Cuerdas y fustas

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El sonido de la multitud se desvanecía, dejando un eco distante que vibraba en mi pecho. Observé desde las sombras, dejando que mis ojos se acostumbraran a la penumbra tras el fulgor de las luces del escenario. Cooky, majestuoso y salvaje, estaba de pie en el centro, su silueta destacándose contra el fondo. Su sonrisa desquiciada era un recordatorio de por qué nadie osaba desafiarlo. Esa sonrisa... ¡Oh, cómo deseaba desentrañar cada uno de sus misterios, uno por uno, como quien deshoja una flor marchita para descubrir su último secreto.

Lo había observado durante días, semanas, incluso parecía ser meses. Cada movimiento suyo era un deleite, cada palabra una daga bien afilada. Me preguntaba cuánto tardaría en romperse, cuándo su fría fachada se convertiría en un mar de emociones incontrolables. Porque eso era lo que yo quería: tomar a Jeon JunSeo, al indomable Cooky, y moldearlo bajo mis manos hasta que no quedara nada de su frialdad. Él era perfecto, sí, pero incluso la perfección necesita ser corregida, afinada, rediseñada.

Ajusté el borde de mi chaqueta, sintiendo el peso de querer acercarme a él. No pude evitar fijarme en su pendiente color plata colocado en un lateral específico de su oreja larga y puntiaguda encima de una cicatriz que ocultaba. Era un llamativo enigma, un fragmento de él que ahora iba a convertir en mío. Él no lo sabía, claro, pero pronto lo haría. Porque todo lo que él tenía, todo lo que él era, iba a ser mío, hasta la última fibra de su ser.

Mis orejas blancas se movieron ligeramente, captando el murmullo lejano de los empleados del circo que limpiaban tras la función. Nadie reparaba en mí, excepto Aiko, quien se pensaba que le pertenecía solo porque le permitía tocarme o besarme, pero solo me estaba aprovechando de su rango en este lugar. En este momento el que llamaba realmente mi atención era Jeon JunSeo. Mi apariencia de conejo inofensivo, con mi cabello blanco como la nieve y mi piel pálida, era una herramienta tan afilada como cualquier cuchillo. Una herramienta que usaba con esmero para esconder la serpiente que habitaba en mí.
Cuando Cooky abandonó el escenario, lo seguí en silencio. Su andar era firme, decidido, como si el mundo entero le perteneciera. Y pronto lo haría, pero no bajo sus términos. Lo encontré en la jaula de las fieras, alimentándolos con una calma inquietante. Los felinos rugieron al notar mi presencia, pero él no se volteó.

—¿Qué haces aquí, Seunho?—su voz era un filo de hielo.
Sonreí, permitiéndome un toque de vulnerabilidad que sabía cómo manipular.
—No podía dormir—dije con suavidad. —Tu espectáculo fue... impresionante.

Él giró apenas el rostro, y en sus ojos azules destelló algo que no pude identificar de inmediato. ¿Desconfianza? ¿Interés? No importaba. Todo era parte del juego.

—¿Impresionante? No es más que lo que esperan de mí.—

—Tal vez—susurré, acercándome un paso. —Pero nadie lo hace como tú. Eres... singular.

Él río entre dientes, una risa seca y desprovista de alegría. Me fascinaba su frialdad, cómo podía rechazar cualquier halago con un desdén tan elegante. Pero también sabía que, en el fondo, todos tienen un punto de quiebre. Y yo lo encontraría.

—¿Tienes algo más que decir, o solo viniste a intentar halagarme?—preguntó, y esta vez se giró por completo. Su altura imponía, pero yo mantenía mi postura. La sonrisa en mis labios no flaqueó.

—Tal vez vine a observar...— murmuré, dejando que mis palabras se arrastraran como veneno. —A veces, los depredadores más peligrosos son los que saben esperar.

 —A veces, los depredadores más peligrosos son los que saben esperar

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Por un instante, algo brilló en su mirada. Tal vez me había entendido. Tal vez no. Pero eso no importaba. Era un paso más hacia el desenlace que tanto ansiaba: ver a Jeon JunSeo desmoronarse bajo mi toque. Y cuando ese día llegara, él sabría que siempre había sido mío y yo conseguiría lo que quería, reconocimiento y poder.

Cooky sonrió, pero esta vez algo diferente se filtró en su expresión. Era sutil, apenas perceptible, pero suficiente para que mi corazón diera un vuelco. ¿Había logrado penetrar su coraza?

—Interesante perspectiva, Seunho—dijo con un tono que no lograba descifrar. —Tal vez tengas razón. Los depredadores que saben esperar son los más letales. Pero... ¿quién es el depredador aquí? ¿Tú? ¿O las bestias a tu alrededor que te miran como si fueses un caramelo?

Sus palabras resonaron en mi mente como un eco interminable. ¿Había insinuado algo? No podía estar seguro, pero el brillo en sus ojos, esa chispa que nunca antes había visto, me hizo pensar que había ganado un pequeño terreno.

Me acerqué un paso más, sintiendo cómo la distancia entre ambos se reducía tanto física como emocionalmente. Él no retrocedió, no apartó la mirada, y eso me dio la confianza que necesitaba para continuar.

—Supongo que eso depende de quién esté dispuesto a ir más lejos—respondí, manteniendo mi tono sereno.
Cooky inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera evaluándome. Luego sonrió, una sonrisa peligrosa que me heló y me fascinó al mismo tiempo.

—Tal vez me sorprendas algún día, Seunho. Quién sabe. Tal vez incluso me enseñes algo nuevo.—
Su voz tenía un matiz juguetón, casi burlón, pero lo suficiente ambiguo como para hacerme creer que había plantado una semilla en su mente. Me deleité con la posibilidad de que estuviera comenzando a considerarme algo más que una presencia inofensiva.

Mientras se giraba para continuar alimentando a los animales, sentí una extraña mezcla de triunfo y desconcierto. Había avanzado, sí, pero su reacción era más compleja de lo que había anticipado. Como una melodía que cambia de ritmo justo cuando crees haberla dominado.

Me quedé allí unos minutos más, observándolo en silencio, grabando cada uno de sus movimientos en mi memoria. Esto era solo el comienzo. Poco a poco, lo llevaría al borde, y cuando estuviera listo para caer, estaría allí para recibirlo.

O al menos, eso quería creer.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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𝐓𝐡𝐞 𝐌𝐀𝐆𝐈𝐂 𝐜𝐨𝐦𝐞𝐬 𝐰𝐢𝐭𝐡 𝐚 𝑷𝑹𝑰𝑪𝑬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora