FINAL... O TAL VEZ NO.

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MANGEL.

Voy corriendo con esos nervios que te dan minutos antes de que llegue tu turno para exponer frente a la clase. Con el mismo miedo de esperar la reacción de tu padre al confesarle tu homosexualidad. Con el mismo dolor de haber perdido un familiar con el que compartiste tantas aventuras. A la vez, el mismo coraje que da cuando alguien toma todo el crédito de algo por lo que tú te esforzaste durante mucho tiempo.

Cuando llego a la puerta, me pego a ella y golpeo con el puño, rezando para que la persona que abra sea él. Aprieto los ojos y asimilo que las posibilidades son pocas, así, al ver que es su madre quien abre, no me toma por sorpresa. Sus ojos están llorosos como los míos.

-Miguel- Susurra.

-Él estaba conmigo y por la noche se fue, pensé que se quedaría conmigo- Comencé a hablar, más bien balbucear- ¿Vino para acá?

-Fue directo a la policía- Dijo, negando con la cabeza. Me miró, abrió la boca para decir algo pero la cerró y abandonó su puesto en el umbral de la puerta para abrazarme fuertemente.- Gracias por estar con Rubén, me doy cuenta que te tenía más confianza a ti que a sus propios padres- Dejó caer su rostro en mi hombro y sentí las lágrimas mojar la playera- Los padres cometemos muchos errores, pensamos que van pasando junto con el tiempo, pero esos mismos errores quedan reflejados en nuestros hijos Miguel. Pensé que había hecho un buen trabajo con Rubén...

-Lo hizo, usted y su esposo.- No encontraba las palabras para hacerla sentir mejor. Si tuviera que compartir el amor de Rubius con alguien, esa persona sería su madre, la comprendía, y ahora no solo compartía su amor, también compartíamos el mismo hueco vacío, la misma impotencia, el mismo dolor.

Cuando llego a casa voy directo a la silueta de mi abuelo y lo abrazo. Después de Rubén, él es el único que me queda.
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RUBIUS.

Puede ser que me esté mirando en este espejo sucio desde hace más de la hora. Nos cortan el cabello cada mes y aunque solo haya pasado dos semanas desde mi último corte, ya me creció bastante y me está saliendo un poco de barba. Me crece muy rápido... pero sin duda mi compañero me gana, su cara esta rodeada de bello y tan sólo tiene 15 años.

Escucho alboroto y desde el espejo veo dos oficiales corriendo para ir a parar el desorden.

-Ah tío-Se quejó mi compañero- no se puede dormir nunca en paz.

-Ya casi darán la cena, si no te despertabas, igual te iba a despertar yo- Contesté a Cheeto.

Todos aquí tenemos un apodo, nos acostumbramos tanto a ellos que cuando un oficial nos llama por nuestro nombre tardamos en percatar a quien le habla. Decidí que quería ser llamado Rubius, como Mangel me decía, así podía sentirlo un poquito menos apartado de mí. Como no permiten que reciba visitas de nadie aparte de mis padres, no he podido ver a Mangel desde que entré al tutelar de menores.

Para la cena sirvieron avena que parecía engrudo y una rebanada de pan, ninguno tenía sabor así que era fácil solo pasarlas a la garganta y tragar. Fui de los primeros en terminar y caminé a mi celda. Miraba mis pies al caminar y vi las grandes botas que nos hacían usar y los holgados pantalones cafés. Todos vestíamos iguales, aquí nadie es diferente, todos criminales.
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Escucho la cama de mi compañero crujir y la litera se mueve un poco.

-¿Cuánto tiempo te queda Rubius?- Pregunta Cheeto desde la cama de abajo.

-llevo aquí un año y medio, pero todavía me quedan 2 en la prisión normal. ¿A ti cuánto te queda?

-En un año soy libre- Suspiró aliviado.

-Bien por ti.- Las luces se apagaron.

-¿Tú crees que mi familia me quiera de vuelta?

-Claro tío, ¿Por qué lo preguntas?- saqué la cabeza de la litera y lo vi.

-Nunca vinieron a verme-Su voz se apagaba.

-La vida te va a tratar mejor, nos va a tratar mejor- Bajé mi brazo e hice puño mi mano.

-Eso espero- Dijo chocando su puño con el mio.
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Nos miramos a los ojos uno parado a metros de distancia del otro, justo como el día que nos vimos por primera vez. Provocaba la misma electricidad en mis dedos...Pero no podía acercarme, solo era un sueño.

Puedo recordar los gritos de aquel día, una sinfonía irresistible. Los bomberos pudieron salvar algunas vidas pero muchos ya no me volverán a molestar. La profesora histérica intentando huir de las llamas, terminó saltando por la ventana y ya no ha vuelto a caminar.
Ha pasado tanto tiempo... No he vuelto a la escuela y tampoco a casa, pero este lugar tiene sus ventajas, aquí no me maltratan, aunque es todo siempre muy frio y de vez en cuando me dan pastillas que me hacen estar tranquilo. A veces paso las horas imaginando la manera en la que podría matar a mi enfermera pero me tengo que controlar.
Me arrepiento ¡LO JURO!... JA ¿A quién quiero engañar?

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{La canción en la que está basado este fanfic estará en los comentarios}

{Ya está la segunda parte}

MariajoseMellark_

¿A quién quiero engañar? - RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora