En una espera infinita, pensaba en jamás probar el manjar de sus labios. Eran tentadores, deseables y abominados por la poca cordura que aún me queda.
Como un caleidoscopio, cuando las piezas se juntan y compaginan un hermoso paisaje, psicodélico y marginal.
Sus labios azotaron contra mi mejilla, mechones de cabello se arrastraron hacia adelante.
¡Piedad!
Sus labios azotaron contra la comisura de mis labios y en ese momento tragué en seco.
¡Suplicio!
Sus labios azotaron contra mis labios, era un deleite inaudito estar en esa posición; mi alma dio un grito ahogado y mi corazón oxidado latió con fuerza.
Las horas pasaron entre besos inocentes y caricias.
Me sentía tan peligrosa, con miedo que nos atraparan besándonos.Por desgracia o benevolencia estuve tocando el cielo pero a su vez en el mismo infierno; deseando con pasión que me tocara.
Susurros de deseo se escaparon de sus labios y besaba constantemente mi espalda que deseaba más.
Lo sentía...
Besando mi cuello, «eso no se hace» le dije en un susurro y jadeando por más.
Bésame, bésame, bésame y déjame jadeando, déjame agonizando.
Tomó la iniciativa, supe que era un chico malo.
Besaba mi cuello y tocaba mis muslos, yo, con un movimiento de deseo le daba mayor cavidad.
Tócame, tócame, tócame y préndeme en llamas, prende mi instinto.
Clavaba mis uñas en su rodilla y eso a el más el movimiento aleatorio una oleada de placer.
Jadeaba y respiraba profundamente contra mi yugular.
¡Tócame! ¡Bésame! ¡No me tortures más!
Volteaba simultáneamente a besar sus labios, mis labios descargaban en él, el deseo recíproco de seguir adelante.
Y la nostalgia me invadió en ese momento, cuando él me besaba, yo lloraba por dentro, me ahogaba con mis propias lágrimas.
El deseo seguía ahí y el vacío también...
Eso, no se hace.