey tenían su propia casa de acampar, y Eric, dormiría con los guardianes.
El maestro se quedó afuera largo rato, pensaba en Brian y Alexandra, pues no sabía como se encontraban, tampoco sí corrían algún peligro, se sentía incapaz. No podía permitir que las únicas personas en la que él confiaba murieran, pues el tenía sentimientos hacia ellos y una historia que contar.
—Ya no seguiré ni un poco más—decía el rey mientras se acercaba hacia él—tú tendrás que resistir el terrible destino de Álystor, mi esposa Athenas estará al cargo del reino, ella es la única heredera junto con Victoria, y ustedes las protegerán, busquen a los sacerdotes demoniacos, e impidan el exterminio...de Álystor.
¡Waauuurrrngg! Lo inefable sucedió. El dragón salió por el otro extremo del cerro. La pesadez de su rugido hizo que perdieran el equilibrio, haciendo que se cayera el rey y el maestro. Sobrevoló el campamento y con su aleteo lo destruyó.
— ¡PROTEGAN AL REY!—gritó el capitán—.
¡Guaaarn!—rugía la bestia—.
— ¡RESGUARDEN A ATHENAS Y A VICTORIA!—gritaban otros guardianes—.
Aquellos miembros del gremio estaban en su guardia arcana, pues el objetivo era que el dragón tocara el suelo. Eric, a duras penas, logró levantarse, el rey estaba mareado, e intento ponerse en pie.
El maestro y el rey estaban impresionados por aquella criatura mítica, no podían creer que volvieran. La leyenda, las historias, los mitos, se volvieron realidad. Lo que veían ante sus ojos era un enorme dragón de color azul intenso, tiene una enorme cabeza, ojos rojos llenos de furia, e inmensos cuernos en ella, alas descomunales de color negro, y escamas de color dorado, una cola larga que termina en forma de flecha, y cuatro garras para atrapar a cualquiera, dientes afilados como espadas, y de su nariz, desprendiendo humo.
— Que Néstalkor nos asista—dijo el rey con terror—.

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⏰ Última actualización: Jul 29, 2015 ⏰

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