The first prince (jegulus)

entrenamiento nocturno

21 de octubre de 1977

James se prepara para salir de la habitación, lleva su equipación de entrenamiento puesta y las llaves de la sala donde guardan el material de quidditch. Bosteza un poco y se frota los ojos con la mano, hoy ha tenido un día ajetreado y como guinda ha estado estudiando tres horas con Remus y Lily en la biblioteca. Esos dos no tienen piedad con su pobre cerebro.

Comprueba que lo lleva todo y sale del servicio encontrándose con la mirada de sus tres amigos. Peter está sentado en el suelo, apoyado contra su cama y juega con unas baquetas que le regalaron el año pasado. Remus lee el mismo libro francés que leía Sirius el otro día, con su cabeza apoyada en el regazo de su novio, que lleva el pelo recogido con la varita y dibuja frenéticamente en su cuaderno de bocetos.

-Te vas, prongs? - pregunta Peter. James asiente mientras se abrocha bien una de las botas.

-Toma el mapa por si se alarga, para que no os pillen a la vuelta. - Remus le lanza el mapa y el moreno lo atrapa al vuelo, agradeciendo con una sonrisa.

-Pasadlo bien sin mí. - grazna Sirius sacándole la lengua, sus amigos se ríen y James se acerca rodando los ojos.

-No seas celoso, ya te he explicado que le estoy haciendo un favor a Marlene. - su mejor amigo lo mira con ojos entrecerrados mientras James le estira de una de sus pálidas mejillas. Se rinde unos segundos después y con un suspiro acepta a regañadientes.

-Divertiros. - dice con una sonrisa, ahora sí, real.

Satisfecho, James se despide de ellos y baja las escaleras de dos en dos para reunirse con Marlene. Su amiga le espera sentada en una de las mesas, con su equipación puesta a excepción del chaleco, que lo lleva colgando en uno de sus brazos. La sala común está poco abarrotada, lo cual es raro para ser las ocho de la tarde de un día entre semana.

-Principito. - le sonríe la rubia. Termina de separar la distancia que los separa y le revuelve el pelo que lleva atado en un par de trenzas. Se ha repasado las mechas y ahora son de un color rosa brillante que se entremezcla por sus mechones dorados. A James le gusta, es muy Marlene.

-Vamonos. - salen de la sala común en dirección a los terrenos - Tenemos que ir a la sala de materiales a por las escobas y el cofre. - Marlene asiente y continúan su camino en una charla trivial.

Una vez fuera del castillo, atraviesan los terrenos en dirección al campo de quidditch. Paran en una de las entradas donde está la sala de materiales de quidditch y James saca sus escobas del armario de gryffindor mientras que Marlene carga con el maletín. Continúan su camino hacia el campo, y cuando están a unos metros de la entrada, divisan a dos figuras moviéndose a gran velocidad por el aire. Su amiga sonríe en anticipación y James no puede evitar esbozar una a juego con ella.

Estas semanas han sido un poco complicadas para el moreno. Ahora que está a punto de cumplir los dieciocho años todo el mundo parece tenerlo bajo un foco, expectantes a que haga las grandes cosas que se esperan de él. Si no fuera el príncipe de inglaterra, a James le hubiera encantado probar suerte con el quidditch profesional. Siempre lo han halagado y la señora Hotch le ha ofrecido más de una vez concertar citas con distintos reclutadores de equipos de renombre. Solo se permitió soñar un par de años con ello, pero al cumplir los catorce, se dio cuenta de que su vida siempre iba a girar en torno a reuniones profundamente aburridas con gente carente de personalidad y a responsabilidades de las que ciertamente tendría el gusto de renunciar. Pero no puede, porque es James Fleamont Potter. Y es el único jodido heredero al trono de Inglaterra. A veces se arrepiente de no insistir más a sus padres para que le dieran un hermano, se distrajo cuando conoció a Sirius, ya que finalmente tenía todo lo que necesitaba para sentirse completo. Se siente un poco egoísta, por eso nunca se lo ha dicho a nadie, ni siquiera a los merodeadores.