Todas esas veces de mareas chocando contra la costa de mi corazón, cada beso, cada suspiro por él.
Nos enamoramos simultáneamente como dos huracanes, el deseo y la melancolía nos perseguían como fieras.
Cada roce, cada instante como una fotografía.
Los momentos que nunca se acaban, sus manos con las mías.
Pero se fue...
Nunca me dijo adiós.
Humillada, mi alma en pedazos, destrozada hasta la médula.
«Eres hermosa, mereces todas las estrellas»
Y esa noche, las estrellas brillaron en el firmamento eterno.
«Yo las quería alcanzar contigo.
Luz de mi vida, fuego de mis entrañas.
¡Mi pecado! ¡Mi alma!
Cada mirada dolía, su amor era enfermizo, como un rayo azotando en mi mente, cada palabra era un cuchillo en mi ser.
¡Oh cariño! Sí tan sólo me hubieses querido así.
Él era un perdedor, que lo tenía todo.
Porque yo se lo di todo.