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Año 1363, Cuarto mes del calendario Ahnssico. Inmediaciones de la Capital Bhakrith, Ducado de Bhak.
—El sol ha desaparecido —murmuro, observando el ocaso a través de la ventana.
Cierro la cortina de inmediato, acobardada. El duque, sentado al otro lado, se ha movido. Basándome en el pliegue que se formó en su entrecejo, supongo que percibió el débil rayo de luz que entró al carruaje. Tuvo que hacerlo, el interior pronto será devorado por la oscuridad.
Antes de acomodarme en el centro del asiento, estiro el brazo para agarrar el recetario de cocina de la familia Saklan y dejarlo sobre mi regazo. Debido a la ausencia de luminosidad, me esfuerzo por encender la lámpara de queroseno que descansaba en el suelo, y cuando lo logro, la coloco a mi izquierda.
A decir verdad, al duque no le molesta una débil llama como esta. Sin embargo, durante estos días me he dado cuenta de que es diferente con el ruido y el aroma.
Tiene un oído agudo. Un olfato delicado.
Le doy vuelta a las páginas con una extrema cautela para evitar otro corte. Vigilo incluso el sonido de mi respiración, siendo cuidadosa de que en ningún momento se acelere. Trato de no alterar su descanso, porque si lo hago, la quietud de la carroza será perturbada.
Solo de esa forma consigo estar en paz por otro largo periodo.
Hasta que él decide que ha llegado la hora de abrir sus ojos.
—¿Qué piensas que haces, Dhal?
—¿Ha despertado de su largo sueño, duque? —pregunto sin mirarle. Si finjo que estoy demasiado ocupada leyendo, perderá el interés en molestarme.
A pesar de su silencio, puedo sentir su mirada sobre mí. Es intensa, podría incluso perforarme la cabeza. Me hago la desentendida y hojeo el libro, intentando deshacerme de este repentino nerviosismo.
La ilustración del pastel de frambuesas, hecha a mano, me despierta el hambre. Si está dentro de mis posibilidades, me encantaría probar un postre de Nisrine. Al imaginarme el dulce sabor, trago duro, deseando tener la oportunidad de saborear un poco en este instante.
Pero al notar la mano del duque sobre el papel, el apetito se esfuma, así como el libro. Me lo arrebata y lo tira al suelo.
Alzo la cabeza, solo para encontrarme con sus oscuros ojos buscando los míos. Parpadeo, sin desviar la mirada, y paso saliva. Todavía no me acostumbro a sus ágiles e imperceptibles movimientos. No sé cuál será su siguiente acción, tampoco puedo predecirla.
—Necesitas abrigarte bien, hija de Dhal.
—Estoy abrigada, duque de Bhak —le respondo con cierta libertad. Desde el ataque de los ogros, siento como si finalmente estuviéramos a mano. Él tiene poder sobre mí, pero con su secreto, ahora también tengo un poco de influencia sobre él—. Esta frazada es de excelente calidad.