XII

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"Otro camino"

Gloxinia abrió los ojos lentamente, deslumbrado por la luz que se filtraba por la ventana

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Gloxinia abrió los ojos lentamente, deslumbrado por la luz que se filtraba por la ventana. La imagen de su novia llenó su mente, y se levantó de un salto para prepararle el desayuno y tal vez, hablar un poco respecto a lo sucedio el dia anterior. Sin embargo, al mirar a su lado, su alegría se desvaneció. En lugar de encontrarla allí a su lado plácidamente dormida, sobre la almohada descansaba un girasol.

La tomó con cautela, sus dedos recorrieron la superficie fría pero suave de los pétalos de la flor. Frunció el ceño, sus ojos escudriñando la habitación vacía. ¿Dónde estaría Cyra? Parecía haber desaparecido hacía mucho.

—Ah, mi amor, no hagas esto más difícil para los dos... —susurró, la voz ronca y cargada de dolor. 

Por otro lado, Elizabeth despertaba bajo las mismas condiciones que el rey hada: sola en su cama con una bonita rosa a su lado. A pesar de buscar por toda la casa, no halló ni rastro de Meliodas. Le extrañaba profundamente su ausencia, pues era muy raro que él se levantara antes que ella, y nunca salía sin dejarle una nota o avisarle.

Más allá de los límites del bosque del rey hada, se extendía un hermoso prado salpicado de dientes de león. Allí, dos hermanos yacían recostados, contemplando en silencio el amanecer. Solo el susurro del viento acompañaba sus pensamientos.

—¿Tenías pensado decírmelo alguna vez, o simplemente esperar a que sucediera? — preguntó Meliodas, rompiendo el silencio.

Cyra lo miró con cierta tristeza. — Si te soy sincera, hubiera preferido enterrar ese secreto en lo más profundo de mi ser.

— ¿Y si...? — insistió él, pero ella lo interrumpió con un gesto.

— No, hermano, no empecemos con conjeturas. No sabemos qué significa esto, ni qué consecuencias traerá. Es mejor concentrarnos en el presente y en lo que debemos hacer.

Meliodas suspiró, sabiendo que ese tema quedaría en el aire, al menos por ahora. — Supongo. Pasé la noche en vela buscando una solución que no implique exterminar a mi raza.

— Queramos o no, los demonios somos una raza peligrosa. Emanamos miasma por los poros, muchos aún no han evolucionado y son como bestias salvajes. Además, bajo las órdenes de padre, son armas a su disposición, listas para atacar y matar sin dudarlo. Pocos son razonables; la mayoría solo busca la destrucción — confesó la chica, con la mirada perdida en el horizonte.

— ¿Crees que no lo sé? No quiero exterminarlos, pero son un peligro real... Si hubiera una forma de contenerlos, quizás podríamos evitar más conflictos.

— La deidad suprema y el rey demonio nunca aceptarán una tregua. No existe poder en este mundo capaz de sellar a los demonios por completo.

Ambos hermanos se dejaron caer al suelo, agotados mentalmente. Así pasaron la mañana, lejos de las miradas indiscretas, de sus parejas, de sus amigos. Solo ellos dos comprendían su dilema, solo ellos compartían este peso. Nadie más podía entender lo que sentían.

Fairy Harem [Nanatsu no Taizai]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora