11. Locked in.

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No, no se suponía que la primera vez que un hombre me viera en ropa interior fuera de esta manera. Pero al parecer, a la vida no le bastó solo con ponerme a Max Verstappen de compañero de trabajo.

Espero que mi karma quede satisfecho con esto.

- ¡Solo haz más fuerza!- Le grité desde el rincón en el que me refugiaba.

- ¿Qué crees que estoy haciendo?

Me dió una mirada de pesadez antes de seguir batallando con el manojo de la puerta.

Los minutos que he pasado encerrada aquí con este ser humano se han sentido como años en una jaula junto a un león. Mis brazos ya estaban acalambrados de mantenerse en la misma posición, cubriendo mi pecho.

- En vez de estar perdiendo el tiempo ahí, como un perro mojado, podrías llamar a tu amiguito o a alguien para que nos venga a ayudar, ¿no crees?- Habló, sin despegar su atención de la puerta.

¿De verdad me creía así de tonta? Si hubiera tenido mi celular conmigo, habría pedido ayuda desde el primer segundo.

- Dejé mi celular en mi bolso. ¿Por qué no llamas tú? ¿Se te cansaron las manos?

Hizo una mueca de burla y dejó en paz al trancado manojo.

- Porque dejé mi celular en mi chaqueta.- Apoyó su brazo en el umbral de la puerta, de manera despreocupada, como si todo esto no le importara en lo absoluto. Su postura relajada contrastaba de manera insultante con mi propio estado.

Mientras él seguía ahí, luciendo como si estuviera en su sala de estar, yo intentaba calmar mis nervios desde la esquina más alejada.

Apreté los labios, cerrando los ojos por un momento, buscando algo, lo que fuera, que pudiera calmarme. Pero todo lo que encontré fue más angustia.

- No, no puede ser... no pueder ser. Estoy acabada...- Susurré en un acto de desesperanza, incapaz de contener la avalancha de pensamientos negativos. Me di la vuelta, dándole la espalda a Max, que, por supuesto, seguía mirándome como si todo esto fuera un chiste privado al que solo él tenía acceso.

Apoyé mi cabeza contra la fría pared del baño, dejando escapar un suspiro pesado. Quería desaparecer. No solo de este diminuto espacio en el que me sentía atrapada, sino de la faz de la tierra.  Este sentimiento era mucho más que solo vergüenza; era deshonra, derrota y mucha humillación.

Nunca debí haber salido de casa. Nunca debí haber venido a esta estúpida fiesta. Y, sobre todo, nunca debí haberme acercado a Max. Todo esto era mi culpa, y ahora estaba pagando las consecuencias. Y lo peor de todo era que esto solo podía ponerse peor. En el caso de que alguien viniera a ayudarnos, ¿qué pensarían al verme así, en sujetador, atrapada en un baño con el hombre más mujeriego y arrogante que haya pisado Londres? Ya era suficiente con que todos me conocieran como la chica que se peleó por unos planos y rompió una mesa de vidrio. No necesitaba otra etiqueta encima.

I can fix him | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora