Capítulo 1: El principio del fin.

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Capítulo 1: El principio del fin.

Aquel martes me desperté antes de lo que debía y me quedé despierto en la cama, en la parte alta de la litera. Mi compañero de habitación, Relli, dormía aún plácidamente en la parte baja. En realidad el nombre de este individuo era Omrelliug, que es Guillermo al revés, sin embargo no permitía que nadie lo llamase así y se enfadaba con quien lo hiciera.

Mi vida estaba en un momento totalmente tranquilo, de lo más normal, pero aún así me encontraba inquieto. No me podía creer como cada día estaba más embobado con Óscar, hasta puntos sin duda vergonzosos. No salía de mi cabeza, siempre estaba en ella.

Encima, tenía el arma ideal para pasar noches en vela. Me refiero a un reloj de pulsera que llevo desde hace años, que en lugar de mostrarme la hora, tiene una pantallita que enfoca lo que está haciendo Óscar en cada momento.

Ahora mismo dormía, en su cama, en casa, estaba solo. Su padre se había ido a beber con sus amigos y no volvería hasta después de unas horas. Él no lo echaría de menos, yo tampoco.

Se movía mucho, parecía que estuviese teniendo una pesadilla y muy probablemente, la estuviera teniendo. Me hubiese gustado que aquella máquina superase el límite de lo físico y me permitiese ver su sueño, pero sabía que era imposible.

Además, tampoco me hacía falta mucho más, estaba tan mono cuando dormía... No pude evitar sonreír como un tonto. Tenía los ojitos cerrados y el ceño levemente fruncido, los labios entreabiertos tímidamente en una expresión estática y su cuerpo había dejado de girar, quedando tumbado de costado. Di vueltas a un engranaje visible del "reloj", girando así la cámara para poder volver a verle la cara. Podía pasarme horas contemplándolo, en silencio, y más cuando dormía.

Me gustaría creer que nos parecemos en algo, sin embargo, física y psicológicamente somos distintos, aunque sé que no del todo. Nuestras facciones faciales son idénticas, nuestra nariz, nuestra boca..., no puedo evitar rozar esas partes de mi cuerpo mientras recuerdo ese dato. Así como nuestra altura, la longitud del cabello, el peso... Nos han explicado que es como un espejo, por ejemplo, él tiene un lunar, como es el caso, debajo de la oreja izquierda, yo lo tengo debajo de la derecha.

También ocurre lo contrario con el color del pelo o el de los ojos, él tiene el pelo negro, yo rubio, él tiene los ojos azules, yo marrones. Sin embargo, somos igual de pálidos. En ocasiones me siento una proyección, porque cada herida o raspón que se haga yo lo tengo en el lado contrario. Sin embargo, ese hecho me hace sentirme más unido a él.

Vuelvo la vista a la pantalla y veo que Óscar está abriendo los ojos, cosa rara pues aún no eran ni las cuatro de la mañana. Pero poco a poco se va despertando del todo y se sienta en la cama. Sonríe con indignación y mira el techo. Ninguno de los dos podemos dormir. Unas terribles ganas de ir y abrazarlo se apoderan de mí, lo conozco mejor que nadie, sé que acaba de tener una pesadilla y necesita consuelo, sin embargo, no lo va a poder tener.

Compañía, la clave para la felicidad de Óscar es la compañía, pero parece costarle mucho lograrla por sí solo. Me da muchísima pena cuando lo veo así, desamparado, solitario, triste... y deseo con todas mis fuerzas que sea feliz, que una sonrisa sincera y alegre dibuje sus hermosos labios. Porque él se lo merece, ya ha sufrido demasiado, sé que ha sufrido incluso más que yo con la idea de mi propia muerte en la cabeza. Sí, porque ese sería el precio de una sonrisa sincera, mi muerte... Lo puedes decir de mil formas: finalización de un ciclo, evaporación, cumplimiento de la misión, paso a la nueva vida..., pero el caso es que todo significa muerte.

Me da vergüenza admitirlo, pero es cierto, temo a la muerte. Al hecho de cerrar los ojos y dejar de respirar, de perderme a mí mismo y ser la nada, perder mi conciencia, voluntad y el orden de las cosas; temo perder la compañía de todos los que me han acompañado a lo largo de los años, a quienes quiero; temo perder a Óscar para siempre, no volver a verlo nunca, no volver a ver nunca, no volver a oír nunca, no volver a emocionarme nunca, no volver a sentir nunca..., nunca. Nunca nada más. Sin embargo, todos moriremos tarde o temprano, todo seremos la nada y el nunca para siempre al fin y al cabo. Pero no puedo, no puedo aceptarlo, no puedo imaginarme un desenlace peor que la muerte. Todo oscuridad, todo silencio... todo vacío. No volver a sentir jamás, perder tu corazón y su palpitar. ¿Y si la muerte no es así? ¿Y si los sentimientos son inmortales? ¿Y si hay ojos en la muerte hacia la vida? Quizá entonces no fuese una perspectiva tan horrible, quizá entonces sería comprensible porque hay quien se suicida, si la muerte fuese otra vida.

La búsqueda de la felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora