Capítulo 11: Ecos de un amor perdido

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— ¡Dani, por favor, déjame explicarte! — rogué, siguiéndola apresuradamente mientras salíamos del café, intentando alcanzarla.

Ella se había ido nada más vernos juntos, como si no pudiera soportar un segundo más allí.

— No quiero escucharte, Luna — soltó con frialdad, acelerando el paso y sin siquiera girarse.

Me sentía fatal, como si un peso enorme me aplastara. Verla así, herida y pensando cosas que no eran ciertas, me rompía por dentro. Sabía que había metido la pata al no decirle la verdad, al ocultarle con quién iba a reunirme. Pero lo hice porque pensé que le molestaría; ya habíamos discutido ese tema antes, y todos, incluido ella, me habían pedido que lo dejara atrás. Sin embargo, yo sentía que tenía derecho a saber la verdad, aunque eso ahora estuviera complicando todo. Estaba convencida de que Daniela me odiaba.

— ¡Dani, por favor, detente! — le supliqué, casi llorando, mientras la tomaba del brazo para obligarla a mirarme — Déjame explicártelo, te lo pido...

Cuando giró hacia mí, con los ojos llenos de lágrimas y las mejillas rojas de rabia, sentí que algo se desgarraba en mi pecho. Su mirada dolía más que cualquier reproche.

— No es lo que parece... — traté de explicar, con la voz quebrada.

— ¿Ah, no? — respondió, incrédula, soltándose de mi mano con un movimiento brusco — Entonces, ¿qué es? ¿Que mi prima me mintió para ir a llorarle al chico que sabe perfectamente que me gusta? ¿O que lo que acabo de ver es solo una película que me he montado yo sola?

Sus palabras cayeron como una losa, y por un instante no supe qué decir. Entendía su enfado, pero aquello me dolía. Negué con la cabeza, intentando calmarme.

— Dani, tienes todo el derecho a estar cabreada conmigo — admití, con el nudo en la garganta — Pero no es lo que piensas. Álvaro solo estaba contándome cosas sobre el incendio... ¡Nada más!

Ella me miró como si no terminara de creerme, sus ojos todavía llenos de lágrimas.

— ¿Entonces por qué me mentiste? — susurró, rota.

Me acerqué y tomé sus manos, apretándolas con fuerza.

— Lamento haberte mentido, de verdad, no debí hacerlo — confesé, sintiendo que el peso de la culpa me hundía — Pero pensé que si te decía que iba a ver a Álvaro para interrogarlo sobre la señora Pilar y Óscar... bueno, sabía que te enfadarías.

Me interrumpí, llevándome una mano a la boca para contener un gemido. Recordar lo que Álvaro me había contado aún me dolía demasiado. Pero parecía que Daniela empezaba a entender, porque esta vez no se apartó cuando la abracé.

— ¿Por qué sigues haciéndote daño con esto, Luna? — me susurró, con la voz cargada de preocupación mientras me rodeaba con los brazos — Tienes que dejarlo ir, de verdad.

— Porque todavía no he sanado, Dani... — confesé, dejando que las palabras salieran por fin.

Lo dije en voz alta, y por primera vez no sentí que me estaba mintiendo. Todo seguía haciéndome daño: la muerte de la señora Pilar, el rencor hacia Óscar, el no saber toda la verdad. Era como si cada paso hacia adelante me empujara hacia atrás, atrapándome en un ciclo de dolor y rabia.

— Mira, tía, tienes que soltarlo — dijo Daniela, separándose lo justo para mirarme a los ojos. Me tomó las mejillas y secó mis lágrimas con firmeza — Prométeme que esta vez vas a intentarlo de verdad. No te lo digo por mí, sino por ti. ¡Joder, me duele verte así! ¡Y si pudiera, le daba una hostia al imbécil ese, te lo juro!

The Way You Hate MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora