—Un día bastante ajetreado, ¿no lo crees Alexandra?—preguntaba Brian— la verdad me siento muy cansado, y estoy consciente de que no he hecho absolutamente nada. Lo único que quiero es dormir, dormir, y dormir por muchos ciclos. ¿Apoco no sería bastante interesante dormir tanto tiempo? Siento que viajaría a no sé dónde.
—Mientras sea un lugar lejos de aquí—afirmó Alexandra—.
—Sí, de hecho...
¡Raughrm! Un eco que provenía detrás de los cerros.
A Brian se le dilataron las pupilas inmediatamente.
— ¿Qué fue eso?—preguntó Alexandra con desasosiego—.
—Calma Alexandra, él pronto llegará.
— ¿Quién llegará?
—Calma—la miró con ademán de molestia— hay que ir al sótano, ahí tengo todo el material que compré en la herrería.
— ¡DIME QUE ESTÁ SUCEDIENDO!—preguntaba beligerantemente— Brian, comenzaré a gritar si no me dices—temblorosa de la voz—ocupo explicaciones, y ya.
A lo lejos un sonido estremecedor lleno de lamentos y terror se escuchaba más próximo.
¡Talán!—sonaba un eco de campana a lo lejos— ¡Talán!
En el momento en que se percataron de las campanadas, sabían a que se estaban enfrentando, a aquella bestia que cualquier hombre le teme, a aquella que su voz sólo trae la desgracia de los hombres, un dragón. Las campanadas sonaban cada 5 segundos, sonaban como si gritasen que corrieran por sus vidas, que se protegieran, porque el dragón llegaría por ellos en cualquier momento. En ese instante Brian agarró un arco, flechas, abrió un cofre que le pertenecía a Eric y sacó de ahí una bolsa de tela en el que contenía, comida, agua, y pociones etílicas. Le dio a Alexandra un arco, pero ella se rehusó a usarlo. Alexandra estaba envuelta de pánico, sus manos si de por si eran blancas, al tomarlas transmitían el frío de mil inviernos. Subieron las escaleras del sótano para dirigirse al segundo piso, a la ventana a la cual se podía apreciar todo el reino de Álystor. Brian sacó de la bolsa una de las pociones y la bebió. Brian empezó a toser de una manera inquieta, y afligido. En lo que pudo recuperarse, Brian miro hacia Alexandra, y en ella observaba que emanaba un aura blanco combinado de negro, a lo lejos, veía bastantes manchas, y todas de colores distintos. Algunas negras, otras verdes, inclusive amarillas. Brian se encontraba extasiado. A lo lejos, podía apreciar un aura pesado de color negro, combinado con rojo y morado, representaba tristeza, Brian sentía cansancio, y algo lo deprimía con sólo verlo. Era el aura de aquel dragón que podía apreciar a lo lejos, y por el simple hecho de verlo a aquella distancia, sentía todos esos sentimientos de tristeza. Brian estaba paralizado, y no sabía que hacer, voltea hacia a Alexandra, y la mira con ojos de terror, de incredulidad.
—Los dragones, Alexandra, han vuelto, las profecías se han cumplido, todo llegará a su fin, ese dragón podría significar el final de nuestros tiempos, por Néstalkor, esperemos que sólo sea ese, si no tomas el arco, tú destino será más que obvio, dejaré una nota, haciéndole entender a mi maestro que nos fuimos, y le diré hacia donde iremos, sí es que aún está vivo.
En lo que se prepararon, salieron inmediatamente de la casa y todos los vecinos gritaban y huían en sus caballos, sabían que eran tiempos negros y obscuros, Brian y Alexandra empezaron a tomar su rumbo hacia el Norte, lejos del dragón.
Mientras tanto, en el castillo, el rey Anéstropos V, ya tenía puesta su armadura llena de oro blanco, con su emblema representativo de una espada apuntando hacia arriba y en la punta se encuentran las auroras boreales representativas de Álystor, todas, llenas de gemas, rubíes y esmeraldas.
Mientras le ponían la capa de color blanco y negro, le empezó a decir a sus guerreros palabras de aliento y de esperanza.
—Muchachos, nuestra hora, nos ha llegado, sabemos que lo que estamos a punto de enfrentar, no es otro borracho de taberna o algún mago que sea ladrón, no señores—miraba a cada uno de ellos— el día de hoy, nos enfrentaremos a una de las criaturas ancestrales y más poderosas de todo el universo, no se escucharán voces felices, esté día estará maldito porque hoy es el despertar de los dragones. No importa que tan lejos estemos, no importa lo más que supliquemos por nuestras propias vidas, su fuego, o su hielo, o inclusive su poder sombrío de absorber almas, nos alcanzará si no lo matamos a tiempo. Sus horripilantes rugidos demuestran a todas aquellas almas que fueron perdidas y que no pudieron llegar al mundo de los etéreos. Y les aseguro que se sentirán débiles y taciturnos, que ya no querrán luchar, pero escuchadme caballeros, recuerden porque se unieron, recuerden porque se alistaron al ejército de Álystor, no lo hicieron por mi, ni por ustedes, ¡LO HICIERON POR SUS HIJOS, POR SUS ESPOSAS, POR SU HUMILDE FAMILIA Y LA MÍA QUE ESTÁN PASANDO POR MOMENTOS DIFÍCILES! Tenemos que usar nuestro valor, y nuestro coraje, ¡que una maldita lagartija no sea más que mil hombres! El día de hoy caballeros—empezaba a desvainar su espada lentamente— quizá sea la última vez que nos veamos, o quizá sea el día en que renombraremos este día y brindemos por destruir a esa maldita arpía, que Néstalkor los asista a todos ustedes, y recuerden—levantó su espada hacia arriba y gritó el lema de Álystor—¡SIN SANGRE, NO HAY GLORIA!—los guerreros se encontraban extasiados ante semejantes palabras—Beban las pociones que les den sus altos mandos, los harán resistentes a la pesadez del aura del dragón y a sus rugidos, sé que lo lograremos.
Mientras el rey se dirigía hacia su recámara dónde tenía resguardada a su esposa e hija, la guardia real llamada: Ojos de la luz, lo esperaban. Aquel gremio tenía una vestimenta única en su clase, pues portan una armadura reluciente y brillante, cuentan con todas las partes de una armadura, se podía discernir ante cualquiera que estuviese a su lado, ya que ésta cuenta con los colores de las auroras boreales de Álystor, tienen ensamblado pequeños diamantes en toda la armadura, pues estos representan las estrellas, en su hombro izquierdo portaban el emblema lleno de gemas y rubíes, un penacho de colores relucientes, una espada de diamante bañada en oro blanco y un escudo de obsidiana. Ante llamativa vestimenta, varios rebeldes, magos y asesinos a sueldo han intentado robarles aquellas piedras preciosas que tienen las corazas, pero el entrenamiento arcano y terrestre hace notar la diferencia, pues nunca han perdido batallas. El capitán que tenía al mando 8 de los guardianes tenía fuera el casco, tenía un rostro atractivo, unos grandes ojos carmesí, se le acercó al rey con un rostro inescrutable
—Su majestad Anéstropos V—se inca y lo mira a los ojos— su ruta de evacuación ya está lista, por favor síganos y los llevaremos a un lugar seguro mientras la batalla que está por suceder, termina.
— ¿Y dónde está aquel hombre inmarcesible que se hará pasar por mi en la batalla?—preguntaba con un tono acre—.
—Estará a punto de salir—decía el guardia—al momento que nosotros empecemos a retirarnos, saldrá, sabe sobre el discurso que dio y todo lo relacionado a este, por favor no se preocupe su majestad.
—Athenas—gritó hacia su esposa—agarra a la niña y vámonos, será una caminata larga.
Los guardias empezaron a mover unos estantes, muebles y recuadros que se encontraban ante una de las paredes, una vez habiendo terminado de despejar la pared, en la esquina inferior derecha, se encontraba una ruina que sólo podía deshacerla el rey.
—Esto me corresponde a mi—empezó a mover sus brazos en círculos, se encontraba en una posición que recuerda a la de montar un caballo, puso sus brazos a la altura de sus hombros, y empezó a estirarlos lentamente con mucha fuerza, movió ligeramente su cadera hacia la izquierda y empezó a dar unos golpes y patadas al aire, la ruina, empezó a brillar de un grisáceo, y emanaba un ambiente de tensión, y después de unos segundos, ésta, se deshizo, y se abrió una compuerta en la que tenían que entrar en menos de 1 minuto antes de que se volviera a sellar. Unos de los guardias inmediatamente cerró la recámara con llave y acomodó todo lo que pudo en su lugar, después, dieron primero el acceso al rey y su familia, y finalmente ellos.
Uno de los guardias juntó sus palmas, y al momento de separarlas, la luz de una estrella se asomó, y ésta subió y finalmente se situó encima de ellos, iluminando todo espacio de obscuridad. Se empezaron a adentrar a aquel pasadizo que tenía evidentemente bastante tiempo de no utilizarse, arañas y ratas se encontraban por doquier, mientras seguían caminado, el rey se empezaba a ver angustiado, pues sabía que era un cobarde al abandonar sus guerreros Álystorianos, y además de eso, estaba teniendo fuertes intuiciones y corazonadas de un sueño que tuvo con los astros.
Mientras tanto, Brian y Alexandra se estaban adentrando hacia uno de los bosques que se encontraba hacia el norte, se encontraba gran variedad de árboles y todos con gran altura. Sabiendo que eso no impediría que el dragón incendiara todo, Brian comenzó a hurgar la bolsa donde había guardo las pociones etílicas, habiendo encontrado la que estaba buscando, empezó a vaciarla en todo su cuerpo.
—Rápido Alexandra, rocíate con esta poción—lo decía con molestia en su voz—te arderá, pero esto impedirá que el dragón nos pueda oler, o ver por nuestro aura, le será muy difícil encontrarnos, tengo en mente cavar un pozo y así seremos como fantasmas.
— ¡ESTÁS LOCO!—gritó—si llegara a ver, nos matará, y créeme, que morir incinerada no me atrae en lo más mínimo.
— ¿Quieres vivir?—pregunto hoscamente—.
— ¡Claro que quiero vivir!—Titubeaba—.
—Entonces rocíate esta, y asegúrate que sea en todo tu cuerpo—extendió su mano y se la dio a Alexandra—.
Al momento de estarse rociando con la poción, Alexandra no dudó en gritar ante semejante ardor.
— ¡Por los dioses! Siento que me están escupiendo fuego—empezaba a mover sus manos frenéticamente y moverse con mucha hiperactividad—.
—Tranquila, en unos minutos se te pasará—reía—anda, ayúdame que cavaremos ya el pozo.
¡Mnuuurgh! —Alexandra y Brian se pararon en seco— El eco sonaba con más pesadez, pero ya no tan lejos—se miraron a los ojos con miedo, y empezaron con más rapidez.
Justo cuando Eric estaba a punto de dirigirse hacia las alcantarillas, uno de los guardias, lo sorprendió, desenvainó su espada y se puso frente a él. Aquel guardia era igual que el resto, pues tenía su armadura de acero reforzado con el emblema de Álystor en el pecho, era de color negro, con piedras blancas en todo el acero, y cuenta con una capa de colores representando los crepúsculos. Pues son guardianes de la noche, y protectores del amanecer.
— ¡Has cometido crímenes contra Álystor y su gente!—empezó a poner la espada frente la cara de Eric— ¿qué tienes que alegar en tu defensa?
¡Miuuuurn!—se asustaron y ambos miraron hacia el cielo sorprendidos—
— ¿Qu-e, qué fue eso?—preguntaba el guardia con terror en su voz—.
—Es un dragón—replicó Eric—.
El guardia seguía anonatado.
—Ahora, oficial, ya que ve semejante gravedad del asunto, ¿ambos podemos huir por nuestras vidas?
El guardia sin pensarlo dos veces soltó su espada y se echó a correr.
Dándose cuenta que el guardia se fue, Eric se inca y puso su mirada hacia el horizonte, se agarro el pelo con ambas manos y se lo jalaba suavemente hacia atrás.
—Sí que estuvo cerca—.
Al tener más precaución y notar que nadie lo estaba siguiendo u observando, empezó su camino por la alcantarilla. Para evitarse más sorpresas, uso el poder de la voz para no tener algún problema futuro.
— ¡Ir-Kha-Lozh!—.
Parecía que un rayo había penetrado aquella alcantarilla, pues retumbó y se mostró con un gran estruendo. Eric logró percatarse de algunas auras que estaban bastante lejos, quizá medio kilómetro o más de la mitad.
—Quizá sean indigentes que quieran resguardarse del terror, los entiendo, si pudiera también lo haría, pero tengo a personas que proteger.
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Álystor.
Fantasy*Los nombres sólo son referencia para cambios futuros.* Un día normal como cualquier otro en el reino de Álystor, se encontraba la casa de Eric Árstalon. Era un amanecer, y se asomaba sobre la ventana un hermoso crepúsculo. El viento era fresco y a...