Capítulo 5

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—... Bueno entonces refuté su argumento con el hecho de que no había firmado ningún contrato...

Ale escuchaba a Milán hablar y hablar y ella sólo asentía cuando debía. Sonreía cuando debía pero en realidad no se encontraba allí. Su mente no estaba allí en esa cita. Milán se encontraba muy guapo, tenía que admitirlo. Llevaba un traje negro que se veía costoso. Y una corbata verde y marrón que resaltaba sus ojos. Y probablemente disfrutaría de su conversación si no fuera porque Alejandra no dejaba de pensar en Cris. Y en la intensidad de su mirada. Y en su mirada de deseo...

—¿Ale? —Y en lo apetitoso que veía ese día....­—. ¿Ale? —Y en su hermosa sonrisa... —, Ale ¿me estas escuchando? —Ale levantó la mirada al ver que Milán había subido un poco la voz. Carraspeó un poco.

—Disculpa, deseo ir al baño. En un momento vuelvo.

Ale se dirigió al baño, la verdad no necesitaba utilizar el baño pero se daba cuenta que necesitaba despejar su mente de Cris. Se acercó al lavamanos y miró su rostro en el espejo. Se veía sonrojada. Era el calor, seguro. Se aclaró el rostro con un poco de agua y se secó con una toalla que había a su izquierda. Tomó una respiración profunda. Se arregló el vestido color crema que había elegido de sus compras. La verdad es que le quedaba muy bonito. Hacía resaltar sus curvas. Y tenía la espalda descubierta en forma de V. Le gustaba como se veía por primera vez en mucho tiempo. Se arregló un poco el cabello y salió.

Cuando iba de camino a su mesa observó a un hombre hablando con Milán. Algo en la forma de pararse le pareció conocido. Tal vez era un cliente que habían tenido en el bufete. Se acercó un poco más. Y entonces el hombre levantó la mirada y se le quedó mirando fijamente. Ale se detuvo por completo, hasta su respiración se detuvo mientras que abría muchos sus ojos. Parecía que hubiera visto un fantasma. Y tal vez así era. No podía moverse y sólo cuando se dio cuenta que le faltaba la respiración, inhaló el aire que le faltaba. Habían pasado 17 años desde la última vez que lo vio pero nunca olvidaría ese rostro.

—¿Alexandra, eres tú? —Nunca la había llamado Ale, siempre Alexandra.

Ale por fin reaccionó y cuando lo hizo corrió hacia la salida del restaurante. Sin mirar atrás.

—¡Alexandra espera!

Cuando llegó a la salida vio un taxi y se subió enseguida en él.

—¿Hacia dónde señorita?

—Sólo... sólo... Sólo arranque... —Miró hacia atrás un momento. Y vio a Mario Lozada, su padre, en medio de la acera. Su padre que la dejó en un orfanato con sólo 8 años. Su padre que la dejó sola cuando más lo necesitaba. Su padre, que no la quería lo suficiente como para mantenerla a su lado.




—¡Ya voy! Es que no puede esperar un momento.

Pero el timbre no dejaba de sonar y Cris tuvo que apurar su ducha para abrir la puerta a quien quiera que sea que por lo visto tenía prisa. Se puso un pantalón lo más rápido que pudo y fue a ver quién lo necesitaba tanto.

—¿Qué es lo que quie... Ale?

—¡Oh Cris!

Ale se lanzó a sus brazos. Tenía los ojos rojos como si hubiera llorado desde hace rato. De hecho aún tenía lágrimas cayéndole por el rostro. Tenía el maquillaje corrido. Nunca la había visto así, tan vulnerable. Ale nunca lloraba, por lo menos nunca delante de él.

—¿Qué pasa cariño, es Milán? Te juro que lo buscaré y le daré una paliza si...

—No Cris, no es Milán. Era él Cris. Él.

—Vamos cariño, entra. —Cris la tomó por los hombros y la acercó al sofá de la sala—, siéntate. Te traeré agua.

Cris fue por el agua. ¿Él? ¿Quién demonios era Él? ¿Desde cuándo había un Él? Y ¿por qué Ale no le había hablado de Él? Fue hasta la nevera y llenó un vaso con agua. Se acercó a Ale, se le veía triste. Quien quiera que fuera Él lo patearía en las bolas en cuanto lo viera.

—Toma. —Ale tomó el agua que le daba Cris y bebió un sorbo y luego otro. Trató de tranquilizarse mientras Cris se sentaba a su lado.

—Lo vi allí hablando con Milán cuando... cuando regresaba del baño... Y luego me vio y... y... me reconoció y luego... yo...

—Chsss cariño, respira primero.

Ale tomó varias respiraciones lentas. Inhalar y exhalar.

—Muy bien, ahora primero dime quién hablaba con Milán.

—Era Mario —susurró Ale. Luego lo miró a los ojos con algo de alarma—. Mi padre.

Cris tardó un rato en reaccionar, ¿su padre? Ale no tenía un padre, excepto el que la dejó en un orfanato. Frunció el ceño.

—¿Tu padre? ¿El que te dejó en un orfanato? ¿Ese padre? —Ale lo miró. Ya estaba empezando a dejar de llorar. Y pensaba que después de la tormenta viene la calma. Pero no sentía calma. La lluvia había parado pero quedaban los truenos y relampagos. Empezaba a sentirse furiosa.

—¿Acaso tengo otro?

—No pero... ¿Cómo es que lo viste?... ¿Por qué hablaba con Milán?

—No lo sé. Pero se notaba que se conocían. Cuando los vi hablando pensé que era un cliente.

—Tal vez así sea.

—Tal vez. Cris necesito algo más fuerte, por favor.

Cris asintió y fue hasta un mini bar que se encontraba en la sala. Abrió una botella de un wiski escocés que sabía que le gustaba. Tomó dos vasos de vidrio y sirvió unos tres dedos en cada uno de la bebida ámbar. Se lo llevó a Ale y de un trago esta se tomó lo que había en el vaso. Le paso el vaso a Cris.

—Otro. —Cris la miró algo divertido. A Ale le gustaba beber rápido pero no aguantaba la bebida como le gustaría.

—Despacio cariño. —Pero le sirvió otro trago.

—¿Cómo se atreve a aparecer así?

—No creo que supiera que estarías allí. —Ale suspiró.

—Lo sé, en cuanto me reconoció vi su cara de sorpresa. —Frunció el ceño—. No me importa, él no me importa. Para mí es como si estuviera muerto y así se quedará.

Cris prefirió guardar silencio. Y así se quedaron un rato mientras bebían. Ale ya llevaba su quinto vaso cuando Cris escuchó su voz.

—Cris... —Él la miró. Ale se mordía un poco los labios. Parecía nerviosa­ y ya estaba algo achispada—. ¿Me harías un favor?

—Por supuesto, el que sea.

—Necesito... —se interrumpió y se aclaró la voz—. Necesito que... Por favor, bésame.

En ese momento, me enamoréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora