╰─► ❝ we love sins united by
the same love, loved by the
same person ❞
La avaricia y el resentimiento parecían complementarse a traves del egoísmo, pero esta vez eran unidos por el sincero amor de dos Pecados culpa...
Sus pasos eran rápidos, y sus pensamientos precisos. Se encaminaba en dirección al castillo, sintiendo la efímera presencia de su esposo en el mismo. Akemi sintió su boca secar y su corazón acelerarse mientras que la distancia parecía acostarse con cada segundo.
Y aunque no estuviera muy cerca, las voces de su cabeza no callaban sus preocupaciones, repasando una y otra vez lo que le diría a su esposo apenas lo tuviera frente a ella.
No sabía lo que estaba haciendo, o lo que pensaba, pero le causaba un escalofrío lo obstinado que podía llegar a ser Ban, rompiendo todo lo que estuviera en su camino para lograr sus objetivos. Sabía que Ban no superaba la muerte de Elaine, se negaba a hacerlo y dejarlo como algo de su pasado que no tenía solución. Lo habían hablado más de una vez, colmando la paciencia de Akemi en la última ocasión. La pelinegra había gritado, golpeado y sollozado en segundos, mostrándose completamente frustrada ante sus palabras siendo atacadas por las de Ban. Mientras que Akemi decía que el tiempo no pasaba en vano, que debían de dejarlo atrás, Ban bufaba en desacuerdo, diciendo que tenían que hacer lo posible para estar con ella. Que debían aferrarse. Akemi estaba negada a hacerlo, porque Elaine se lo había prohibido. La última vez, cuando Ban dió a conocer que no se rendiría, con o sin su apoyo, Akemi sintió que su pecho ardía, obligándose a si misma a no mirar atrás, dejando en claro que no contaba con ella, ni lo haría.
Acomodó el casco sobre sus cabellos, sintiendo que sus manos cosquilleaban y sus piernas temblaban. Odiaba que Ban causará tanto en ella, de buena o mala manera.
Estaba furiosa, y angustiada.
El Castillo se erguía frente a sus ojos, a unos simples metros de distancia cuando una punzada llegó a su cabeza, arrebatándole un quejido qué la obligó a sostener los lados de su cráneo. La punzada era constante y su cuerpo comenzó a temblar, sintiendo un fuerte escalofrío recorrerle. Acarició su cuerpo en busca de calor, sin comprender lo que sucedía.
Movió sus ojos de un lado al otro repetidas veces cuando una esfera de luz se desprendió de sus dedos, flotando a sus espaldas. Frunció la expresión, negada a regresar por el camino que ya había recorrido.
— Debes de estar bromeando. — Negó, soltando una risa irónica mientras veía la luz avanzar hacia su anterior ubicación.
El rojo flamante se detuvo, vibrando fuertemente como si tratase de comunicarse con ella. Odiaba cuando su instinto se manifestaba a través de su poder sin ella quererlo.
— Pero, Ban… — Apuntó vagamente a sus espaldas, mostrando el lugar donde se suponía que él se encontraba. Más luz se desprendió de ella, empujando su figura hacia el frente.
Estuvo dispuesta a negarse, necesitaba ver a su esposo, y lo hubiera hecho de no ser por el gran estruendo que llegó a sus oídos. Sus ojos brillaron, analizando todas sus posibilidades y obligaciones, haciéndola suspirar rendida mientras que comenzaba a correr en dirección contraria a su objetivo, el Pecado de la Avaricia.
— Quisiera permanecer en la tranquilidad algún día. — Murmuró y elevó sus dedos, moviéndose específicamente para que una ráfaga de poder en forma de humo se manifestará a un metro de distancia, moviéndose hasta imitar el galope de un animal.
Corrió en su dirección, sintiendo el viento en su rostro y el peso de una decisión en sus hombros. Odiaba admitir que estaba amando abandonar su cometido, abandonar las ideas de Ban y su terquedad que comenzaba a quebrantar la relación que llevaban hace miles de años.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.