Capitulo 8

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-...-No pude decir nada, era... Era él, Aaron.

Me quedé apenas sin palabras, no sabía que decir, todo me volvía a pasar, las manos me sudaban, mis pulsaciones aumentaban, mis mofletes enrojecían y el corazón parecía que me iba a estallar.

-Aaron. –Por fin pude decir después de un largo minuto de presión.

-¿Qué haces aquí? –Me preguntó.

-Yo... Me alojo aquí, ¿Y... tu? ¿Qué haces aquí? –Pregunté como una autentica estúpida.

-Pues trabajo aquí algunos días durante la noche.

-Ah, vale.-Le dije.

-Nos encontramos por todas partes tu y yo, eh. –Dijo riendo.

-Pues sí, la verdad es que sí...-Admití. –Casualidades de la vida.

-¿Casualidades? Yo prefiero llamarlo destino. –Me dijo.

-No creo en el destino. –Repliqué.

-Respeto tu opinión, pero no la comparto.

-Bueno.

-¿Por qué no crees en el destino? ¿Acaso no crees que dos personas puedan estar destinadas a estar juntos toda la vida?

-No. A eso no se le llama destino. A eso se le llama...

-Amor. –Continuó él.

-Tampoco.

-¿Tampoco crees en el amor?

-Sí, pero no.

-Explicate.

-En el amor temportal sí, en el amor eterno, no.

-¿Y eso porque? ¿Acaso no ves el montón de abuelos que están juntos y se siguen queriendo?

-Dudo que se quieran. Simplemente, se acostumbran a vivir juntos el día a día, para poder pasar sus últimos años de vida en compañía, con la persona que les hizo feliz durante una época de su vida, en este caso, en el pasado.

-Me parece una explicación razonable. Pero no lo entiendo viniendo de ti.

-¿Por qué no?

-Porque amas leer, ¿Verdad?

-¿Y tú cómo lo sabes? –Le pregunté.

Hubo unos segundos de silencio. Hasta que él lo rompió.

-"Tienes esa magia en la mirada que me hace no poder mirar a nadie más, esa magia en los labios que me hace extrañarlos cuando no los puedo besar..."-Recitó esperando a que yo acabara.

-"[...]Esa magia en las manos que al recorrer mi cuerpo, me hacen volar. Y es que no hay nada más mágico que un segundo a tu lado..." –Seguí.

-"Porque magia eres tú" –Finalizó.

-El diario de Noah. –Dije yo

-Exacto... -Me dijo centrando su mirada en mi. -Y por eso... Si tanto te apasiona el leer. No entiendo cómo eres tan filosófica y no dejas que todo lo que te transmite la literatura, forme parte de tu realidad.

-Quizás porque nunca me han demostrado lo suficiente, como para que eso forme parte de mi. –Dije. –O quizás porque todo es pura ficción.

-Entiendo... -Me dijo mientras me observaba, tanto que me intimidaba. Y eso hizo que hubiera otro pequeño silencio entre los dos.

-Bueno, a lo que venía... Dame una botella de agua, por favor.

-A sus ordenes. –Dijo girándose y cogiendo una pequeña botella de agua de la nevera.

-Muchas gracias. ¿Cuánto es? –Le pregunté el precio.

-Nada. Ya te invita el señorito al cual atropellaste en el aeropuerto, pegaste un portazo en la cabeza, y quedaste dormida en la barra del bar donde trabaja. –Dijo haciéndose el chistoso.

-Que gracioso, gracias por la botella y gracias por recordarme lo torpe que soy, que halago. –Le dije sarcásticamente.

-No te tomes la torpeza como algo negativo, tómatelo como una de las muchas cosas que te hacen única. –Respondió.

Una pequeña sonrisa se dibujó en mi rostro, ya no tenía las mejillas enrojecidas, y el corazón ya me latía a un ritmo normal, así que decidí decirle adiós, di media vuelta, pero al irme.

-¡Espera! –Me dijo Aaron. -¿Te volveré a ver? –Dijo cuando yo aún seguía girada de espalda.

El corazón poco a poco se me iba acelerando, así que decidí girarme, y contestarle.

-Si tu quieres. –Le dije a secas.

-¿Y tú? ¿Quieres? –Me preguntó.

Decidí volver a acercarme a la barra.

-Mi respuesta es la misma que la tuya. –Le dije.

-Vaya, entonces es un no. –Dijo vacilándome, intentando ser gracioso.

-Entonces adiós. –Dije haciéndome la dura y dando media vuelta para volver a subir a la habitación, y llamando el ascensor mientras aún podía verlo desde la barra.

-Esta tarde, a las 15:00 aquí. –Me dijo justamente cuando las puertas del ascensor se abrieron.

Entré al ascensor y pulsé.

-Ni un minuto más, ni un minuto menos. –Le dije justo antes que las puertas se cerraran.

Suspiré una vez dentro. Su mirada es demasiado intimidante, y poco discreta. Notaba cuando me miraba los labios, subía por el rostro y me miraba fijamente a los ojos, haciendo que mis pupilas se dilataran al sentirme tan observada.

Volví al cuarto y me bebí casi toda la botella, tenía muchísima sed y calor, aún más después de lo que acababa de pasar en el bar. Me volví a acostar, ya que aún eran las 06:45h, y intenté dormir, pensando en... Pensando en él.

[...]

Recuérdame. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora