El primer encuentro.

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Era una noche fría, me encontraba sola en casa, tras rechazar una invitación a una fiesta. Era una noche oscura, no era tarde, tan solo las diez de la noche, pero ya sentía una sensación cansada en los párpados.
No hacía nada, tan solo estaba sentada al lado de la lumbre, contemplando la inmensa oscuridad de la noche y la luna llena, de un color amarillento, daba luz a los tejados de las casas del pequeño pueblo donde nací.
Escuché una puerta cerrarse de golpe, sería del fresco aire que entraba por la ventana, pero me había hecho sentir escalofríos por todo el cuerpo, dejándome con una sensación incómoda y desconocida.
No me sentía bien, no estaba a gusto, noté una sensación extraña, como si me estuvieran observando, miré a todos lados en busca de alguien, pero no había nadie. La casa estaba solitaria y silenciosa, más de lo normal.
Decidí marcharme para descansar, cerré la ventana, apagué el fuego para dirigirme a mi habitación que se encontraba en el piso de arriba.
No tardé nada en quedarme dormida a causa de la fatiga.
De repente, me desperté por un fuerte golpe que había provocado el viento abriendo la ventana de mi habitación, miré como el viento movía la cortina de una lado a otro. Me estaba incorporando para poder cerrar la ventana, cuando escuché una respiración que no procedía de mí, giré despacio la cabeza hacia donde la escucha, y hay estaba, una figura de un chico de pie al lado de la ventana. Me observaba, yo presa del pánico que recorría todo mi cuerpo salí de la cama, para poder retroceder, al ver que él se acercaba a mí.
No podía seguir retrocediendo, estaba contra la pared, mi cuerpo estaba rígido, no podía moverme, solo podía mirar como se acercaba a mí, hasta ponerse delante. La luz de la luna que entraba por la ventana me dejaba ver las facciones de su cara, su piel pálida y sus penetrantes ojos de un color azul intenso, no podía dejar de mirarlos, era como si me atraparan en una telaraña.
Él miraba fijamente mis ojos verdes, acercó su mano a mi mejilla para acariciarme.
Giró la cabeza para mirar la luna amarillenta por la ventana, cuando me levantó del suelo y me dejó suavemente sobre la cama, subió la manta hasta mi cuello y con su mano cerró mis ojos que no podían parar de mirarle, cuando su mano ya no permanecía sobre mis párpados, volvía ha abrir los ojos para ver como saltaba por la ventana y desaparecía entre las tinieblas de la noche.

Me observa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora