CAPÍTULO 13.

354 36 7
                                    

Miguel

Camino con mi montón de folletos y las piernas adoloridas, había estado caminando por las calles del centro desde la mañana y aún me quedaban bastantes por repartir. Dejo unos cuantos en un teléfono público.
Faltaban 20 para las 3 de la tarde y el calor hace que me fatigue rápido, busco la sombra de algún establecimiento y me siento en el suelo un momento. Una señora pasa con dos niños, tomándolos con una mano a cada uno, le extiendo un folleto y el mas grande de los niños lo toma mirándome y luego bajando la mirada al folleto, se va. Dejo unos cuantos folletos en un quiosco de periódicos y camino a mi casa.

-A que no sabes qué nos dejó la señora Martha para hoy- Me recibió el abuelo desde la cocina.

-¿Albóndigas?- Pregunté cerrando la puerta y dejando el montón de papeles en la repisa de las llaves.

-Error, NADA- Soltó mi abuelo indignado- Tendré que ir a darle una visita para que no se olvide de mi.

-Ya sabía que te acostumbrarías, pobre Martha se ha de sentir usada.

Martha era una señora mayor que vivía a dos casas de la nuestra, había hecho amistad con mi abuelo y al ver que éramos dos hombres que comíamos lo que podíamos cocinar o de la calle, se dio la tarea de compartirnos lo que cocinaba y al vivir ella sola, era bastante lo que nos daba.

Mi abuelo afirma que lo hace porque está enamorada de él. Pero dice serle por siempre fiel a mi abuela.

-Voy a ordenar comida china- se metió a su recamara para buscar el directorio telefónico.

-Abuelo, el numero esta pegado en el refrigerador.

Lo tenemos ahí desde que por error mi abuelo regañó a una empleada de McDonalds porque su pedido de comida china estaba tardando mucho.

Después de comer prendo el ordenador e inicia sesión en la misma página que dejé anoche.
Dirijo el ratón a su última actualización y la leo. Mientras recorro las palabras escucho en mi mente como emocionado me dice "Lo hice Mangel, lo hice", tantas señales de su alma cansada.

Desperté con el teclado pegado a la cara y un familiar dolor en la espalda causado por dormir sentado en una silla nada cómoda.

Bajé las escaleras y ya estaba mi abuelo tomando café mientras leía los chistes que vienen en la parte trasera de cada día en el calendario.

-Buenos días- Digo mientras me lavo la cara en el fregadero de la cocina.

-Buenos días, si quieres desayunar cereal te aviso que me acabé la leche- Contesta mi abuelo sin despegar la vista de sus chistes.

-¿Queda avena?- Pregunto abriendo el pequeño almacén arriba de la estufa.

-También me la acabé

-¿Fruta?

- Justo me acabo de comer toda- Dijo mostrándome su plato todavía mojado del jugo que dejó la fruta picada.

-¿Quedó algo en esta casa que no te hayas comido ya?

-Las salchichas, porque se lo tanto que te gustan.

-Yo ni siquiera co... Que gracioso eh abuelo- Contesté irritado.

-Ay vamos Mangel, no te enojes, lo siento es que lo acabo de leer- Dijo apenas dejó de reírse mientras apuntaba un chiste de agosto.

Desayuné huevos revueltos con salchicha aguantándome las risitas que soltaba mi abuelo cuando me miraba.

-¿Qué vas a hacer hoy?

-Visitaré a la pobre Martha e iré a hacer las compras de esta semana. ¿Tu seguirás con lo de ayer?

-Si, espero terminar hoy porque entre semana la escuela no me va a dar tiempo.

Mi abuelo se levanta del comedor y después de colgar el calendario en su lugar, me sacude el cabello y besa mi frente. Ha estado muy animado desde que juntos limpiamos el gimnasio donde él enseñaba a boxear.

Mientras yo barría todo el polvo, él acariciaba las cuerdas del cuadrilátero con nostalgia.

-Este era mi lugar favorito en mi juventud, me encantaba verlo lleno de gente. Grandes boxeadores nacieron aquí. Cuando eras pequeño te traía cuando tu abuela y tu madre se ponían de mal humor ¿Recuerdas? Tu madre se enojaba aún mas cuando se enteraba que te traía aquí, temía que te volvieras violento por estar en este ambiente -Me miró y le respondí con una sonrisa. Me contaba la misma historia siempre, pero estar en el lugar donde sucedieron, hacía la historia mas apasionante.

- Miguel, no quiero que este lugar muera conmigo.

Y me dejó seco. Él era lo único que me quedaba. Me dolía que siquiera mencionara algo relacionado con irse.

-Abuelo... estarás presente para ver como este lugar se llena tal y como lo recuerdas-Contesté y vi como apartaba su mirada de la mía y seguía acariciando las cuerdas- Si me das tiempo puedo dejarlo como en las fotos- Sonrió y con sus pasos cortitos se acercó para abrazarme.

-Tómalo como una terapia Miguel- Dijo tomándome de los brazos- enseñarás a jóvenes llenos de ira a usar un saco para vaciar sus inseguridades, estarás ayudando a chicos como Rubén.

El solo hecho de escuchar su nombre salir de los labios de otra persona que no sea yo, me dejaba sin aliento. No me había dado cuenta de que aguanté la respiración mientras me quedé pensando. Inhalé fuertemente.

Me puse de pie y ya con la energía recargada y un entusiasmo impresionante, me dispuse a repartir los folletos restantes a cada joven que pasara por las calles.

_____________________

Mangel a ti te encantan las salchichas ( ͡° ͜ʖ ͡°)

¿A quién quiero engañar? - RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora