27. the captains

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Una cachetada.

Aquella pregunta.

Eso había sido, una cachetada.

Akemi se encontraba entre dos bandos dentro de su cabeza.
Entre la sed de sangre, la locura y el enojo o entre el miedo, la rendición y la cobardía.

Akemi era un Pecado, la Capitana de un equipo y una de las mujeres más poderosas; los secretos eran sus compañeros más fieles.

Por esto, cada que alguno salía a la luz, su fortaleza se veía obligada a flaquear, haciéndola sentir débil.

Una humana, tonta y débil.

La espada que descansaba sobre sus dedos se movía con tranquilidad, pasando de una mano a la otra mientras que dejaba escapar un chiflido de sus labios, caminando con cautela sobre las piedras que se encargaban de formar un camino en el suelo del pueblo.

Las personas que cruzaban al Pecado no tardaban en ser hechizadas, viéndose obligadas a marcharse para resguardarse del peligro.

Había tomado una decisión.

Su mano derecha tomó con fuerza la espada carmesí, sintiendo como las espinas se encargaban de recorrer su muñeca como serpientes, clavándose en su carne y haciendo que su sangre escurriera. — Te encontré. — Dijo, corriendo hasta tomar el suficiente impulso para saltar y mutilar el gran brazo del Demonio mutante que mantenía a un Caballero Sacro en su pecho.

La sensación le pareció gratificante, saltando para cortar su brazo restante. Los ataques de la criatura no se hicieron esperar, enviando golpes torpes de un lado a otro mientras que se veía totalmente incapaz de asestar un ataque digno. El rostro de Akemi se ladeo, saltando para esquivar el pisotón qué él mismo había intentado darle.

Al desearlo, su espada tomó la forma de una cuchilla unida a una gran cadena. Incrustó el filo en su carne, utilizando a su favor la manera en la que la cadena tiró de su figura hacia el Demonio. Cuando sus pies chocaron contra la carne azul del mismo, el arma cambió una vez más. Su espada era larga, pero aquella versión superaba a la original por varios centímetros, tanto de largo como de ancho.

No tardó mucho en recorrer cada parte de su cuerpo, dejando que la sangre brotara de cada cortadura sin darle fin a su vida.

La espada dejó sus manos, convirtiéndose en un arco.

Akemi entrecerró sus ojos mientras veía al Demonio desde las alturas. Podía matar al núcleo con una sola flecha, si así lo quería. Se cuestionó qué tan mal estaba aquello, y luego de meditarlo, dejo que el arco se desprendiera de sus dedos, comenzando a caer con velocidad.
Movió sus dedos, y el arco se desvaneció, dejando lugar a una gran masa de cuchillas qué se desplazó por el aire en picada, aterrizando sobre el cuerpo azulado. Comenzaron a girar en busca de acabar con la vida del monstruo de boca gigante y Akemi se encargó de arrebatar el cuerpo del jóven, tomando entre sus manos a la criatura con tentáculos que se aferraba a su piel. Apretó sus manos con furia, oyendo el último gemido qué soltaría para luego perder la vida.

Vió el rostro del joven pelinegro que descansaba sobre sus brazos, sin saber qué podría hacer con él o si tenia esperanza para seguir vivo. — Como sea, — Dijo, luego de ver las leves respiraciones que daba. — si fue capaz de soportar aquello, sobrevivirá. — Aseguró más para si misma, teletransportandolo hacia el mismo sitio que había mandado a las demás personas que hechizó tiempo atrás.

La situación se repitió varias veces, diez para ser precisos. Su cuerpo se encontraba cubierto de sangre oscura y espesa; su rostro con una sonrisa.

La ropa se había desgarrado hace un tiempo atrás, dejando trozos de telas que aún se aferraban a ella con fidelidad. Se había encontrado tan perdida en sus pensamientos, que no había notado el momento en el que el lugar quedó completamente desolado.
Akemi frenó en seco, girando sobre su lugar en busca de alguna señal de vida, o muerte en todo caso.

RESENTMENT. ▎          ban ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora