El acuerdo inicial era claro: fingirían ser pareja solo para la Cumbre Internacional de Moda y Medios, y luego volverían a su dinámica habitual. Sin embargo, las cosas comenzaron a complicarse. Después de la gala, los organizadores del evento quedaron tan encantados con su "historia" que les pidieron colaborar en varias entrevistas y reportajes para promocionar la cumbre. Juliana, como diseñadora reconocida, y Valentina, como la princesa de Mexico, eran la pareja perfecta para los medios.
—¿Y si decimos que terminamos? —sugirió Valentina una noche mientras revisaban el itinerario de entrevistas.
Juliana negó con la cabeza.
—No podemos. Haríamos quedar mal tanto a Confecciones Valdez como al Grupo Carvajal. Además, no es tan grave, Vale. Solo son unas semanas más.
Para Valentina, cada día adicional era una tortura. Las cámaras, las sonrisas, las manos entrelazadas... Todo era un recordatorio constante de lo que no podía tener. Pero había algo más. Juliana parecía adaptarse demasiado bien al papel. Había momentos en los que Valentina casi creía que Juliana estaba disfrutando del juego.
La situación se complicó cuando ambas recibieron una llamada de la madre de Valentina.
—¡Finalmente! —exclamó su madre con una emoción palpable al otro lado del teléfono—. No sabes cuánto tiempo esperé que se decidieran a dar el siguiente paso.
—¿Mamá? No entiendo de qué hablas —respondió Valentina, tratando de disimular el nerviosismo en su voz.
—¿De qué más? ¡De ustedes dos, claro! —La voz de su madre sonaba como si fuera obvio—. Tu padre y yo queremos invitarlas a cenar este fin de semana. Ya hablé con los papás de Juliana, y están encantados con la idea. Será una reunión familiar para celebrar su relación.
Valentina sintió cómo el color desaparecía de su rostro.
—Eso no es necesario, mamá. Realmente estamos muy ocupadas...
—¡No acepto excusas, Valentina!
Cuando Valentina colgó el teléfono, Juliana la miraba desde el sofá con una mezcla de curiosidad y diversión.
—¿Por qué la cara de pánico? —preguntó Juliana, comiendo una manzana con despreocupación.
—Mis papás quieren organizar una cena con tus papás para "celebrar nuestra relación". —Valentina casi susurró, como si decirlo en voz alta lo hiciera más real.
Juliana soltó una carcajada.
—Bueno, era de esperarse. Nuestras familias llevan años esperando algo así.—¡Juliana, no es gracioso! —exclamó Valentina, enterrando la cara entre sus manos—. Esto se está saliendo de control.
Juliana dejó la manzana a un lado y se acercó a ella, sentándose a su lado en el sofá.
—Val, cálmate. Es solo una cena. Podemos manejarlo.Valentina levantó la vista, sintiendo cómo las palabras de Juliana la calmaban y la ponían más nerviosa al mismo tiempo.
—¿Cómo puedes estar tan tranquila? —preguntó Valentina, frustrada.
—Porque sé que no es real. —Juliana sonrió con suavidad—. Solo es un favor entre amigas, ¿recuerdas?
Esas palabras golpearon a Valentina como un balde de agua fría. Para Juliana, todo seguía siendo una actuación, un juego que terminaría pronto. Para Valentina, cada sonrisa, cada gesto y cada mirada eran un recordatorio de lo que nunca podría tener.
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La cena familiar resultó ser aún más desafiante de lo esperado. Ambas familias estaban más emocionadas de lo que ninguna de las dos había anticipado. Desde el momento en que llegaron, Valentina sintió el peso de las expectativas. Su madre las recibió con un abrazo demasiado efusivo, mientras el resto de la familia intercambiaba miradas cómplices. Juliana, como siempre, manejó la situación con una gracia impecable. Las preguntas sobre su "relación" no paraban, y Valentina tuvo que morderse la lengua más de una vez para evitar revelar la verdad. Juliana, en cambio, manejaba la situación con una gracia que Valentina envidiaba profundamente.
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