El verano, que había comenzado lleno de colores, aromas y descubrimientos, tomó un giro inesperado que dejó a todos en casa preocupados. Después de días llenos de aventuras, algo dentro de mí empezó a sentirse extraño. Al principio, solo era un leve malestar, un dolor de cabeza que me hacía querer cerrar los ojos y descansar. Pero, poco a poco, ese dolor se volvió más intenso, como si algo me apretara la cabeza desde dentro.
Pronto, no podía ignorarlo. Vomitaba con frecuencia, hasta el punto de que mi cuerpo se sentía demasiado débil para sostenerme. Los mareos eran constantes, como si el mundo girara incluso cuando estaba quieta. Todo se volvió un esfuerzo: levantarme de la cama, caminar, incluso abrir los ojos. Mi madre se dio cuenta rápidamente de que algo no estaba bien. Su mirada, que días antes brillaba con alegría, se llenó de preocupación.
En casa de los primos, las voces bajaron de tono, y los días de risas fueron reemplazados por un silencio cargado de ansiedad. Mi madre intentó mantener la calma, pero la vi hablar en voz baja con nuestros familiares, susurrando palabras que no entendía pero que sabían a miedo. Recuerdo una tarde en la que me cargó en brazos, como cuando era más pequeña, y aunque su paso era firme, podía sentir la tensión en su respiración.
Me llevaron al médico en el pueblo cercano, un hombre mayor con una barba blanca y mirada tranquila. Después de escuchar lo que mi madre le contaba, me examinó con cuidado. En su consulta, los olores de las hierbas medicinales llenaban el aire, y aunque me sentía agotada, recuerdo su voz diciendo algo que no entendí del todo, pero que hizo que mi madre palideciera.
“Será mejor llevarla al hospital en la ciudad”, le escuché decir, y su tono no dejaba espacio para dudas.
El viaje a la ciudad fue un torbellino. Recuerdo los rostros de mis primos despidiéndose con preocupación, el coche avanzando por caminos polvorientos mientras mi hermana me sujetaba la mano, su pequeña voz diciéndome que todo estaría bien aunque no pudiera esconder el temblor en sus palabras. Llegamos a un hospital que me pareció inmenso, con pasillos largos y paredes blancas. Allí me hicieron pruebas y me sometieron a preguntas que apenas podía contestar.
Los días que siguieron fueron confusos. No entendía lo que pasaba exactamente, pero escuchaba fragmentos de conversaciones entre médicos y mi madre. Hablaron de migrañas severas, pero también mencionaron algo sobre presión intracraneal, y aunque intentaban usar palabras amables, la preocupación en sus rostros decía más que cualquier diagnóstico. Me pusieron en tratamiento, y aunque no entendía lo que eso significaba, lo que más me dolía no era el malestar físico, sino ver a mi madre sentada junto a mi cama, con los ojos rojos de tanto llorar.
Sin embargo, incluso en esos momentos difíciles, había pequeños destellos de luz. Mi hermana, aunque asustada, encontraba maneras de hacerme reír. Dibujaba caricaturas en papeles que encontraba por ahí, inventaba historias tontas, y hasta me traía dulces que compraba en el mercado, diciendo que eran mágicos y que me harían sentir mejor. Mis primos, aunque no podían estar siempre presentes, enviaban mensajes con mi madre, deseándome fuerza y prometiendo que volveríamos a jugar juntos muy pronto.
La recuperación fue lenta. Pasaron días, quizá semanas, antes de que pudiera sentarme sin que mi cabeza pareciera explotar. Pero poco a poco, con los cuidados de mi madre y la dedicación de los médicos, comencé a sentirme más fuerte. Recuerdo el día en que por fin pude dar unos pasos por mi cuenta; fue como si hubiera escalado una montaña. Mi madre me abrazó tan fuerte que casi no podía respirar, y en sus ojos vi una mezcla de alivio y orgullo que nunca olvidaré.
Aunque esa experiencia fue aterradora, algo cambió en mí durante esos días. Entendí lo fuerte que era mi familia, cómo se unieron para cuidarme y protegerme. También entendí lo fuerte que era yo. Había enfrentado algo que me había llevado al límite, pero no me había derrotado.
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A un Paso de la Muerte, Más Viva que Nunca: La Historia de Mi Resiliencia"
De TodoUna historia que parece irreal,pero forma parte de mi vida...