21. Ataque.

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Jungkook

Exactamente cuatro minutos más tarde, Jimin salió del club hacia el patio, vestido de pies a cabeza con cuero negro muy ceñido y con una ligera sonrisa en los labios. Mis manos instintivamente apretaron con fuerza el manillar de mi moto, con mis guantes de cuero chirriando por mi agarre demasiado apretado. Su cabello lucia desordenado y miraba hacia los costados con curiosidad frunciendo esa pequeña nariz que me volvía loco.

Mierda.

Sin notar el efecto que tenía en mí, dio un paso hacia donde me encontraba, y con una sonrisa tímida levantó las manos hacia los lados.

–¿Qué piensas?

Mordiendo el anillo en mi labio inferior, sonreí y le di un guiño lento de apreciación. Jalé hacia atrás la palanca de apoyo, con mis dos pies plantados en el suelo mientras mientras Jimin se sentaba detrás de mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura al instante. Brevemente cerré los ojos y exhalé. Se sentía tan condenadamente bien tenerlo a mi lado. Él pertenecía en la parte posterior de mi moto. Me había matado verlo así con Eunwoo.

Nunca. Jodidamente. Más. Mi moto o ninguna en absoluto.

Con un clic en el control, la gran puerta metálica se abrió y salimos del recinto. La brisa caliente al instante azotó contra mi cara y Jimin enterró su cabeza en mi chaqueta, abrazándome cerca. Conocía el lugar ideal para llevarlo.

Al pasar a los dos agentes que estaban siempre en vigilancia en las afueras del club, les enseñé el dedo medio oyendo como Jimin se rió nerviosamente en el parche de Hades en mi espalda. Mientras cruzamos por las carreteras secundarias, fui capaz de respirar, reiniciarme y relajarme. Siempre había amado estar en carretera: sin presiones, sin expectativas, sin ninguna necesidad de mierda de que hable.

Al ver el recorrido de mi desvío, me incliné hacia la izquierda, trepando por un estrecho sendero terminando cerca de uno de los pendientes del río Han. Disminuyendo la velocidad a paso de tortuga, oí a Jimin jadear. Sabía que le encantaría esta ruta. Estaba invadiendo terrenos privados, por supuesto, pero nadie los iba a detener. Yo era el maldito Hangmen mudo. Ellos corrían lejos, muy lejos.

Las manos de Jimin se desenvolvieron de alrededor de mi cintura y sus brazos se levantaron en el aire. Comprobándolo en mi espejo retrovisor, lo vi inclinar la cabeza hacia atrás, con sus manos tocando el cielo, los ojos cerrados y una puta sonrisa de pura felicidad adornando su rostro.

Lo deseaba. Justo malditamente ahora.

Rodando lentamente hasta detenerme, golpeé el pie de apoyo, aparcando la Harley al lado de un gran roble. Di la vuelta en mi moto, agarré los muslos de Jimin y tiré de él en mi regazo, justo encima de mi pene duro. Sus ojos se agrandaron. Entonces esa maldita nariz de él se arrugó nuevamente. Y en un instante, mi mano se envolvió alrededor de su cabeza y estrellé mis labios en su boca. Jimin estaba en ello, y dándome todo de regreso.

Metí mis manos debajo de su bien formado trasero, y gemí cuando se frotó contra mi pene. Rompiendo el beso, mi cabeza cayó hacia atrás con un siseo, y al levantarla pude ver como una pequeña sonrisa de complicidad se difundía en sus labios.

Jimin aferró sus manos alrededor de mi cuello y se movió hacia adelante, su trasero deslizándose directamente a lo largo de mi pene.

Hades ‣Kookmin. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora