Tierra es el planeta más callado del sistema solar, no le gusta hablar mucho con los demás solamente habla con su luna porque el dice que es innecesario hablar con los demás, aunque su luna siempre intenta de convencerlo para que conozca a los demás...
Después de varios años en coma, la Tierra permanecía inmóvil, sumida en un profundo silencio que parecía infinito. Planetas, lunas y hasta asteroides viajaron desde los rincones más lejanos del sistema para visitarlo. Dejaron cartas llenas de palabras de ánimo, regalos cuidadosamente pensados, y flores tan hermosas que parecían contener pedazos del universo en sus pétalos. Todos lamentaban lo ocurrido. Deberían estar felices porque Theia, la amenaza que tanto temían, había desaparecido para siempre. Pero, ¿a qué costo? El planeta más amado, la Tierra, había quedado en un severo coma tras la falta de sangre.
Luna nunca se alejó de su lado. Allí estaba, noche tras noche, orbitando a su alrededor, velando su sueño con una devoción inquebrantable. Pasaron los años, pero su esperanza nunca murió. Se aferraba al deseo de que Tierra despertara algún día.
Una noche, mientras Luna lo observaba con su mirada llena de nostalgia, notó algo. Al principio creyó que era un truco de su imaginación, pero no. Tierra movió ligeramente sus labios. Sus ojos, lentos pero determinados, comenzaron a abrirse. Luna sintió que su corazón latía más rápido que nunca.
—¡Tierra! —susurró, y luego gritó, sin poder contener las lágrimas que corrían por su rostro plateado.
Se lanzó hacia él, rodeándolo con un abrazo que contenía años de amor, de tristeza y de espera.
—Estás vivo, estás aquí conmigo... —sollozaba, mientras sus lágrimas caían como estrellas fugaces sobre el planeta.
Tierra, aún débil pero consciente, levantó sus brazos y devolvió el abrazo. Con voz suave, dijo:
—Todo está bien, Luna. Estoy aquí... contigo.
Y en ese momento, la oscuridad que había envuelto el sistema durante tanto tiempo comenzó a disiparse. Las estrellas brillaron con más fuerza, como si celebraran la vuelta del planeta que todos amaban. Luna, entre lágrimas y risas, supo que finalmente todo iba a estar bien.
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Después de varios meses desde que Tierra había despertado, el sistema solar parecía un lugar más vivo y alegre. Los planetas brillaban con más intensidad, las órbitas estaban llenas de movimiento y energía, y la melancolía que antes los envolvía se había disipado. Sin embargo, nuestro protagonista, Tierra, llevaba su recuperación a su propio ritmo, rodeado de aquellos que siempre lo habían apoyado.
En ese momento, se encontraba sentado en un rincón tranquilo del universo, jugando a las cartas con su mejor amigo, Marte. Las risas y el sonido de las cartas barajadas llenaban el aire entre ellos.
—¡Tienes que estar haciendo trampa! —bromeó Tierra mientras descartaba una carta. —¿Yo? Nunca haría algo así —respondió Marte con una sonrisa cómplice.
Sin embargo, algo parecía distraer al planeta rojo. Sus ojos estaban fijos en Tierra, como si estuviera analizando cada uno de sus movimientos. Tierra, notándolo, arqueó una ceja y preguntó: