Revelando secretos invisibles

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La mañana siguiente era un día completamente soleado, todos estaban dormidos, y en cuestión de minutos como una alarma andante, Eric se había despertado a las 10:00AM. Sus ojos estaban lleno de lágrimas, pero no se sabe si de tristeza o alegría, si lo que hubiera visto anoche le hubiese traído algún recuerdo que marcó su vida. Se levantó de su cama y se dirigió hacia su baño, se lavó la cara y se quedó admirando su rostro un par de minutos y de un movimiento brusco golpeó el lavabo. Siguió caminando y bajó las escaleras y en eso se va a la cocina a preparar el desayuno de todos.

Estando ahí, Eric se enojó al saber que Brian no había lavado ni un miserable plato y sartén por su gran Briannini que le preparó ayer a Alexandra. Lavo todo y después de eso sacó del refrigerador salchicha, queso, leche, pan y huevos. En lo que estaba preparando los hornos y sartenes. Eric empezó a preparar los ingredientes adicionales así como también comenzó a cortar la salchicha en tiras, el queso lo rayó, la leche la sirvió en unos vasos grandes y puso a tostar el pan. Aprovechó que no había nadie y empezó a agarrar un poco de todo lo que preparaba. Puso los huevos en el sartén y empezó a hacerlos revueltos, salió el pan, y la salchicha ya estaba lista. Teniendo todo listo, comenzó a preparar todo como si fuera un desayuno para alguien especial y después hizo unos lonches de huevo revuelto, junto salchicha y queso rallado al gusto. Puso los cubiertos en un orden muy fino, con sus servilletas listas y en eso grito.
— ¡Brian y Alexandra!— gritó eufóricamente— Ya está el desayuno vengan o se les va a enfriar.
En el segundo piso de la casa se escuchó claramente como maldecía Brian porque lo habían despertado temprano.
— ¡Voy para allá!—dijo Alexandra mientras bajaba las escaleras con cansancio—.
—Por favor toma asiento, y esperemos al gran chef que no limpia su desorden.
—Te escuché Eric—dijo Brian—.
—Ese es el punto, anda, siéntate y déjate de quejar.
— Al sentarse Brian observó el plato que estaba servido y con ojos delatando disgusto preguntó con tono de ofensa— ¿Quién demonios combina huevo con leche y queso? Ah y se me olvidaba, también con salchicha.
—Brian, si no te gusta, no te lo comas, así de simple—dijo con tono de gravedad—. Sirve que se lo dé a un pobre méndigo que sabe apreciar la comida, al cabo tú no sabes que es pasar hambre. —Brian se ruborizó un poco—.
— ¡Qué rico sabe!—dijo Alexandra casi gritando para evitar más la pelea— Pero espera, ¿a qué te refieres que él no sabe lo que es pasar hambre? ¿Tú has estado en esa situación?
Eric se quedó paralizado, no podía creer que él mismo había dicho unas palabras las cuales sabía que tendrían un fuerte impacto en una escritora como Alexandra.
— Es un decir, ya sabes, imagínate lo duro que ha de ser no tener dinero o la oportunidad de comer un simple trozo de pan o tomar un café caliente.
— Tal como me iba a suceder a mí si me hubieras hecho caso omiso ayer y me hubieras dejado varada en la nada de este enorme reino—dio un pequeño sorbo al vaso de leche—. Pero no importa, disfrutemos este rico desayuno.

Me gustaría que Brian fuera más agradecido con todo lo que tiene en estos momentos, —decía Eric— la situación se ha vuelto muy difícil en el reino y el debería de apreciar las cosas que tiene. Al parecer aún no entiende que el rey se baña con nuestro escaso dinero, y todos los de su alrededor. Me agradaría bastante que el reino estuviera en una situación cercana a una guerra, así entendería nuestro rey lo que es tener miedo y que su avaricia sea invertida en ejércitos y defensas. Pero en realidad ni eso sabe hacer el asqueroso. —Partió un trozo de huevo—.
—No es para que te pongas así Eric—replicó Brian—. Ya perdóname. No me gusta que te pongas así.
—Me parece bien—.
Después de que todos acabarán su desayuno Eric y Alexandra comenzaron a lavar los platos y Brian salió para barrer.
—Me gustaría poder platicar contigo ahorita que Brian no está Alexandra.
—Em... Claro, sí, está bien—Alexandra empezaba a ponerse nerviosa—.
— ¿Qué quieres Alexandra? ¿Acaso trabajas para alguna organización del rey? Ya fue bastante de hacernos los desconocidos, ¿no crees?
—Alexandra cerró los ojos y dio un lento suspiro— Tienes razón Eric, ya fue mucho. Como sabes, soy escritora, y te conozco desde el pasado, quiero saber toda tú historia, me lo prometiste que me la contarías en aquel entonces—comenzaba a temblar su voz— el porqué de las cosas, el porqué del todo. ¡LO ÚNICO QUE HICISTE FUE ABANDONARME EN LA NADA, ME DEJASTE SÓLA COMO UN ANIMAL!—sus ojos se llenaban de lágrimas—.
— ¡No alces mucho la voz Alexandra, Brian escuchará!—dio un suspiro y por cómo estaba Alexandra puso un rostro serio y de vergüenza—.
— Eric... si yo quisiera hacerte daño, o hacerte sufrir, te delataría con el rey en este instante y que te incinerarán, no tienes pruebas de defensas, no tienes nada, y tú pasado es conocido por mucha gente que le agradaría saldar deudas contigo—empezó a sollozar—. ¿Pero sabes por qué no lo hago Eric?—empezó a tallarse las lágrimas—.
— ¿Por qué?—preguntó con cara de preocupación y tristeza—.
— Porque tú no eras así—empezó a caminar hacia las escaleras—por cierto, te falto tallar la mugre, la mugre de tú sucio corazón—Alexandra se subió dando pisotones—.
En lo que Eric escuchó que se cerrará la puerta, continuó lavando los platos como si nada hubiese pasado, con tranquilidad, como si lo que escuchó fuera algo sin sentido. Eric observaba desde una ventana que Brian estaba alegre barriendo y silbando, pero después empezó hacer unos movimientos con la escoba como si fuera alguna clase de espada y en lo que hizo una hazaña con ella se le calló y volteó para verificar si nadie lo observaba. El maestro se alejó discretamente y continuó limpiando, guardó los platos, cubiertos, todo en su lugar, la cocina había quedado impecable sin rastro de mancha alguna. Terminando el trabajo, se dirigió hacia el sótano, en él había una mesa y varias sillas, así como también las despensas que se guardaban ahí. Se dirigió hacia una de las sillas se sentó y puso sus manos en su cara y rompió a llorar.
— ¿Por qué?—se preguntaba Eric a sí mismo— ¿Por qué me sucede todo esto?—sollozaba— ¿Qué hice Néstalkor para tener un destino tan miserable? Creí que había sido lo correcto todo lo que hice, pero ya vi que no fue así. —Inspiró hondo—Ah... Me encantaría tener un deseo, volver al pasado, desear que nada de esto hubiera pasado. Pero mi situación es sumamente sencilla, sé que no tengo remedio alguno. ¿Pero por qué me preocupo tanto?—empezó a despejarse y se levantó—amo la vida, y sí, estoy triste, pero al mismo tiempo estoy muy feliz de que algo me ponga triste. Es algo que nos hace sentir vivos, me hace sentir que sigo siendo humano, si estoy triste ahora es porque me sentí muy feliz antes. Hay que tomar lo malo por donde viene—sonrió para sí mismo—es como sentir una bella tristeza—se quitó las lágrimas y se quedó callado largo rato—.
— ¡Eric!—gritaba Brian el nombre como si lo cantara mientras entraba a la casa— ¡Eric! Vaya, pero que limpio está aquí—se decía para sí mismo— al parecer alguien está enamorado y no soy yo. ¡Eric, contéstame!—volteó hacia las escaleras y vio a Alexandra bajando las escaleras con sus cosas—. ¿Ya te retiras tan temprano? Que modales tan zafios.
—Es mejor que me retire, es por el bien de todos.
— ¿Contagiada de algo o qué?—dijo Brian con sarcasmo—.
—No, no es eso, simplemente que ese era el trato que se había acordado, si ves a Eric, agradécele por todo por favor, fueron gentiles en todo este tiempo.
—De aquí no se irá nadie—dijo Eric con voz deferente—esto es sólo el comienzo de una nueva historia.
Me he tomado la molestia de espiar sus pláticas la noche de ayer, y me pareció muy inquietante que supieras esas cosas Alexandra, pero era algo de esperarse. Y Brian, serías pésimo para guardar secretos. Pero al grano, empecemos con Alexandra, dime, ¿Qué es lo que tanto quisieras saber de mí?
—La verdad es que le había tomado importancia al principio, pero ya vi que ahora sería algo superfluo que me lo contaras—dijo con vehemencia—gracias por todo lo que me ofreciste ayer y hoy, fuiste amable, o eso creo—se dirigió hacia la puerta y giró la perilla—nuevamente, gracias por todo.
— ¡Than-sil- fhuul!— gritó Eric, e inmediatamente apareció en frente de Alexandra como un rayo—.
— ¡Ahhh!—gritó Alexandra—.
— ¡Eric no!—gritaba Brian con temor—.
Sé que hay historias que quisieras saber, y déjame decirte. Yo soy el último de la hermandad de la luz eterenea.
—Brian maldijo entre dientes y Alexandra estaba inmutada—.
—Tú pudiste haber entrado Alexandra, y lo sabías.
— ¿Ya se conocían tú y Alexandra?—preguntaba impresionado— ¡Pero qué hipócrita fuiste con migo Alexandra!—lo dijo Brian furioso—me utilizaste para llegar a mi maestro, debería de acabar con tu vida, maldita desgraciada—levanto su brazo y desde su mano empezaba a verse una luz blanca y unos destellos similares al de las estrellas—.
—Ni se te ocurra hacer nada Brian—dijo su maestro impertérrito—.
—Pero, pero—sus ojos sobresalían y emitían furia—.
— ¡Vamos Brian concéntrate! Aplica lo que tanto te he estado enseñando.
—Tú existencia es totalmente insignificante—decía Brian en voz baja—eres una desgracia para nosotros—se escuchó un ruido bastante inusitado y una luz blanca resplandeció dejando parcialmente ciegos a Eric y a Alexandra—.
Mientras la luz se desaparecía parcialmente, Brian, inmutado, con cara de preocupación y sentimientos alterados se empezó a preguntar
— ¿Pero qué demonios he hecho?—se miró su mano con repugno— ¡Maestro lo siento!—se acercaba hacia él consternado— ¿Te encuentras bien?—se acercaba a Eric y lo revisaba—.
—Por los dioses estoy ciego—se pasaba sus manos en los ojos—no veo nada, eres un maldito inútil Brian—gritaba del dolor— ¿Por qué lo hiciste?—preguntaba Eric con odio— Alexandra, si escuchas contéstame.
—Maestro, yo...
— ¿Tú qué Brian?—gemía del dolor—.
—Yo le di a Alexandra.
— ¿Qué tú... que?—se desmayó—.
Brian, asustado, nervioso, carga a su Maestro y lo pone en una cama en espera a que se despertara, y a Alexandra, la dejo tirada por dónde la había lastimado. Pasaron 4 horas para que Eric despertara y pudiera ver sin problemas.
— ¡Alexandra! ¿Dónde se encuentra?—lo dijo totalmente nervioso— ¡Contéstame!
—Está en donde mismo, en la puerta. No deberías de moverte bruscamente, es peligroso.
En lo que Eric se dirigía hacia la puerta principal, lo que vio, no era lo que esperaba. Era Alexandra con su hombro derecho chamuscado, y pocos destellos de la luz blanca bajaban como polvo.
—Brian, ¿qué has hecho?—lo miro impresionado— debemos de actuar rápido, antes de que suceda lo peor—junto sus manos como si fuera aplaudir y empezó a murmurar en otro idioma, en lo que lo hacía empezó a separar suavemente sus manos y en ellas se veían destellos, dorados y blancos y empezó a ponérselo en el hombro—. Con esto te curarás, lo prometo—lo realizaba con las manos temblando—.
Terminando de hacer los procedimientos de curación, cargo con cuidado a Alexandra y la dejó reposando en su cama. Brian, asustado, se quedó esperando abajo. En lo que su maestro bajaba sucedió lo que esperaba.
— Maestro, ¿Alexandra se encuentra bien?—preguntó consternado—.
— ¡Planck!—recibió una fuerte bofetada— Mejor contéstame tú esa pregunta. ¿Se encuentra bien Brian?—lo miraba con desprecio—a veces me pregunto, si en verdad lograrás hacer lo correcto Brian. A veces—empezó a dirigirse hacia el sótano—.
—Brian estaba totalmente quieto y perturbado.
En lo que Eric llega al sótano se dirige hacia la misma silla que estaba hace poco tiempo, se agarra el pelo y suspira.
— ¿Será cierto lo que dijeron en aquel entonces acerca de mi destino? Pues adelante, cúmplete de una maldita vez, deja de hacerme sufrir, y sucede ya. Le empezaron a llegar a Eric recuerdos—"¿Es un mal momento?"— Cállate Alexandra, nunca fue un mal momento— "Claro, claro. No quisiera molestar, pero sucede que estoy varada aquí y esta es la única casa cercana que parece estar habitada"—no me pidas permiso, mi casa es tú casa—le temblaba la voz— "¿Por qué no te quedas esta noche con nosotros? Ya es muy noche y puede que sea peligroso que una dama ande sola a estas horas ¿En verdad? Lo preguntaba emocionada". Pero que idiota fui, ¿por qué me comporto como un cretino? —Se empezó a alterar de más y las ventanas empezaban a agrietarse—Ah—suspira—será mejor que me calme y me vaya a dormir, la noche, y los sueños, son las conclusiones de nuestras acciones y un acercamiento al futuro.

Álystor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora